El centralismo que la colonia nos legó… Por Norberto Ganci, Director de "El Club de la Pluma"   “…El sistema federal está en consonancia con una mayoría tal (de los pue...

El centralismo que la colonia nos legó…

NORBERTO GANCI 6

Por Norberto Ganci, Director de "El Club de la Pluma"
 

“…El sistema federal está en consonancia con una mayoría tal (de los pueblos) que no solo se ha pronunciado por él de un modo formal y enérgico sino que será dificultoso hacerla contramarchar, para que reciba otra forma de gobierno…” (1)

Esto expresaba Manuel Dorrego, siendo Diputado por Santiago del Estero, a fines de 1826 al oponerse a la sanción de la Constitución que ratificaba una concepción unitaria y centralista.

En otra intervención expresa: “…¿Y qué es lo que resulta de aquí? Una aristocracia, la más terrible si se toma resolución, porque es la aristocracia del dinero. Y desde que esto se sostenga, se echa por tierra el sistema representativo, que fija sus bases sobre la igualdad de derechos…” (2).

Esas pequeñas referencias a uno de los caudillos argentinos que propiciaban la unidad, no sólo del territorio que hoy ocupa la Argentina, sino la Patria Grande de Bolívar, San Martín, Monteagudo, Moreno, Castelli, O’Higgins, etc. lo tomamos como punto de partida para destacar que, más allá de deseos y acciones, la prevalencia de modelos eurocéntricos y oligárquicos continúa.

El centralismo y la acumulación de la mayor porción de resortes de poder, siempre han sido y son en la actualidad, el eje y fundamento de decisiones y estrategias políticas.

Para que se conozca, se visibilice y tal vez se atienda un reclamo popular, una demanda social, una denuncia de un sector de la comunidad, sea cual sea el lugar geográfico de origen, indefectiblemente, debe llegar e instalarse donde se halle el poder central, donde residan los manipuladores mediáticos de un lado y del otro…

La prevalencia de los intereses económicos sobre cualquier otra razón de ser también se perpetúa. Todo el continente Latinoamericano ha sido atravesado, desde hace más de doscientos años, por sus luchas independentistas en las que no era sólo uno el enemigo. Los frentes de batalla fueron y son políticos, sociales, armamentistas, pero fundamentalmente económicos.

La imposición de un modelo exportador que sólo suministrara materia prima, esclavizando por la dependencia y el control, es algo que aún perdura, se sostiene.

Los avances narcosojeros y mineros desbastadores sin la participación popular para regular y condicionar, no sólo provoca enfrentamientos innecesarios para la construcción social, sino que además desenmascara las intencionalidades especulativas político-comerciales.

Las poblaciones originarias no están exentas de tales disputas. Al igual que en los tiempos de la conquista, las traiciones se repiten y la mezquindad se abre paso ante los reclamos de tierra y dignidad. Es parte de lo que se vale la derecha capitalista oligárquica para impedir el avance de los movimientos de sectores siempre marginados y alcanzar así  sus objetivos: alientan las divisiones internas y se infiltran en las organizaciones sociales para apropiarse de los recursos y bienes naturales y para mantener el control político y financiero.

Con las excusas de los avances habitacionales, por ejemplo, en las grandes ciudades se procede a las erradicaciones de barrios humildes que ocupan espacios que por alguna razón se convirtieron en estratégicos y, por tanto, muy bien cotizados.

Observemos la expresión: Erradicar: arrancar de raíz (3) Erradicar: v. tr. Eliminar o suprimir de manera completa una cosa que se considera mala o perjudicial y que, generalmente, afecta a muchas personas: el Ministerio pretende erradicar el analfabetismo. (4).

Desde 1492 se pretende arrancar de raíz, de nuestro suelo, aquello que le pertenece: su gente, sus recursos, sus bienes.

Y todo en nombre del progreso. Un progreso para pocos, donde la exclusión se lleva sueños, saberes antiguos, herencias.

Con las excusas que se han esgrimido siempre, como hoy, para hacer prevalecer el centralismo denunciado por Dorrego allá por 1826. También lo denunciaban otros y lo denuncian hoy muchos que ven cómo el avance continúa con las complicidades de los sectores siempre alejados, muy alejados de los reclamos de grandes bolsones de la sociedad.

