La cárcel puede ser vivida como un espacio de combate
(APL) Grandes pasiones impulsaron, y aún lo hacen, sus acciones de vida comprometida por las que padece y goza. Entre ellas, el derecho de los vulnerables, las artes, la docencia, la Revolución y la salud mental. Permanentemente recibe reconocimiento popular en el campo de la Cultura y los Derechos Humanos. Es que Zito Lema (74), pertenece a esa generación que se jugó con el cuerpo y el alma, por sus sueños y convicciones. Fundó y dirigió hitos históricos del periodismo vanguardista: Revista “Cero” (1964-1967), “Barrilete”, “Talismán” (1969), “Liberación” (1970), “Nuevo Hombre”, “Crisis”, por enumerar las más destacadas. Su labor incansable se aprecia en diarios, suplementos culturales como “La Maga”, “Sur”, “Liberación”, entre otros. Conduce y dirige el programa televisivo “Épocas” que se emite a través de “Barricada TV” en IMPA, La Fábrica recuperada, donde es fundador de la “Universidad de los Trabajadores”. Periodista, dramaturgo, autor y director de teatro, actor, abogado, docente, convive con el arte, la salud mental, el activismo social y la sufrida condición de ser hincha de Racing Club.
Por Alicia Susana Gómez
ASG: -En la primera edición de La Gazeta de Buenos Ayres, Mariano Moreno incluye el fragmento del historiador romano Cornelio Tácito: “…con la rara felicidad de los tiempos que pensar lo que quieras y decir lo que piensas está permitido”. ¿Qué implica para vos ejercer el periodismo?
VZL: -Implica uno de los oficios más complejos que pueden presentarse en el mundo actual, y hasta me remontaría a la propia existencia del periodismo: Siempre fue complejo. Una de las características de esta complejidad está dada por la relación que, históricamente, el periodismo tuvo con el poder. El periodismo incide en lo que se podría llamar la conformación de la conciencia social, del pensamiento de una sociedad histórica determinada. El periodismo incide sobre las conductas públicas y entonces hay conflictos. El conflicto es parte de la propia existencia.
ASG: -¿Cuáles son los poderes en pugna?
VZL: -Por un lado el poder político, económico, cultural. Por otro lado, el del trabajo, la materialidad de pensamiento, de ideas. Si se plantea desde la independencia del periodismo frente al poder, es automática la generación de conflictos. El poder, por naturaleza, intenta reproducirse. Y para hacerlo tiene que asegurar su existencia. Y para asegurar su existencia, históricamente ha tratado de no recibir críticas que pudieran horadar su estructura de poder.
ASG: -¿De qué manera se manifiesta el conflicto entre poder y periodismo?
VZL: -El periodismo tiene influencia social; en las conciencias; en la formación del sentido común de la gente. Y, en la medida que van por dos caminos diferentes, que pueden ser paralelos pero también pueden estar enfrentados, pueden darse la posibilidad que acompaña la propia historia: Que el poder avance sobre el periodismo tratando de sofocarlo, reprimirlo, ponerle límites, marcarle espacios,ejercer las distintas formas de censura. Una censura abierta, profunda, o que puede ser más larvada, o provocar autocensura. La historia marca, deja experiencias desde el propio ejercicio de periodista.Muchas veces, para evitar entrar en conflicto directo con el poder de la época, el periodismo ha tenido lo que podríamos llamar una “adaptación pasiva” a esa realidad social. Realidad siempre marcada, insisto, por la existencia de un poder. Esa adaptación pasiva puede llevarlo a la desaparición como verdadero periodismo.O a una forma de practicar una pseudo independencia que, sin enfrentarse directamente al poder, no lo contradiga en lo que es la esencia de su existencia y de su estructura.
ASG: -¿Cómo analizás la relación histórica Periodismo / Poder?
