Gratitud militante (APE). Por Alfredo Grande   “Sólo saben los que luchan. Sólo luchan los que saben” (aforismo implicado) “La vida es como nosotros la hacemos. Y...

Gratitud militante (APE).

AlfredoGrande

Por Alfredo Grande  


“Sólo saben los que luchan. Sólo luchan los que saben”

(aforismo implicado)

“La vida es como nosotros la hacemos. Y en cada vida se repliegan y despliegan muchas vidas. Sin darnos cuenta, en el peor de los casos, transitamos una diversidad de ideas, sensaciones, deseos, motivaciones, que muchas veces ignoramos. En el mejor de los casos, esas vidas son sostenidas y conservadas como nuestro mas bello tesoro y como el justo legado que nos debemos a nosotros mismos. Solamente rechazando la vida por mandato, podremos encontrar la vida por deseo” (A. G. del Unipersonal “Asi no es la Vida”)

 

08 - 06 - Militancia en Atico(APe).- A partir de mañana no empiezo a transitar la mitad de mi vida. Sin duda razonable, y por prepotencia de deseo, la seguiré transitando. Sin embargo, bastante más de la mitad ha quedado en ese espacio y en ese tiempo que llamamos recuerdo. El recuerdo no es otra cosa que la historización afectiva del sujeto. Me gustaría hacer la cronología y la topología de todas las luchas que he sostenido con la pluma, con la risa y la palabra.

Desde que el Rector del Nacional Buenos Aires censurara un nota mía titulada  “Algo más sobre la ley 1420” y que fuera escrita en respuesta al ataque a esa ley que un alumno de otra división había publicado. Se trataba nada menos que del “diario mural” del Colegio, tesoro de los jóvenes activistas de ese entonces. Yo pertenecía a ARENBA, la agrupación reformista de los estudiantes del Nacional Buenos Aires. Enfrentados sin pausa con LIDE, los jóvenes de derecha, antecesores directos de lo que décadas después de UPAU.

No hay per saltum que valga. He llegado al umbral de mis 65 años no siempre sabiendo por qué lucho, pero al menos siempre luchando por lo que sé. Intentando no confundir saber con verdad. Saber es una búsqueda, no necesariamente un encuentro. No pocas veces el encuentro con una verdad logra un peligroso matrimonio hasta que la muerte nos separe. Buscó una verdad y se encontró con un dogma. No encontramos la verdad, aunque no dejemos de buscarla. La verdad nos encuentra a nosotros. Nos sorprende. Nos parte la cabeza y ni siquiera le importa si nos duele. Pero nos encuentra porque esa verdad sabe, no sé de qué manera, pero lo sabe, que la hemos estado buscando. La verdad es siempre, una diversidad indefinida de verdades. Pero no infinitas verdades. No hay un “todo vale” que disfrace con máscaras de verdad el rostro de mentiras y falsedades. Para esa verdad que siempre es muchas verdades, no es neutral. No tenemos una verdad para todos. Ni todas. Si así fuera sería una verdad revelada. Verdad que es apenas una bajada de línea divina o terrenal, pero que siempre nos baja. Y de tanto que nos baja, nos aplasta.

Los que luchan sólo conocen la verdad rebelada. Rebelión contra los usos y costumbres, las leyes y normativas, las tradiciones y morales que arrasan con todos los deseos e imponen todos los mandatos. Muy especialmente: arrasan el deseo de vivir. Arrasan con el deseo de vivir con alegría, orgullo, dignidad, sabiduría y placer. Y vivir con y en los otros. Porque solamente cuando se prolonga en los demás, nos enseñó Rosa Luxemburgo, mi vida tiende al infinito. No celestial, sino actual.

Por eso creo y siento que tengo muchos hermanos y que con un poco de esfuerzo, también los puedo contar. Hermanas y hermanos, aunque admito que soy poco cultor a las gramáticas de género. Cuando el azar, que es la palabra que usamos cuando no entendemos la necesidad, me arrebató a mi hermano mellizo cuando teníamos lejanísimos 17 años, entendí con un dolor que todavía tiene eco, que podemos vivir, incluso volar, aunque un ala esté quebrada. Mutilada. Quizá por eso camino y vuelo medio torcido. Quizá por eso siempre entendí que algunas pérdidas, sobre todo las más tempranas, sobre todo las más queridas, nunca llegarán a ser duelo. Pero que podemos seguir viviendo, y que nuestra vida es también, nuestro derecho. Sin embargo, nunca sentí la “culpa del sobreviviente”. Sentí la rabia, la impotencia, la tristeza, el dolor de todo sobreviviente. Pero me importó mas denunciar la culpabilidad del victimario que regodearme en la culpa de la víctima.

Tengo grabadas las palabras del Cyrano de Bergerac, cuando finalmente su amada Roxana se entera del verdadero autor de los poemas que la enamoraron: “es ley que aplaudo juicioso, con mi suerte en buen convenio, porque Moliere tiene genio, porque Cristián era hermoso”. Negarlo sería afirmarlo de forma vergonzante. He sentido envidia. Mucha envidia. He sido el Salieri de hombres más talentosos, más hermosos, más altos, más elegantes, más valorados. Puedo afirmar que esa envidia ha sido compensada y equilibrada, incluso creo que fuertemente desbalanceada, por una profunda gratitud. Sin pensar en virtudes cardinales ni teologales, ni nada de eso.

Puedo afirmar que nuestra humanidad se sostiene y se prolonga cuando sentimos desde lo más profundo, la gratitud por lo recibido, por lo compartido, por los bienes que nos regalaron, y por los males que nos ahorraron.

He caído más de una vez en el cruel escepticismo que el tango “Las 40” nos arroja en la cara. “Aprendí todo lo bueno, aprendí todo lo malo, sé del beso que se compra, sé del beso que se da… Del amigo que es amigo, siempre y cuando le convenga, y sé que con mucha plata, una vale siempre más.”  Quizá como respuesta al duelo que nunca podrá ser, a la pérdida que no deja de encontrarme cada día y cada noche, como intento reparatorio y sublimatorio del que fuera y quizá siempre sea el hermano perdido, entonces aparece la cooperativa. Y los colectivos fraternos de militancia. Y las luchas compartidas por lo justo. Y las utopías soñadas que tuvieron algunas veces tristes despertares.

Y aparece, y ojalá me hubiera encontrado antes, el Movimiento Chicos del Pueblo. Y la Agencia de Noticias Pelota de Trapo. Y esa potente verdad me encuentra y yo entonces, una vez más, me prolongo en hermanas y hermanos de una lucha por nuevas formas del saber. Y de ahí surge la necesidad de encontrarme con tanta militancia que lucha, con diversas estrategias, pero lucha contra las formas de la cultura represora. Y por eso el Día de la Gratitud Militante. Que decido que sea justo el día de mi cumpleaños. El 7 de junio. Que es también el día del periodista. Y que por la gracia de APe puedo decir que soy al menos, redactor.

Por eso en ese lugar alto y soleado que es la cooperativa ATICO, el 8 de junio nos encontramos los sobrevivientes sin culpa. Los que seguimos luchando enojados, consternados, rabiosos, porque sentimos que al Che lo siguen matando, pero también sabemos que el Che sigue naciendo. Por eso es también el Día de la Gratitud Militante. Porque he rechazado la vida por mandato y he intentado sostener la vida por deseo.

Por eso.

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