Por Juan Carlos Cena
Suena el teléfono, México D.F. la voz de Zarco Flores, ferrocarrilero mexicano, me anuncia el premio Cervantes para Elena… como si también fuera nuestra. Y sí, casi lo es, también somos ferroviarios, es una cuestión de identidad en el oficio. Después platicamos y corta. Detrás de su voz se sienten corridos y rancheras y los vivas mexicanos. Están festejando a Elena, la que escribió sobre ellos. Una gran novela sobre el movimiento ferrocarrilero mexicano”: El tren pasa primero. Primer premio de la editorial Alfaguara.
Dice Elena Poniatowska en la contratapa de: El tren pasa primero. ”El tren es la vida, que duda cabe. Pero si bien ser ferrocarrileros es asunto de hombres, ninguno de ellos es nada sin las mujeres. Madres, esposas, maestras, amantes, rieleras, transitan por estás páginas con poderosa presencia, con la fuerza inabarcable que late dentro de cada una. Son lo que los hombres no alcanzan a ser, o ni siquiera imagina”.
Afirma Trinidad Pineda Chiñas, protagonista de la novela: “Tuve hambre y frío, sentí que ningún fuego, ningún abrazo me calentarían, pero se que si un solo hombre lucha y no se deja morir, la vida vale la pena”
“Un día el tren pasó frente a sus ojos y en el ruido de esa máquina escuchó el relato de su vida; supo el porqué de la indomable ansia de saber que lo empujaba siempre más allá de los límites. En efecto, el tren lo llevó a todo: a lugares que nunca imaginó, a incontables saberes, oficios, personas, posibilidades, y sobre todo al instante en que habló a sus compañeros ferrocarrileros con tal ardor y convicción que los convirtió en vanguardia de la lucha de los trabajadores. Y pararon de cabeza al país y al régimen”
Breve historia de los ferrocarriles mexicanos
En 1898, en junta de ministros presidida por Porfirio Díaz, el Ministro de Hacienda José Ives Limantour presentó una larga exposición sobre, lo que a su juicio debería ser, la política del régimen en materia de ferrocarriles en México, que dio origen a la primera Ley sobre Ferrocarriles expedida por Porfirio Díaz, y publicada en el Diario Oficial, el 13 de mayo de 1899.
También llama la atención su aspiración de extender la red ferroviaria hacia los puertos, más importantes, como Acapulco, Zihuatanejo, Manzanillo, Mazatlán, Guaymas y Tampico. El importante y ambicioso plan, aprobado por Porfirio Díaz, fue un sueño que se ha prolongado hasta el presente, pues hoy en día nuestra industria ferroviaria es absolutamente dependiente de los Estados Unidos de América, seguimos comprando los rieles al extranjero, amén de las locomotoras y las vías México-Acapulco; Durango-Mazatlán; las vía corta México–Tampico y México–Zihuatanejo siguen siendo proyectos inconclusos, parte de ese sueño que tuvo Limantour y que compartimos todavía muchos ferrocarrileros”
Porfirio Díaz, que no era un soñador como Limantour, -además, dudo que los dictadores sueñen-, pero que tenía, sin embargo, cierto sentido realista, lo demuestra en su concepción sobre la política a realizar con la construcción y desarrollo de los ferrocarriles, decía: Don Benito Juárez y Lerdo de Tejada, creían que entre México y los Estados Unidos debía existir el desierto; pero yo digo lo contrario: debe existir comunicaciones no sólo con los Estados Unidos sino con el mundo entero... Por eso mi gobierno se preocupó por la construcción de ferrocarriles. (Los Ferrocarrileros de Mario Gill - México 1971 - Editorial Extemporáneos).
Este proyecto porfiriano fue pagado con subsidios que el gobierno otorgaba a los concesionarios, en efectivo, en tierras, bonos de las deuda pública, etc. Que se elevaba en proporción directa de las dificultades que el trazo de la línea férrea. (Idem M. Gill).
El estado mexicano paga con la misma moneda que el estado argentino, y los que se benefician, en el caso mexicano, son los norteamericanos, y en el nuestro los ingleses: es el mismo idioma colonial en el mismo tiempo calendario.
La concepción que tenía sobre la campaña al desierto Julio Argentino Roca en nuestras pampas era clara, cuando decía: La ola de indios bárbaros que ha inundado por espacio de siglos las fértiles llanuras ha sido por fin destruida. Son las mismas que las de la oligarquía porfirista que no entendió jamás, como la nuestra, el sentido económico de una red de ferrocarriles y su proyección nacional. La concebían, en ambas geografías, en función de sus intereses.
