Por Nicanor León Cotayo
Luego del triunfo de la Revolución de 1959, Washington fabricó una imagen: cubanos huyendo de su nación.
La abierta o implícita versión exhibió desde entonces a la isla como un Infierno sacudido por la “represión comunista”.
A partir de ahí han sido múltiples las historietas montadas por el Norte respecto a perseguidos que buscan la libertad.
Sobre quienes mueven esas maquinaciones políticas y su gran negocio acompañante, ni una sola palabra.
Pero un hecho reciente volvió a desenmascarar parte considerable de la ficción tejida alrededor de los supuestos acosados que huyen de Cuba.
En realidad ese complot ha involucrado, desde importantes funcionarios estadounidenses, hasta rufianes de muy baja catadura.
Hace cuatro días, el primero de julio, un juez del distrito sur de la Florida, José E. Martínez, condenó a 20 años de prisión al ciudadano Antonio Comín, de 56, residente en el condado Miami-Dade.
Al reo le comprobaron que dirigió una extensa red de tráfico de inmigrantes cubanos que, según la Fiscalía Federal, hacía llegar a suelo norteamericano.
Según adelantan, irá a la cárcel por inducción de extranjeros para entrar a Estados Unidos y comercio humano para lucro personal.
De acuerdo a sus antecedentes, en enero de 2012 su red logró llegar en una embarcación a los cayos de la Florida con 29 cubanos a bordo.
Uno de ellos, Rogelio Martín Hernández, había sido deportado a La Habana tras cumplir en aquel país una sanción por tráfico de cocaína.
Nueve meses más tarde, Comín fue capturado por autoridades norteamericanas cuando, llevando a 21 inmigrantes cubanos, su navío se quedó sin gasolina cerca de Bahamas.
Pero no solo ese tipo de malhechores han tomado parte del referido tráfico humano, por lo general vendido a los medios como fuga del “comunismo”.
También otros al estilo de Hermanos al Rescate, un apéndice de la ultraderechista Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), con sede en Miami.
Ese grupo, creado supuestamente para auxiliar a personas que abandonaran la nación vía marítima, fue mezclado con actividades de narcotráfico.
Gracias a tres aviones norteamericanos que con esa noble excusa les viabilizó Ileana Ros-Lehtinen, lanzaron reiteradas provocaciones contra la isla.
Y todo enlazado a tentadoras promesas de la Ley de Ajuste Cubano, que Washington suscribió el dos de noviembre de 1966 para estimular las salidas ilegales desde la nación caribeña.
Como parte de una historia más reciente, el 21 de junio último el Departamento de Estado incluyó a Cuba en su lista de países que no cumplen las pautas enfiladas a evitar el tráfico humano.
Al responderlo, su Cancillería afirmó que Estados Unidos es uno de los países del mundo “con mayores problemas de trata de niños, niñas y mujeres”.
También dijo que no tiene moral para hablar del tema, pues dentro de su propio territorio cada año ese tipo de tráfico llega como promedio a unos 200 mil norteamericanos.
He ahí otra muestra de la inmensa telaraña propagandística esculpida alrededor de Cuba y su realidad.
Junto a ella, términos como “embargo”, “exilio”, “disidentes” y otros por el estilo, pero habrá tiempo para desnudarlos.
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