Por Claudia Rafael
(APe).- La misma provincia, el mismo gobernador, los mismos días. Daniel Osvaldo Scioli anunció 600 millones de pesos para la “emergencia” en seguridad. Exactamente seis veces de lo que cada mes (aunque en este caso suele haber olvidos empecinados a la hora del pago) se destina a la infancia paria de su territorio. 600 millones para comprar 1.000 móviles equipados, 30.000 chalecos antibalas, 10.000 armas con sus municiones. Contra los 104.760.000 de pesos destinados a la alimentación, la salud, la atención diaria de los chicos que viven en hogares de organizaciones sociales, que asisten a centros de día de la Secretaría de Niñez o que están dentro de los programas UDI (Unidad de Desarrollo Infantil). Crueles contradicciones de un mismo sistema.
El tiempo presente se detuvo y se miró al espejo. Del otro lado, el reflejo sólo le devolvió el perfil de la desesperanza. “¿ Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierra / al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha ?... ¡ Qué pena / que sea así todo siempre, siempre de la misma manera !”, escribió el poeta (*).
En estos días, diez años atrás, se estrenaban las reformas blumberianas al Código Penal que redoblaban el manodurismo y profundizaban a conveniencia del poder, el puzzle desparejo y deshilachado de la política criminal. En ese tiempo, las cárceles de la provincia albergaban 18.000 detenidos. Hoy tienen 33.000 y con la promesa sciolista del sábado de construir más alcaidías y más unidades penales, terminarán duplicando las cifras de 2002. Indudablemente, la ecuación es desastrosa. Ninguna de aquellas leyes Blumberg (impuestas bajo presión y extorsión social) cumplió con su objetivo: ni la suma de penas hasta 50 años de cárcel, ni el aumento de condena para la sola portación de armas, ni el otorgamiento real de mayor valor a la propiedad que a la vida. Nada, absolutamente nada, significó para las víctimas de robos, lesiones, homicidios que las penas se multiplicaran. En aquel 2004, se iniciaron en toda la provincia de Buenos Aires 505.373 causas penales. Ocho años más tarde, en 2012, fueron 656.258. ¿Cómo se mide la eficacia si hubo 150.885 causas más y 15.000 presos más pero empeoraron los niveles de inseguridad?.
No conformes con ese resultado, el gobierno bonaerense duplica la apuesta. Y el anuncio de “emergencia en seguridad” robustece esa misma filosofía de aparato represor, ahonda la desprotección de los parias eternos y abre la estación de la cacería.
¿Qué propuso Daniel Osvaldo Scioli ante el estallido de la decepción y el miedo y de cara a las elecciones presidenciales de 2015 en las que aspira suceder a CFK?
- La inversión de “parte de las utilidades del Banco Provincia” (600 millones de pesos) para “sumar el equipamiento necesario para móviles”: chalecos antibala, municiones, armas e, inclusive, patrulleros.
- Declaración de emergencia en materia de seguridad: permite -según describe claramente la Asociación Pensamiento Penal- “sortear los escollos burocráticos y administrativos para la adquisición de insumos, sin necesidad de apelar a procesos licitatorios, mecanismo que, convengamos, en poco contribuye a la transparencia de los actos de gobierno”.
- La reincorporación de unos 15 mil retirados de las fuerzas de seguridad. Punto clave. Y una pregunta al azar: entre esos 15.000 ¿estarán nombres como los de Néstor Díaz, Ariel Herrera, Martín Monte, Emiliano Márquez, Sergio Fecter, Daniel Vázquez, Damián Sotelo o Hernán Zeliz, los ocho policías investigados por la desaparición de Luciano Arruga, justamente, por haber dicho que no a la fuerza de seguridad? ¿También reincorporarán a los policías exonerados por haber llevado por la fuerza a tres adolescentes travestis a una fiesta sexual en el ex comando de patrullas de Olavarría un par de meses antes de la desaparición definitiva de una de ellas? Esas son migajas, en definitiva. Que clavan un puñal en el cuerpo social al que hunden una y mil veces en el dolor. Pero lo que busca Scioli con más policía en las calles es la “gestión política de las conflictividades”. Esa frase, que pertenece al diputado de Nuevo Encuentro Marcelo Saín fue incluso más allá: “Lo que la política hace es el consentimiento informal a que la policía gestione incluso ilegalmente al crimen. Siempre y cuando la contraprestación sea una gestión política sin conflictividades. Ha sido una lógica de la clase política en general, por derecha y por izquierda”. Porque -agregó- “es más fácil bajar los cuadros de generales del Colegio Militar que los cuadros de los comisarios del departamento de policía”.