VZL: -Se dan distintas formas en esta relación histórica entre el poder y el periodismo: O un periodismo que a veces participa de la idea, de los intereses del poder y se convierte directa y abiertamente en un instrumento más, o un periodismo que, en relación a su conciencia, su ideología, la defensa de ciertos sectores sociales, intereses económicos, lecturas culturales del mundo, se enfrenta abiertamente con el poder. Porque, además, quiere contribuir a que desaparezca o cambiarlo por otro poder. Estamos ante dos grandes extremos: Un periodismo que es parte de ese poder, o uno que, abierta y decididamente, es su enemigo. En el medio aparecen muchas otras posturas: Algunos, intentan convertir al periodismo en algo absolutamente independiente de todo poder. Otros, están con el poder de turno. Los que lo enfrentan para instalar otro poder e intentan plantear una línea de independencia total, sólo guiado por lo que se podría llamar “la conciencia de los periodistas”. Pero ellos también tienen los límites que los periodistas tienen de pensar el mundo. Muchas veces se sienten parte de un proyecto político, o de una ideología. Es decir, es casi imposible imaginarse que alguien que exista en una sociedad tenga una lectura absolutamente neutra del mundo: Nadie la tiene. De una manera u otra, el periodismo siempre está marcando una línea editorial que responde a una ideología abiertamente política, o no tan abiertamente, pero que responde, insisto, a la conciencia, la manera de entender la realidad social, económica, política, cultural que tienen esos grupos periodísticos.
Otra forma de periodismo pretende ser sólo una fuente de economía, de producción de bienes materiales. Entonces oscilan de una postura a otra porque el verdadero interés es obtener réditos económicos particulares. En lengua simple, uno dice “están vendidos al mejor postor”. No les interesa, en definitiva, ni la postura económica “a”, ni la que la contradiga. Navegan entre las aguas buscando como objetivo final el enriquecimiento o, mínimamente, la propia subsistencia. Pueden, entonces, decir una cosa, o decir otra, o callar todas las cosas, o hasta desvirtuar los sucesos de la realidad directa, ya no por ideología, sino por una cuestión estrictamente de interés económico. El periodismo es una fuerza social y determinadas formas de ejercerlo se verán siempre en conflicto.
ASG: -¿En qué momento supiste que nunca más ibas a dejar el periodismo?
VZL: -Cuesta hablar de uno por fuera de su momento histórico y de los vínculos y las relaciones que se dan porque la manera en que yo he hecho periodismo siempre estuve ligado a otra gente. A proyectos en los que era una parte más de ese grupo. Y también es cierto que, salvo algunos momentos en que tuve más participación en grandes medios, donde los vínculos son, más bien, profesionales, en realidad la mayor parte del periodismo que desarrollé lo hice siempre ligado a otros compañeros, con los que compartía un proyecto editorial, cultural o de derechos humanos, o un proyecto político. Entonces, todas estas historias mías y las medidas que tuve que tomar en relación a mis propios conflictos frente al poder, muchas veces fueron resueltas a nivel grupal. Hablo por ejemplo de la Revista Crisis. Esa revista que editábamos junto con Federico Vogelius, Eduardo Galeano, Juan Gelman, Aníbal Ford. La revista nace y se instala con un gran entusiasmo, en momentos diríamos de “relativa libertad” para el ejercicio. En la medida en que cambian las relaciones políticas, la vigencia de una estructura de terror parapolicial, terrorismo de Estado, sufrimos el acoso; primero, de la Triple A y después, lisa y llanamente, de la dictadura, hablo de la del ‘76. Viviendo bajo amenaza de muerte, o de prisión tuve que tomar resoluciones, pero las hice siempre a partir de priorizar lo que podría llamarse “la aventura de mantener vivo nuestro medio de comunicación” y, por lo tanto, tomando resoluciones en forma grupal. Por ejemplo cuando con Crisis nos vemos muy acosados y perseguidos, comprendimos que a algunas de las personas que