Literarias Nº 7 Hoy sale bien temprano este tour literario. Los pronósticos del tiempo auguran lluvia y con el mate en la mano, será un día especial para d...

Literarias Nº 7

Gacetillas Lliterarias

Hoy sale bien temprano este tour literario. Los pronósticos del tiempo auguran lluvia y con el mate en la mano, será un día especial para dedicarlo a la lectura.

Palabra en el MundoEsperamos que sea el incentivo para que comiencen a enviar sus poesías para el VIII Festival Internacional de Poesía que comienza mañana y que reflejaremos en las próximas dos ediciones de estas Gacetillas. No hace falta ser poeta o escritor, simplemente sentir lo que se escribe pues eso es lo importante. Expresar lo que se percibe, aquello que va girando a nuestro alrededor sin tiempo ni lugar. Tal vez sea el comienzo para muchas y muchos en este arte, que solamente requiere papel y lápiz o un simple teclado de computadora.

Les recordamos que deben enviarlas a gacetillasar@gmail.com para, luego, proceder a su publicación.

Con poemas de Gabriel Impaglione, Alicia Susana Gómez y Horacio Mantiñán junto con la prosa exquisita de Nechi Dorado, sale esta nueva expedición de letras que, a continuación, comienza el Prof. Juan Carlos Sánchez, nuestro Director Editorial.

Callecitas

Villas

Pibes corriendo van por esa calle angosta,
en el medio del barro,
luego de la feroz tormenta
y juegan, se trepan al carro.

Van y vienen, una mujer encinta,
un hombre buscando, en su memoria, aquel cerro
mientras mira el paisaje de gris chapa e intenta,
una vez más, el desafío de escapar al encierro.

El agua fluye y el fétido olor inunda pero no asusta,
ya se hizo costumbre, se ahuyenta a puro cigarro
y se camina con viejas zapatillas para buscar esa camioneta chata
o el colectivo que acelera a boca de jarro.

Son las villas, donde la pobreza es una amplia orquesta,
que supo ver el Padre Mugica, con su vestimenta en pleno desgarro,
quienes gobiernan sus destinos para sus negocios, en partitura funesta,
mientras sus habitantes acampan, esperando salir del destierro.


XXI

Nacimiento


Por Gabriel Impaglione

nacimiento amor

Tú y yo hemos despertado de un siglo oscuro,
en algún intersticio de claridad herida nos erguimos.
En dura medianoche o mediotiempo a medias
a mitad de hora entre sombra y tiniebla.

Fue quizá temblor que rompió el viento
lo empujó hacia otras rutas, o golpe de timón
en la nave del sueño en deriva lenta.

La tierra se abrió como la noche en el sur, silente,
alada en su victoria, y el universo desnudo
en la hora ingobernable nos llamaba.
Voz de agua trazó la ruta de un mundo al otro.

No teníamos más urgencia que el destino nuestro.
Ni trepando a otro viento, por este o aquel
barco, aquella ola, esos pájaros. Ninguna muerte.
Todo conducía a ti y tú venías.

Con brisa de luz fue disuelto el agrio rumor
que transpiran los muros rigurosos,
el mar tuvo nombre entonces, hora y nueva orilla
y allí fuimos creados, en la ronda de una danza

oceánica, en la inmensa ciudad de las mareas
nos dieron ojos y manos, nos otorgaron identidad,
los atributos de la sangre. A ti cetro y corona de oros
marinos, a mí esta herramienta de fuego y agua

y desde allí bajamos a la tierra para amarnos
desnudos, temerosos de la vida todavía, vinimos
para recobrar lo que nos pertenece,
para hacernos infinitos.

"Giovannia" (El perro y la rana, Caracas, 2012)


Ella, esa, aquella


Por Nechi Dorado

ella

La mujer sigue allí, en la misma esquina donde algún día incierto naufragaran sus años que con seguridad fueron más vegetados que vividos. Nadie la reconoce por su nombre o apellido, para todos ella es simplemente ella, esa, aquella, cuando no, la rotosa, la mugrienta, la vieja loca, según la percepción de quienes la observen. Sobre todo para los afortunados de la vida, esos que suelen sonreír de costadito en tanto van buscando deficiencias ajenas.

Es comparable a un despojo, sobreviviente herrumbrado de un tiempo tal vez vivido a tropezones, imposibilitada para salir de su botella añeja donde los años taponaron su existencia. Transcurren sus horas entre la monotonía que envuelve lo repetitivo, circundada por el chasquido agudo de frenadas bruscas y bocinazos propios de alienados habitantes de una jungla de cemento, que pasan a su lado ignorando la imagen que refleja tanto patetismo. Ella tararea el Bolero de Ravel mientras sus huesos se desparraman sobre un escalón de mármol con el que comparte decrepitud.

