Por Julio C. Gambina
Los precios vienen subiendo con fuerza, desde hace años, por lo menos desde 2006 / 7, acelerados en el último tiempo, 2012 / 13, y especialmente este verano, desde diciembre del 2013.
Se trataba de un fenómeno ajeno al INDEC, y al final, el organismo de las estadísticas, previo acuerdo metodológico con el FMI, reconoce ahora una elevación de precios minoristas para todo el país. El indicador de enero de 2014 registró un aumento de precios minoristas nacional urbano de 3,7 %, lo que anualizado significa una cifra descomunal, que preocupa a la mayoría de la población. Es una realidad que afecta seriamente a quienes perciben ingresos fijos, aún con ajustes, los que corren detrás de aumentos considerables de la canasta de consumo cotidiana.
Primero aumentó el precio del dólar, y luego el resto
Pero convengamos que la aceleración de precios se convalida con la devaluación del último tercio de enero, impactando en el ascenso de precios, con o sin justificación en los costos de producción. El ciclo de aceleración de los precios tiene un momento de inicio con la corrección del precio de las divisas. El dólar tiene precio y se comercia en el mercado, el oficial, el turístico, el contado con liqui, o el ilegal. Son todos mercados, ámbitos de intermediación entre compradores y vendedores.
Ese aumento de precios, es en muchos casos costo de producción, por eso se aceptaron aumentos a la línea blanca del 5 %; a los electrodomésticos del 7,5 %; o a las naftas del 6 %, entre otros aumentos autorizados por las autoridades económicas. Como admitió el propio Ministro, “algunos aumentaron por las dudas”, “por si las moscas”, dando cuenta de la anarquía del mercado capitalista, donde los oferentes aumentan si el mercado comprador demanda.
Lo que decimos es que el precio del dólar disparó otros precios en la economía, generando grandes beneficiarios y otros muchos, más por cierto, perjudicados. Para que se entienda: todos los que compraron dólares a 6 ó 7 pesos cuando la divisa cotizaba por debajo y el gobierno aseguraba que no devaluaría, ganaron una importante suma por haber anticipado el mayor precio convalidado por la devaluación. Otro ejemplo: los bancos fueron esta semana obligados a desarmar sus posiciones en activos financieros, y lo hicieron al precio actual de mercado, en torno a 8 pesos por dólar. Son activos adquiridos en el último tiempo y que permitieron a los bancos ganar en rentabilidad y estamos hablando de casi un tercio de los activos bancarios. Ni hablar de los exportadores que ahora liquidan o anticipan a un valor que demandaban hasta hace poco y les era negado.
Podemos seguir, pero queda claro que especuladores, bancos y grandes productores y exportadores hicieron la diferencia a costa de la mayoría de la sociedad. Es la lógica mercantil capitalista, nada más y nada menos, la ley del valor que se abre paso en las relaciones sociales.
¿Qué pasa con el precio de la fuerza de trabajo?
El gran interrogante es que pasa con el precio de la fuerza de trabajo, o sea con los salarios o ingresos populares. Los últimos datos que tenemos, que surgen de un estudio de la Fisyp con información del Ministerio de Trabajo destaca que el promedio de los trabajadores privados registrados alcanza a 7.393 pesos a marzo del 2013; pero que el promedio del conjunto de los trabajadores asalariados plenos, estatales y privados, perciben 5.211 a junio del 2013, como consecuencia de 5.735 pesos mensuales los registrados y 3.686 pesos, los no registrados. Son ingresos que no se movieron esencialmente desde entonces hasta ahora, y explica porque varios sindicatos discutieron, y algunos lograron, una suma fija en torno del fin de año.
Existen voces que llaman a la cordura a los sindicalistas ante las próximas negociaciones colectivas de salario y condiciones de trabajo. Incluso con argumentos políticos para evitar males peores, desde un próximo gobierno a la derecha del actual, o la posibilidad de la recesión y su secuela de crecimiento del desempleo. Otra vez el chantaje de cambiar salario por empleo. Recordemos la importante expansión del empleo luego de la recesión 1998 - 2002, lograda sobre salarios más bajos que el promedio histórico de las décadas anteriores. Incluso, pese a la reducción del desempleo, no se logró bajar el elevado nivel que presenta el tercio de trabajadores en situación irregular, dando cuenta de la impunidad empresarial. El legado es más empleo, con salarios bajos en promedio y elevada informalidad, crecientemente estructural, ya no coyuntural.
¿Puede tener éxito el chantaje sobre los trabajadores? Existe una fuerte presión patronal gubernamental que convoca a la responsabilidad, obviando el pecado original de la devaluación y el incremento de los precios realizados con antelación.
La inflación pasada está en torno al 30 %, lejos del indicador del INDEC, que ahora se discontinúa. ¿A cuánto llegará la inflación del 2014? Pareciera que el INDEC intenta ahora acercarse con registros más realistas, lo que supone la aceptación de un diagnóstico de inflación. Es cierto que desde la política económica se busca, luego de la devaluación y ciertos permisos para aumentar precios, contener la escalada de precios. Para eso se acude a los “precios cuidados”, menos de 200 productos en zona metropolitana y solo en grandes cadenas que fueron parte del acuerdo voluntario y transitorio, siempre en estudio por ajustar. También se promueven otros acuerdos, con bienes de fuerte impacto en el consumo cotidiano. Todo con la expectativa que la mayor oferta de divisas por liquidación de exportaciones, quizá por ingresos de inversiones externas o por nueva deuda, puedan contener las demandas por una nueva devaluación que reanime el ciclo alcista que intentamos explicar.
Con este marco, el 30 % es el mínimo para nivelar la inflación pasada. ¿Cuánto entonces para anticipar los aumentos del 2014, empezados con el 3,7 % de promedio? Por eso algunos imaginan negociaciones de un año y si se puede de más larga duración. El año pasado los sindicatos de docentes universitarios, sin acuerdo de la CONADUH, aceptaron actualizaciones que traspasaron el año. La realidad impone achicar el tiempo de validez de cualquier acuerdo, asumiendo su parcialidad en función de la evolución del conjunto de la economía, donde no solo tallan los precios, sino también la recesión potencial y el desempleo.
El conflicto es el nuevo escenario de la lucha política
No resulta extraño si anticipamos un tiempo de exacerbación del conflicto social por los ingresos.
Las convenciones colectivas inciden sobre los ingresos del tercio irregular, de los tercerizados y el conjunto de la informalidad.
Por eso, el conflicto generado desde los trabajadores de mejores ingresos convoca a la solidaridad de una mayoría con ingresos más bajos, incluso pasivos y perceptores de planes sociales.
El conflicto atraviesa a todo el movimiento de trabajadores, cercanos o no de la identidad en el gobierno.
Los intereses por mejorar ingresos empujan a la conflictividad, aun cuando haya quienes convoquen a la responsabilidad o la obediencia para que el salario sea el ancla de la inflación, y en definitiva, la carta del ajuste en curso.
No es más que el capitalismo, el sistema sustentado en la explotación de la fuerza de trabajo. Por más que se argumenten buenas intenciones, la carga de la crisis es siempre soportada por los trabajadores. Si se pretende cambiar la historia no queda más remedio que pensar y actuar en la crítica al capitalismo para transformar la realidad.
Fuente: Blog del autor
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