estaban con nosotros, se les hacía imposible permanecer y las apoyamos cuando decidieron retirarse. Fue el caso de Gelman, que partió a Europa porque lo iban a matar. Después, la situación se fue agudizando y también convenimos en que Eduardo Galeano se fuera porque era uruguayo y se sentía más endeble, estaba más puesto en la mira. Y quedé al frente solo de todo ese colectivo inicial. Pero también, viendo la imposibilidad, volvemos a reunirnos en grupo. Más tarde, lisa y llanamente, perseguidos por la dictadura militar en la última etapa, tenemos que cerrar la revista antes que nos secuestren y nos asesinen a todos. Es decir; primero privilegié, aunque cueste creerlo, el espacio de comunicación que tenía y, cuando vi que no podía seguir con la revista y, sumado a eso, mi expulsión de la Universidad, las campañas que se hacían contra los intelectuales, los periodistas, los artistas de la época, donde uno de los que era puesto, abiertamente, como “cabeza” de lo que ellos llamaban “la subversión cultural” era yo, ya no quedó otra posibilidad que irme al exilio. Buena parte de mi vida como periodista fue una etapa histórica donde saltábamos de una dictadura a otra. Entonces hice casi toda mi carrera de periodista en épocas en que los momentos de democracia o de gobiernos constitucionales, eran menores en relación a los años de dictadura. Y siempre viví acosado por las dictaduras. Ejerciendo la profesión desde una manera muy particular. En los bordes de la legalidad.
ASG: -¿Qué caminos tomaste cuando prohibían tus publicaciones?
VZL: -Cuando el poder me las quita, yo no he hecho cosa que dejar ese espacio, hacer otra actividad, política, cultural y esperar el momento en que me podía inscribir en algún otro que también empezaba así: En los bordes de la legalidad, hasta que me cerraban. Mi historia en el periodismo fue trabajar en los bordes, sabiendo que, tarde o temprano, me iban a echar.
ASG: -¿Considerás eficaz la lucha clandestina?
VZL: -Yo privilegié siempre la lucha a cara abierta. Creo que soy una excepción, de los que pudo hacerlo y quedó vivo. Varios de mis compañeros con los que compartimos esta manera de hacer la cultura, el periodismo, la literatura, el arte, fueron asesinados o desaparecidos. En mi caso, el castigo fue el exilio. Pero también debo reconocer que durante varios años estas tareas pude cumplirlas aquí. Como abogado, defendiendo presos políticos en la etapa de las peores dictaduras. Y no me mataban porque, para la formalidad del poder, los presos tenían que tener alguien que los defendiera. Cuando ya, por defender a muchos, y por tener notoriedad, el gobierno de turno, la dictadura de turno se sentía mal, me respondían poniéndome bombas. Cuando me perseguían, tenía que dejar ese espacio porque me iban a matar. Pero la tarea como abogado de presos políticos, como defensor de los derechos humanos, la intenté hacer siempre abiertamente. Como profesor en la Universidad, es público que las clases mías eran una exaltación de la libertad y un enfrentamiento a la dictadura. Y la dictadura me dejaba un momento. Cuando veían que, para ellos me convertía en algo intolerable, me iban a buscar, o me echaban de la Universidad. Y con los medios de comunicación, igual. Es decir, toda mi vida ha sido desde la legalidad desde un espacio académico. Por qué no decirlo, un intelectual, un artista, enfrentado al poder pero dando la cara. Cuando el poder veía que mi obstinación le molestaba, me echaban de ese espacio y yo trataba de ver si me incluía en algún otro y, poco a poco, iba cobrando cada vez notoriedad hasta que, de vuelta, otra vez, un castigo. En todo ese intervalo, puede verse de vez en cuando, que me pegaran un tiro como el que me pegaron en una pierna, que me pusieran bombas, como varias veces me las han puesto, o que clausuraran los medios en los que trabajaba, o me expulsaran de la Universidad. Pero yo siempre, fiel a lo que había elegido: Enfrentar al poder y, en especial a las dictaduras, desde un espacio de la legalidad. Que no quiere decir que sea el único, ni que sea posible siempre.