Algún alma piadosa, conmovida por lo armonioso de su voz, deja caer algunas monedas junto a los pies donde cohabitan callos y durezas como gemas engarzadas en los herrajes de sus dedos huesudos.

Palomas que anidan en gárgolas de cemento bajan a picotear las miguitas que se escapan de su boca desdentada. La mujer, por momentos dormita un sueño estéril, recurrente, como esperando alguna respuesta que nunca llegó.

Lejos del lugar, muy lejos, en una dimensión inexplorada donde la sinrazón convive armoniosamente con la mística, dan la bienvenida a nuevos santos recién ascendidos que treparon por peldaños de oro con incrustaciones de diamantes, extraídos de las entrañas de una tierra marginada que no parecería existir si no fuera por los mapas.

Siguiendo la teoría científica que afirma que el peso de las almas es muy inferior al de los cuerpos vivos y prosiguiendo con la lógica no metafísica que indica que en la bóveda celeste no hace falta riqueza, uno se pregunta por qué esa escalera apunta hacia arriba y no al contrario como para evitar la existencia de esa gente en situación de súplica constante.

Los nuevos bienaventurados, profesionales expertos en ejercicios de abstracción del mundo real donde han estado, habiendo sido ni más ni menos que eslabones de una cadena larguísima de responsabilidades no asumidas, por ahí, con suerte, en algún tiempo dirijan sus miradas hacia abajo. Ojalá pudieran hacerlo antes de que termine el proceso de putrefacción de las almas insensibles que aglutinaron en su paso por la vida.

Pienso en ella, esa, aquella, la rotosa, la mugrienta, la vieja loca, mientras espero mi turno en la cola del banco. Siento como si estuviera padeciendo un brote alucinatorio. Comienzo a juntar palotes, círculos y semicírculos, tildes, puntos y comas, los acomodo, los pongo aquí, los saco, vuelvo a ponerlos allá, los rompo, los dibujo nuevamente, los tacho y los rehago hasta que al fin logro unirlos como piezas de un rompecabezas del absurdo. Si logro formar la masa como pretendo, irá a parar al horno donde se cuecen las palabras junto a las horas de los días desperdiciados.

Mientras tanto la mujer, como una cosa que dura en el núcleo de la selva cementada, seguirá esperando como siempre, nada.


Piedras


Por Alicia Susana Gómez

piedras


…dos caminos tentaban:
Uno, apenas inclinado hacia adelante
bordeado de flores
mariposas de luz girando al infinito.
Otro, en dirección contraria
Con piedras grises, negras y granates
desparejo, desierto de destino
ofrecido entre nubes de aguaceros.
Aquel, el sol del horizonte
formando un arcoíris
en un blanco final.
Un lago de aguas dulces
a la sombra de tilos perfumados
en un bosque frutal de aromas cálidos
reaseguro de la travesía.
Éste. Sin haz de claridad en punto ciego
tallos de espinas en rosales yertos
altos muros que ocultan si hay detrás
y un esbozo al final, indefinido.

No hay qué pensar, me dije:
Si voy a transitar prefiero
la sorpresa,
lo logrado y su costo,
ver florecer un brote repentino,
hurgar lo oscuro hasta alcanzar blancura,
fundirme entre cenizas,
crear el fuego,
hacer, a ver un transcurrir sin desafío,
jugarme en causas nobles
y arrojarme sin red.

Al final de la vida siempre hay duelo
que puede revertirse trascendiendo:
El obstáculo puede ser atascadero
o atasque la belleza de no hacer.


El día y la noche


Por Horacio Mantiñán

dia y noche


La tarde almorzó con un vinito tinto,
durmió tarde la siesta
y se quedó dormida.
Llegó apurada a su trabajo,
a los gritos de pájaro
y rempujando al día,
como arreando ganado.
(El Sol no le da bola,
hace la suya,
se cree el rey)

Rápido acostó al día,
lo arropó en el catre del oeste,
contra el horizonte,
y lo arrulló con un cuento corto
y lo tapó con una frazada gris oscuro.

La noche llegó lenta,
puntual,
imponente.

Calló a todos con su silencio,
la Luna pasó sin hacer ruido navegando por ella
alegrando a las estrellas,
que se alegran en brillo
y que sonríen por unas horas.

Y tras el tiempo
que hablan los jazmines,
los amantes
y las mareas se desmarean,
va llegando la madrugada.

A diferencia del día
que se va sin pelear,
la noche que es mujer
se para de manos
afila Lunas y poemas y pelea,
pero cada noche,
un instante antes del amanecer,
pierde la batalla
y herida de muerte empieza a sangrar luz,
y se muere gritando rocíos y
jurando venganza.

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