- Creación de nuevas fiscalías para la persecución penal del narcotráfico. Menuda tarea, cuando es claro el doble pacto que implica persecución sin fin a los pequeños dealers sin tocar jamás ni a los grandes tiburones de la droga ni, obviamente, a las patas del Estado que forman parte del negociado.
- Revisar el régimen de personas menores de edad infractoras a la ley penal. Muletilla recurrente que, esta vez, podrá adquirir peso definitorio pero que responde a una percepción que busca desbalancear las urnas para propio beneficio. Una vez más las estadísticas: En el registro que acaba de publicar la Procuración General de la Suprema Corte de Justicia sobre el primer semestre 2013, se desnuda que hubo 756 homicidios. Hay, en esas 756 causas penales, 1044 imputados. Apenas 30 (2,9%) tienen menos de 16 años y 115 (11%) tienen 16 y 17 años. Aunque sólo en 74 causas, los imputados son exclusivamente menores de 18. Más comparaciones: en institutos cerrados, bajo regímenes privativos de libertad, hay actualmente 500 chicos. Y otros 100, en regímenes de semi-libertad. Pero con un detalle que no se puede soslayar: hay 40 (8%) que tienen menos de 16 años. Y dentro del total de 600, hay entre el 32 y el 35 % que son mayores de 18 pero que permanecen bajo encierro desde que no llegaban a esa edad. Una vez más la comparación: hay 33.000 detenidos en las cárceles de la provincia. Son 600 los chicos encerrados en institutos de menores. Apenas, el 1,8% o, específicamente en la franja etaria a modificar, tan sólo el 0,12%. Muchos de ellos, con causas graves -imposible negarlo-, pero son el 0,12 % de los detenidos y el 2,9 % de los imputados en causas penales por homicidios dolosos.
Daniel Osvaldo Scioli, rodeado de su gente, dispuesto a enfocar con sus ojos la gran meta de 2015 y que nadie derrame sangre donde no debe porque lo que está en juego es su gran sueño, pronunció una frase para la historia: la lucha por la seguridad -dijo- “es lo más sagrado: es la pelea por la vida”.
¿Cómo se mide la sacralidad de la vida?
- En su misma provincia, hay 220.000 chicos que cada día son cobijados, abrazados, educados, sanados, alimentados en las casas del niño del programa UDI. Por cada uno de esos niños se pagan desde el mismo Estado que ahora está en emergencia en seguridad y que invertirá 600 millones en chalecos antibalas, municiones y etcéteras, becas de 450 pesos que permanecen perversamente estáticos desde hace casi seis años. Aunque hay bimestres que extrañamente el Estado olvida de depositar y que conminan a que algunas organizaciones deban cerrar sus puertas. Pero más allá de ese detalle nimio para las vidas (que, por cierto, eran sagradas) implica 99 millones de pesos cada mes.
- Hay 1675 chicos que viven y crecen en hogares y por cada uno el gobierno provincial paga 1.200 pesos, que significan en total 2.010.000.
- Y hay otros 6.250 niños que concurren a diario a centros de día por los que la provincia abona 600 pesos mensuales. En total, 3.750.000 pesos.
La suma de esas becas por la asistencia a 227.925 chicos, el Estado bonaerense abona -a veces sí, a veces no- 104.760.000 pesos. Es decir, el 17,46 % de lo que ahora anunció que con las utilidades del Banco Provincia destinará a chalecos antibalas, armas, municiones y patrulleros. Casi seis veces más en pertrecharse que en abrazar. En disparar que en acariciar. En poner en la mira que en cuidar que un chico crezca con una sonrisa desplegada al viento.
“¿De qué está hecho el mañana?”, preguntó Victor Hugo, el poeta, en Los cantos del crepúsculo hacia 1835. “Espectro siempre oculto que lado a lado nos sigue. ¡Y que llamamos mañana! ¡Oh! ¡Mañana es la gran cosa! / ¿De qué estará hecho el mañana?”.
(*) “Qué pena”, de León Felipe.
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