ASG: -En aquella charla en la Universidad, donde se encontraba la madre del Che, las fuerzas parapoliciales irrumpieron con disparos a mansalva: ¿Qué nos podés contar de tu actitud heroica al cubrirla con tu cuerpo y recibir dos balazos?
VZL: -No. Yo nunca lo vi como un acto heroico. Si no me llamaran “machista”, puedo decir que fue un acto de caballero. Soy parte de una generación que teníamos la idea: Los hombres debíamos proteger a las mujeres. Quizás eso suene mal para esta época, pero para mí es normal. También es cierto, que en estas circunstancias estaba el cariño, el respeto profundo que siempre sentí por Ernesto Guevara hace que, si está su madre, que además yo sabía que estaba muy enferma, también sintiera que tenía que hacer algo. Y por el vínculo que tenía con quien, para nuestra generación, era como el hermano mayor. Yo no voy a hablar de héroes, ni nada de eso: Era nuestro hermano mayor.
ASG: -Vicente, conociéndote, me sorprende que casi toda la entrevista la sostuviste en tiempo pretérito, siendo que todo lo que decís, lo seguís practicando…
VZL: -Es cierto que sigo haciendo todas esas cosas, pero también es cierto que hay momentos históricos, existen edades que, nos guste o no, sin perjuicio que uno tiene proyectos de vida, también tiene la obligación de mirarlo desde el espacio histórico en que vivió. Yo en estos días voy a cumplir 75 años. Trabajo en estos asuntos desde los 20. Son 55 años de mirada, de práctica, de investigación de una realidad social. Tengo claro que tengo unos años más de vida y de participación pero, vistos en la totalidad, soy un hombre marxista en sus ideas, en su concepción del mundo, no me aterra la muerte, ni la vejez, ni la historia: Son parte de la historia. Por lo tanto tengo claro que la mayor parte de mi propia historia la he cumplido.
ASG: -Retrotrayéndonos a las publicaciones “Cero”, “Talismán”…
VZL: -Y te podría agregar, Nuevo Hombre, Crisis, El Siglo, La Maga, Cara a Cara con la Cultura, Locas, Cultura y Utopía, son tantas de las revistas que, de todas ellas, fui director.
Y nombres como Gelman, Bustos, Santoro, Juan L Ortiz, Walsh, Urondo, Gelman, Conti
ASG: -¿A quiénes convocarías hoy para conformar un nuevo grupo de trabajo?
VZL: -Y, bueno, casi todos los que nombraste son personas que ya no están. ¡ Si yo pudiera traerlos ! Hoy elegiría gente muy joven. Porque creo que uno tiene que tratar, en la medida de lo posible, de transmitir lo que uno aprendió. Especialmente digo esto porque yo tuve maestros. Trabajé con Enrique Pichón Rivière y Enrique tenía más de 70 años, yo estaba por cumplir 30. Tengo conciencia de lo que es trabajar con un maestro y también de la obligación que tienen los maestros de transmitir sus saberes.
ASG: -Algunas palabras para los presos y cautivas que van a leer esta nota.
VZL: -Sí, quisiera decirles que también la cárcel puede ser vivida como un espacio de combate. Hay un poema de Gelman en relación al exilio, cuando había tanta disputa si estaba bien quedarse, o si estaba bien exiliarse. No lo recuerdo exactamente pero en general dice “que no importa si estamos afuera, en el exilio o estamos dentro, en el exilio interior. De lo que trata siempre es de resistir”. En esa misma línea, yo alguna vez he escrito: “Cualquiera sea el espacio de combate, de lo que se trata es estar vivo frente al poder. De sentirnos que, ya sólo con la conciencia de estar vivos, estamos combatiendo a ese poder. Porque todas las formas de castigo, son siempre formas de muerte. La lucha es eterna entre la vida y la muerte. Y, mientras hay un pedacito de vida, la lucha debe ser continuada.
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