Nuestro falso escrúpulo (Crónicas de una Inquilina) Por Ilka Oliva Corado @ilkaolivacorado Me pregunto cuál es el límite de nuestro doble estándar, mojigatería, y de la indolencia que nos ...

Nuestro falso escrúpulo (Crónicas de una Inquilina)

guatemala

Ilka Oliva Corado

Por Ilka Oliva Corado

@ilkaolivacorado

Me pregunto cuál es el límite de nuestro doble estándar, mojigatería, y de la indolencia que nos carcome. ¿Hasta dónde llegará nuestra zalamería? ¿Tendrá solución Guatemala? Me pregunto constantemente y muchas veces con la moral a rastras. ¿En qué momento la deshonramos así?

Pienso en mi terruño y me duele en la médula, como le ha doler a muchos que también lo aman. A los que nos fuimos de cuerpo pero jamás de alma y que en la distancia se nos gangrenó la herida, a quienes se quedaron en los avatares de lo cotidiano en la misma zozobra. Ellos y nosotros en el mismo vaivén: una patria compartida, nuestra, amada.

¿Es ignorancia? Me pregunto tratando de justificar la indiferencia de la sociedad y la forma en que actúa como masa amorfa totalmente ajena a su tiempo y a la historia, yendo para donde la empuje el poder del capital: de los corruptos, de los genocidas y de los impunes. Y le busco mil pretextos, raíces milenarias y razonamiento de toda índole para tratar de amortiguar el golpe seco de la realidad de una buena parte de la población carente de conciencia e integridad. De una sociedad injusta y desigual: que condena, discrimina, manipula y se aprovecha del que menos tiene. Que pretende no ver para que esto no la obligue a cuestionarse y actuar. Que elude por comodidad y para no poner en riesgo su ínfima zona de confort en ese egoísmo propio de quien es clasista, racista y de mente colonizada; adrede cuando le conviene y sea para beneficio personal.

De una sociedad que calla cuando debe gritar, que se esconde cuando debe tomar las calles, y que se acomoda cuando debe caminar sobre la cuerda floja buscando un cambio profundo y real, tan necesario y urgente. Que debe armarse de valor ante el abuso y la bufonada, fortalecerse en la memoria histórica y en la identidad, en los anhelos propios y de sus mártires. En el dolor ajeno que también por humanidad debe ser el propio. En el anhelo de la venia.

¿Cuál es la razón? Me pregunto, buscándole una explicación a la zanganería. No la tiene. La indolencia y la inconsciencia no tienen justificación. ¿Siempre fuimos así? ¿En qué momento sobrepasamos los límites? ¿En qué momento nos deshumanizamos? ¿En qué momento decidimos alimentar el egoísmo, el aprovechamiento y le dimos el poder total al patriarcado que nos hace leña a todos? ¿En qué momento decidimos apalabrar el feminicidio y la violencia de género y dejamos que entrara a nuestras casas y tomara el control de las calles? De cada esquina y cada palmo de nuestra sociedad.

¿Por qué dejaron de importarnos nuestros niños, los adultos mayores? ¿En qué momento decidimos acusar y sentenciar a la niña, adolescente y mujer violada y, justificar al violador? ¿En dónde, basándonos en qué fe de qué Dios de los tantos que nos han inventado para mantenernos sumisos y ajenos: a los pies de una deidad patriarcal?

¿En qué momento perdimos la sensibilidad? ¿ Dejamos de tener sangre en las venas y se nos volvió chilate: ralo e inconsistente? ¿Dejamos de amar los ríos, la fauna, ese ecosistema que embellecía nuestro país y, le dimos carta abierta a empresas transnacionales para que nos dejen despojos y escoria en un lugar donde hubo vida? ¿En qué momento dejamos de oler la fragancia de las flores silvestres y la cambiamos por una vida de apariencias, fingiendo ser quienes no somos para calzar en un lugar al cual no pertenecemos? ¿En qué momento cambiamos los afectos por los contactos?

En qué momento la corrupción, el tráfico de influencias y la impunidad nos alcanzó a todos, que somos incapaces de reaccionar porque tenemos cola que nos pisen. ¿Desde qué moral podemos exigir un cambio en el país si propiciamos con nuestro día a día y con nuestras acciones cotidianas, aparentemente insignificantes (por no ser públicas) el caos de un país en decadencia.

¿De qué conciencia y de qué integridad hablamos si somos homofóbicos, cachurecos, hipócritas, manipulados y manipuladores, clasistas, racistas y patriarcales? ¿Cuál es el futuro que le espera a Guatemala con una sociedad conformada por nosotros: moralistas de falso escrúpulo?

¿Cuándo llegará el amanecer a Guatemala? ¿Qué estamos haciendo nosotros para que amanezca? Individual y colectivamente. Dentro y fuera del país. Como un todo, hermoso por su diversidad: de etnias, colores, idiomas. Pienso en Guatemala y me desmorono, porque Guatemala es esa infancia a la que marginamos y condenamos a vivir en la miseria, allende de las oportunidades de desarrollo y hundida en el desamor de la indiferencia.

Audio, aquí.

Fuente: Crónicas de una Inquilina

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