En un folleto publicado por esa época, reproducido por Mario Gill en la obra citada, la oligarquía mexicana se pronunciaba apoyando el proyecto del F.C. de Presidio del Norte (Ojinaba) al Mar de Cortés, diciendo: A medida que se adelante en la construcción del ferrocarril, proporcionalmente, tendrán a retirarse los salvajes quienes oirán en los silbidos de las locomotoras su sentencia de muerte... Se poblarán haciendas en esos llanos hasta ahora desiertos, y el numeroso ganado, los millares de caballos y ovejas que antiguamente corrían sin dueño por esas llanuras, ocuparan el sitio de la nueva aldea que sólo fue teatro de desolación...
Esa era la idea que tenía la oligarquía porfiriana de la función de los ferrocarriles, como Roca, servil de los ferrocarriles ingleses y a la oligarquía pampeana. Es decir, el ferrocarril fue utilizado como un instrumento de dominio, un medio para penetrar, para así, ampliar y consolidar sus latifundios feudales arrebatando sus tierras a los grupos de indígenas que las poseían.
Hay que reconocer que, aquí y allá, esa imagen de los ferrocarriles había sido inspirada en el ejemplo de los progresistas yanquis. Pero acá, los Roca, se inspiraban en el apotegma sarmientino de Civilización o barbarie.
Estos progresistas del norte llevaron sus rieles a través de la llanura del oeste norteamericano arrollándolo todo, asesinando y arrebatando sus tierras a los indios que se oponían al paso de las vías por sus propiedades e, inclusive, invadiendo el territorio de un país vecino. En esta ofensiva ferrocarrilera de los industriosos vecinos, México perdió el territorio de la Mesilla y, muchos indios y mexicanos que habían quedado de aquel lado de la nueva frontera perdieron sus propiedades, su plácido sueño pastoral y, en muchos casos: la vida.
En México las empresas ferrocarrileras norteamericanas no tuvieron esos obstáculos. Las tierras se les entregaron gratis y aún se les ofrecieron jugosos subsidios. Ellos fijaron los trazos (como los ingleses acá) de acuerdo a sus intereses, trazos alevosos que facilitaron el saqueo de nuestras tierras. (Obra citada Mario Gill)
La Revolución Mexicana
La revolución mexicana se hizo en tren. La locomotora es la protagonista principal de la revolución dice Elena Poniatowska. Por otro lado Salvador Zarco, ferrocarrilero mexicano que junto a Demetrio Vallejo jugaron un papel fundamental por la defensa de los Ferrocarriles Nacionales de México que: “La locomotora es la protagonista principal de la revolución. Pancho Villa volaba trenes para ganar batallas y destruía los rieles”.
“Creo que el tren es una figura importantísima y olvidada. Ahora en mi país, para nuestra desgracia, ya no hay trenes de pasajeros. Es una pérdida enorme. El tren está ligado al destino, a la finalidad del hombre, al descubrimiento de horizontes nuevos”. Como una fuerte queja Zarco Flores, se aparta un tantito de la historia.
Retorna y nos dice con fuerza: “El general Francisco Villa, el Centauro del Norte, a no dudar, revolucionó el uso del ferrocarril en la Revolución Mexicana y puedo decir que como buen jinete, casi hizo relinchar los trenes”.
“El Ejercito Libertador del Sur de Emiliano Zapata se especializó en volar puentes y rieles para obstaculizar el movimiento de los trenes militares federales. Pero también le encontró otra utilidad: el 29 de marzo de 1911, se valieron de una locomotora de la hacienda de Chinameca, en Morelos, para forzar sus portones e irrumpir en ella, haciéndose de 40 rifles Savage, gran cantidad de parque y de los caballos de la finca”.
“Pero fue el General Francisco Villa quien revolucionó el uso militar del ferrocarril. Villa, adelantándose a su tiempo, llegó a contar en sus trenes militares, hasta con cuarenta furgones habilitados como hospital. Esmaltados de blanco por dentro, con los últimos adelantos de la época y con el instrumental quirúrgico necesario. A esos hospitales ambulantes situados en la retaguardia, eran trasladados y atendidos todos los heridos, incluso los del bando contrario.
“El general Villa también destinó un furgón de ferrocarril a la empresa cinematográfica Mutual Film Corp., la cual durante 1914 filmó en los campos de batalla una película con el tema “Villa y la Revolución”.
“Pancho Villa reclutó para su causa a muchos ferrocarrileros y precisamente uno de ellos, de nombre general Rodolfo Fierro, fue su brazo derecho y su más fiel colaborador y soldado”.
Elena Poniatowska grafica como nadie toda la épica de los ferrocarrileros mexicanos. Nunca dejó estar al lado de ellos, en todas las épocas, en tiempos tormentosos y en los días calmos. Su libro no es una simple calificación descriptiva del ferrocarrilero mexicano, más bien trató de ir a buscar y graficar esa identidad. A cada paso halló lo real maravilloso de esa unidad. Como decía Julio Cortázar: lo fantástico hay que encontrarlo no saberlo. Elena fue en su búsqueda, lo encontró luego lo retrató en su obra: El Tren Pasa Primero.
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