Noches mágicas hay pocas. La del pasado viernes fue una de ellas. Fue unir corazones para colaborar con quien más lo necesita y de paso, disfrutar de la calidez de la trova.
Muchas y muchos pudimos escuchar a las y los trovadores que, esta vez, estaban todos juntos. Y vale una necesaria aclaración. La idea partió de Alejandro Jusim y luego se complementó con el "metiche" de Ale Costa para hacer realidad este sueño compartido.
Si bien el cielo lloró a raudales por instantes, pronto lo olvidamos en cuanto comenzó la trova solidaria. Las voces y las guitarras inundaban el local de la calle Puán, en el medio de ese silencio que solamente se sabe dar a los verdaderos artistas. Ocurre que lo popular suele dar ese aroma particular, ese sonido especial que pocos saben escuchar y comprender.
Ellas y ellos viven de sus recitales y de sus discos, de sus CD que van navegando en el interior del estuche de la guitarra o en el bolso o cartera que suelen acompañarlos en cada recorrido musical. Y no se trata solamente de pagar una entrada, que resulta válido para esas ocasiones, sino también de adquirir sus discos. No viven de la música, sino de su trabajo personal en los más variados oficios. Muy pocas y pocos pudieron entreverarse, de alguna manera, para vivir de lo musical.
Para nuestro medio, este tipo de acciones son noticia. Para otros, simples vanalidades que no vale la pena difundir. Momentos antes de comenzar, charla mediante, dábamos cuenta de la verdadera razón de ser de Gacetillas Argentinas: jamás va a ser comercial porque sostenemos que la información es un derecho y no, una mercancía más. Por ende, la solidaridad y las expresiones artísticas que no son difundidas tienen aquí su lugar.
Estar allí fue algo maravilloso. Lo disfrutamos. A pleno. Y esperemos que no falte ocasión para que se repita. Aunque resulta necesario que ello se transforme en realidad, para olvidarnos un poco de los males del capitalismo que sigue matando...
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