Por Ángel Guerra Cabrera
Hace unos días, después de tanto desearlo y posponerlo, allí estaba, en Ciego de Ávila, mi ciudad germinal en Cuba, capital de la actual provincia de igual nombre. Me emocionó mucho pero no solamente por llegar a ese lugar mítico alojado en el corazón.
Porque a la vez que reconocía calles y rincones recorridos mil veces pude notar de inmediato la obra de rescate del centro histórico, de su línea de fachadas y de muchos de sus más importantes exponentes arquitectónicos. Edificios que apenas permitía distinguir la propaganda comercial antes de la Revolución, hoy pueden apreciarse en todo su valor como es el espléndido palacio morisco de la calle Independencia, que ahora alberga la Sociedad Árabe. El Teatro Principal, joya del eclecticismo donde cantaron Jorge Negete y Libertad Lamarque, relumbra como nunca lo pude ver. No fue únicamente un reencuentro sino un redescubrimiento, de la mano amiga de la periodista y bloguera Idania Pupo y el historiador Ángel Cabrera.
La moderna Ciego de Ávila condensa en muchos aspectos la historia de Cuba. Arrasada tras treinta años de guerra contra España hereda las virtudes del patriotismo pero también los prejuicios y lacras derivados de la sociedad colonial y esclavista. Como acaso ninguna otra zona del paìs resume las consecuencias del asalto de Cuba por el capital financiero de Estados Unidos luego de la intervención de sus tropas en 1898, cuando los cubanos tenían ganada la guerra de independencia. De tierras muy fértiles y rica en aguas subterráneas los rendimientos por área de la caña de azúcar eran únicos. Por ello la rápida expansión azucarera que hizo crecer velozmente la población en el primer cuarto del siglo 20. A tal extremo que junto a la vecina Morón sigue a La Habana por el número de inmigrantes recibidos en ese periodo.
Aunque se desenvolvieron con éxito la ganadería, el cultivo de los cítricos, la piña y otros frutos, la zona creció fundamentalmente a expensas de los nuevos ingenios de propiedad estadunidense. Con sus miles de kilómetros de línea férrea, su descomunal deforestación, su exigencia temporal de decenas de miles de brazos durante la cosecha y su “tiempo muerto” cada vez más largo, pues la demanda y los precios del azúcar dependen de la especulación y los vaivenes del mercado mundial y el modelo azucarero monocultivista cubano había llegado antes de la Segunda Guerra Mundial al punto de agotamiento.
No fue por eso gratuito que la explosión urbanística se detuviera a partir de los años treinta casi totalmente ni que potentes huelgas se sucedieran a partir de entonces hasta llegar a la de 1955 cuando las ciudades de Ciego y Morón se unieron a los trabajadores azucareros en lo que comenzó como huelga económica y finalizó en una virtual insurrección popular contra la sangrienta dictadura de Batista, duramente reprimida por esta.
De recia tradición en la brega independentista, Ciego también se destacó en la lucha contra la república secuestrada por el imperialismo y en su aporte generoso a la última guerra de liberación y a la construcción socialista cubana. La explotación capitalista de un ejército de obreros agrícolas e industriales produjo riqueza muy injustamente distribuida pero generó una clase media intelectual con afanes patrióticos y antiimperialistas afincados en la tradición martiana e influidos por el ejemplo rebelde de Mella y Guiteras.
La trasformación de Ciego de Ávila con la Revoluciòn es tangible. Donde no había universidad hoy hay tres además de 13 centros polìtécnicos que no existían. De cero instalaciones turísticas hoy existen cerca de 4 mil habitaciones en hermosas playas de la cayería del norte. La escolarización en primaria es de ciento por ciento y existen 33 guarderías donde no había ninguna. Donde la salud pública apenas existía hoy hay 10 hospitales y 17 policlínicos. La mortalidad infantil es de 3.4, por debajo de la nacional, que es de las 10 más bajas del mundo.
En Ciego de Àvila, como en toda Cuba, el imperio recluta desvergonzadamente médicos y científicos hijos de la obra cultural de la Revolución con grandes ofertas económicas. Recientemente el presidente Raúl Castro alertó sobre “el reto que nos impone la permanente campaña de subversión político-ideológica concebida y dirigida desde los centros del poder global para recolonizar las mentes de los pueblos y anular sus aspiraciones de construir un mundo mejor”.
Este reto es para mí el más importante que enfrentan Cuba y todo el movimiento progresista en el mundo.
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