Desde aquella “Civilización o Barbarie”, que enarbolara uno de los ideólogos del genocidio originario, hasta estos tiempos, mucho no ha cambiado. Dicotomía que se repite en “soja o tierra”, “minas o medioambiente”, etc.

La creación y promulgación de leyes, son la manifestación expresa de deseos. Y más allá de figurar como “derechos y garantías”, su cumplimiento, en teoría radicaría en la realización de ese “deseo”.

Tomemos para ejemplificar lo siguiente:

“…CAPÍTULO SEGUNDO

Nuevos derechos y garantías

Artículo 41.- Todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano…

CAPITULO CUARTO

Atribuciones del Congreso

Artículo 75.- Corresponde al Congreso:

17. Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos.

Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural; reconocer la personería Jurídica de sus comunidades, y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan; y regular la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano; ninguna de ellas será enajenable, transmisible ni susceptible de gravámenes o embargos. Asegurar su participación en la gestión referida a sus recursos naturales y a los demás intereses que los afecten. Las provincias pueden ejercer concurrentemente estas atribuciones…” (5).

Si gozar de un ambiente sano, reconocer la personería jurídica de sus comunidades (pueblos indígenas argentinos) es simplemente la manifestación de un deseo, se debería contar con alguna herramienta que garantice tales derechos y garantías.

Deberíamos poder enarbolar la bandera de los Derechos Humanos que son preexistentes, que son anteriores a cualquier enunciación jurídica. Desde ahí hacer que el cumplimiento de derechos y garantías no requiera  más que la invocación de la ley por parte de cada individuo.

Esto es realmente empoderar al pueblo. Así como hoy un “Mirar para cuidar” sirve para el control de precios, sería deseable que brigadas de militantes entre los que estaríamos cualquiera de nosotros, estuviéramos “mirando para cuidar” el acceso irrestricto a la salud o la educación, el cumplimiento de cualquier derecho humano. Especialmente en el área educativa, la obligatoriedad de la escolarización es una típica manifestación de deseo hecha ley: es obligatorio mandar a los jóvenes a la escuela pero si usted no lo manda, no pasa nada. Y la policía no está para hacerle cumplir a usted la ley de educación sino para aplicarle a su hijo el Código de Faltas, inconstitucional, por merodeo por ejemplo.

La igualdad de derechos, en la que sienta sus bases el sistema representativo, como expresara el Coronel Dorrego, debería ser mucho más que una expresión de deseo.

Lo mismo debiera ocurrir con el federalismo. El sistema centralista, en todas sus variantes y en todos los rubros, continúa imperando, desnaturalizando una real integración. Más allá de expresiones en contrario, más allá de políticas direccionadas a solucionar viejos problemas.

Las leyes sancionadas relacionadas a género, medios de comunicación, etc. no bastan sólo para que los derechos sean respetados. Debería poder constituirse una “masa crítica” que imponga su aplicabilidad, su ejecución.

La manipulación de conflictos de vieja data para el provecho político funcional vinculado a intereses ajenos al mismo, debería constituir una expresa violación, por confusión y desnaturalización, a los derechos y garantías.

Tal vez, para romper con la idea del centralismo, deberíamos poder concientizar sobre la necesidad del reconocimiento colectivo de las problemáticas y sus resoluciones. La utopía del “todos” podría ser la meta, a partir de esa masa crítica, para romper la dependencia que aún a más de doscientos años se mantiene.

Que así sea.

NOTAS:

(1) Pérez Amuchástegui, A. J.: Crónica Histórica Argentina, Buenos Aires, Codex, 1969, Tomo III, p. 18

(2) Carretero, Andrés: Dorrego, Buenos Aires, Pampa y Cielo, 1968, pp. 88 y 89.

(3) Diccionario Enciclopédico Salvat, Buenos Aires, 1960, Tomo V, p. 344.

(4) http://es.thefreedictionary.com/erradicar

(5) http://infoleg.mecon.gov.ar/infolegInternet/anexos/0-4999/804/norma.htm

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