Por Norberto Ganci, Director de "El Club de la Pluma"
A medida que el tiempo, que la historia, transcurre, mientras se va formando y se aventuran las posibilidades que pueda deparar el futuro, quienes habitamos este planeta transitamos por las transformaciones que se van dando en nuestras particularidades y colectividades, y por lo general asumimos avance, progreso, evolución…
Ciencia y tecnología nos brindan un panorama esperanzador en diversas áreas vinculadas a calidad de vida, aprovechamiento energético, avances sustanciales en medicina, en salud, etc.
Paralelamente en nuestros entornos hay realidades que están muy alejadas de los supuestos avances. Realidades que golpean, valga el término, en todas nuestras fibras, en lo más íntimo, en las conciencias y nuestros sentimientos. Bueno, en algunos de nosotros, no en todos. Ojalá así fuera, la cosa no sería tan preocupante como lo es…
Las “noticias” que diseminaron tanto medios monopólicos, como otros relacionadas al acto criminal del linchamiento de un ser humano, nos hace dudar, y mucho, respecto de nuestra supuesta evolución.
Alex Corrons dice: “…El nivel de alienación que ofrecen las cadenas televisivas, y los medios de comunicación en su mayoría, está alcanzando categoría de lavado de cerebro de masas, esa categoría se alcanza cuando la imagen, el impacto visual, sustituye a la reflexión y a la realidad misma…”
La irracionalidad ganó las calles, las portadas de periódicos, las pantallas de televisión, las redes sociales, etc. Logrando aglutinar de un lado a quienes aprueban tal demencial actitud, y del otro a los que ensayaron y ensayan discursos, expresiones descalificadoras y de repudio por las acciones cometidas en nombre de la irracionalidad.
Hay responsabilidades compartidas, como en todo. Quienes acusan la ausencia del Estado, no quieren más que desentenderse de lo que les compete.
Cuando se plantea la ausencia del Estado pretendiendo inculpar en un sector de la vida institucional la responsabilidad por un delito determinado, se lo hace desconociendo (en el mejor de los casos) que el Estado somos todos. No hay exclusiones.
Si en cambio lo que se pretende es inculpar al Gobierno Nacional, podemos acordar en su inexactitud, ya que el mismo está presente mediante cada uno de sus funcionarios de los tres poderes y sus agentes.
Tomando en cuenta las acusaciones respecto de la ausencia del Estado, los mismos que las esgrimieron ¿dónde estaban? Seguramente intentando elaborar discursos, acciones que promuevan desestabilización, descontento, alarma, temor.
El temor, el miedo es una de las armas poderosas de las que se valen los opresores para impedir la construcción de lo que beneficia al conjunto.
Insuflar e inflar la cuestión de la “inseguridad”, hace que nos vayamos separando, cada uno preservándose y preservando lo suyo. Nos vamos encerrando en el miedo, nuevamente en el “no te metas”, en nuestros hogares. Nos alejamos, nos dispersamos.
Pero también la desinformación hace lo suyo en esto de controlar voluntades. Con ello, los depredadores y consumidores de poder, se hacen con el mismo ejerciendo sobre nosotros el control.
El tema no se agota en la sensación de inseguridad o el aislamiento. No. Hay algo por detrás que en definitiva es el qué de la cuestión: Golpe Suave, o Golpe Blando. Es la estrategia preferida por el imperio sionista mundial a la hora de desestabilizar.
Al respecto Marlos Martínez, desde Quito - Ecuador, nos alerta: “…Sobre los ajusticiamiento de la ciudadanía en Argentina: Desde acá lo veo y eso es un “Golpe Suave” es la estrategia del desgaste para tildar al gobierno de incompetente y que no es capaz de dar seguridad a sus ciudadanos, y maximizan con imágenes espectaculares en las portadas de los diarios los linchamientos…”
Pareciera ser que se pretende dar legitimidad a esa otra forma de asesinato, el linchamiento, pretextando la inseguridad y los “podría” relacionados a portación de rostro, de gorra, de movilidad, de barrio, etc.
Han llegado a llamarlos “ajusticiamientos”. Así se nombra como legal y “justo” al crimen cometido. Como bien afirma Julio Rudman, cuando se refieren a la construcción semántica “justicia por mano propia”. Son contradicciones en los términos.
La Garganta Poderosa expresa: "…Si la desigualdad no justifica que ninguno salga a robar, ¿por qué pretenden que la inseguridad justifique que algunos salgan a matar?..."
Que nuestro tejido social está fragmentado, no caben dudas. Desde un poco antes de iniciarse “oficialmente” la dictadura genocida, era recurrente el “no te metas” mientras se llevaban a “los nuestros”. Y ese “no te metas” ha estado y está presente en nuestra vida, supuestamente civilizada. Con la “salvedad” de que, cuando se meten, es ante quien está en inferioridad de condiciones y, “colectivamente”, de manera casi automática acuerdan en asesinar cobardemente a un ser humano.
La supuesta inseguridad no se soluciona con más efectivos policiales en las calles, con más y modernas armas, con más móviles para las persecuciones, etc.
La supuesta inseguridad se soluciona con mayor inclusión, mejor propuesta educativa, no solo para los ciudadanos de a pie, sino también para los uniformados…
La supuesta inseguridad se soluciona con un ejercicio responsable en “comunicación”, procurando llevar la actividad periodística a un nivel de compromiso con toda la sociedad y no hacerla depender del poder, sea cual fuere el mismo. Se soluciona con desenchufar el alimentador continuo de afán consumista y de miedos inconsistentes. Se soluciona con inclusión simbólica, con hacer partícipes de la cultura a todos los ciudadanos. Se soluciona formando seres humanos en lugar de seres consumidores o consumidos.
La vieja dicotomía “civilización y barbarie” se hace presente otra vez. Y tanto en su origen como en el hoy, continúa siendo una contradicción, una zoncera insostenible. La civilización vestida de supuesta formación educativa siempre, históricamente, ha matado más que la barbarie. Ha recurrido al derramamiento de sangre aun teniendo en su poder todas las demás herramientas. Entonces, y ahora.
Tenemos que replantear términos y sus interpretaciones, como qué es justicia, qué es humanidad, qué es ciudadanía, qué es civilización, qué es barbarie.
Pero, fundamentalmente nos tenemos que replantear qué nos pasa cuando somos capaces de poner en discusión, civilizadamente eso sí, si es lícito asesinar o no. Y también qué rol juegan estos hechos a la hora de considerar la posibilidad de que conlleven intenciones desestabilizadoras que terminarían perjudicándonos a todos, sin excepción.
Mostrar la fragmentación de nuestra sociedad con la imagen de un joven asesinado en las portadas de los periódicos o pantallas televisivas, recurriendo al morbo, el amarillismo y la estupidez de pretender, con esa imagen, enviar una clara amenaza a un sector de la sociedad, es promover la desestabilización, la exclusión y la barbarie.
Entre marzo y abril se conmemoran fechas muy caras para todos nosotros. Desde ese nefasto 24 de marzo del ’76 al 2 de abril del ’82 con que nos regaron con sangre Nuestra Patria. Incluimos aquél fatídico 4 de abril del 2007 en que se criminalizaba, otra vez más, la protesta y se asesinaba a Carlos Fuentealba, Maestro que ejercía su derecho constitucional. Se inscribe ahora otra fecha para la reflexión y el urgente cambio en nuestra sociedad: el 23 de marzo del 2014 fue asesinado por cerca o más de cincuenta personas, David Moreira, sospechado de querer efectuar un robo.
Nuestra sociedad está tremendamente enferma y se hace urgente el tratamiento, la atención para salir, sin más víctimas, de este flagelo social. Pero además debemos despertar de la hipnosis a la que nos han sometido tanto medios corporativos de desinformación, como poder hegemónico mundial, y eso es una tarea de todos.
La criminalización de la pobreza y la protesta, la estigmatización de algunos sectores sociales, la discriminación y la exclusión tienen que ser puestas ya en el pasado y construir, entre todos, una sociedad que se asuma generadora de opciones posibles para el desarrollo y la convivencia en paz. Para ello, incluir es fundamental.
Que así sea.
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