Por Lic. Jorge Garaventa
Variaciones acerca de la impunidad en el juicio marplatense por abuso sexual infantil
La necesidad de castigo sólo se sostiene en esta exigencia de mantener la obra de cultura y de civilización, para garantizar las condiciones metapsíquicas de la vida psíquica para que cada uno pueda vivir con suficiente goce de placer, amor, juego, trabajo, pensamiento, creación. El castigo cierra el paso a la venganza, fundamento de la repetición del crimen, activador de procesos de disociación social.
Por el contrario la impunidad busca su resolución por la repetición y la retorsión, o la autorretorsión, es decir, la destrucción sin fin.
Rene Kaës
La no sanción del crimen impide que la Justicia y la ley cumplan las funciones de reparación simbólica, normatividad y cohesión social. Se han modificado por lo tanto hábitos, definiciones de lo permitido y lo prohibido, de lo lícito y lo ilícito a las que se suponen deben responder universalmente los miembro de la comunidad...
Los efectos de la impunidad pueden quedar luego escenificados y desplazados a situaciones alejadas de las originarias.
Lucila Edelman - Diana Kordón
El profesor Cara Melo estaba lejos de sospechar la profunda maldad que pueden albergar los niños cuando se los priva del cumplimiento de sus caprichos. Sereno llegó aquella mañana, mal suponiendo que lo ocurrido la clase anterior ya era olvido. Nunca pensó que prohibirles jugar con las figuritas de Pokemon y las Chicas Superpoderosas para poder desarrollar su rutina generaría tamaña maniobra vengativa.
¡ Cuán benévola resulta hoy la calificación de perversos polimorfos con que Freud nominara a los niños !
Jonatan levantó el cuello de su guardapolvito azul y blanco a cuadritos, para no ser fácilmente reconocido y se dirigió a la zona de los baños. Maia, advirtiendo el casi imperceptible movimiento de sus cejas lo siguió.
Hablé con mamá, dijo Jonatan, lo acusaremos de abuso sexual. Maia se sorprendió con la noticia. Somos apenas nosotros dos contra el resto, dijo inquieta.
Nada de eso exclamó Jonatan, mamá se encargará de propagar la psicosis colectiva. Las otras madres y el S. A. P. harán el resto aseveró con una sonrisa tan maligna que amedrentó a Maia quien no obstante se animó a decir: ¿sabés que pasa Joni?. Nos llamarán a declarar y si mentimos no lograremos sostener nuestro relato en el tiempo y se caerá la causa. No olvides que nosotros no podemos describir detalles de situaciones sexuales que no hayamos experimentados porque no estamos maduros para ese tipo de fantasías.
No habrá que mentir, dijo sobradoramente el niño. Vendrá una psicóloga que dirigirá los interrogatorios de forma tal que co-construirá los relatos con nosotros...
Este es solo el comienzo de lo que hemos dado en llamar “La Conspiración de los Gnomos”.
No escapa a mi entendimiento que para algún lector o escucha despistado este relato suene fantasioso. Sin embargo tan solo he cambiado el estilo convirtiendo en relato irónico una síntesis de la sentencia que permite suponer que treinta y nueve niños, setenta y ocho padres y madres, media docena de psicólogas; algunas peritos de parte y otras oficiales, tanto locales como marplatenses, se han confabulado perversamente para enlodar el buen nombre y honor de un pobre profesor de educación física por causas que los eficientes representantes de la justicia no han logrado determinar.
Algún miembro del tribunal sugiere, aunque no investiga, que el origen de todo pudo haber sido un caso de incesto paterno filial proyectado luego hacia miembros de la inmaculada escuela. Como anticipa nuestro niño en el relato previo, la psicosis colectiva haría el resto.
Algunos antecedentes en la actuación de los jueces nos muestran fallos inquietantes como la condena a un indigente que fue a pedir alimentos a Los Gallegos, o situaciones difíciles como recusaciones fundamentadas por inacción en tráfico de bebes, etc. Nada de ello nos puso demasiado en alerta ya que las pruebas y testimonios eran tan contundentes que suponíamos que no había demasiadas formas de mirar para otro lado... suponíamos.
Salidos del estupor es necesario observar el contexto histórico en el que se produce este asalto a la verdad.
En Argentina hace ya muchos años que se viene trabajando seriamente contra el abuso sexual infantil, no solamente en relación a la frecuencia de su ocurrencia, en la necesidad de intervención judicial y en la construcción de teoría y método que nos permita enfrentar eficazmente tanto la trama tribunalicia como la ineludible asistencia terapéutica a las víctimas.
Esto ha producido picos de tensión con sectores que, tras el manto de la defensa de la integridad familiar, esconden vínculos e intereses con la prostitución infantil y el tráfico de niños.
Otros sectores no menos riesgosos por cierto, sencillamente defienden posiciones patriarcales, no necesariamente desde cuestiones puramente ideológicas sino desde el interés de cristalizar situaciones de privilegio social que se traducen en consecuencias de poder.
Una tercera sectorización en este incompleto detalle son los que sencillamente se posicionan desde la avidez económica, habida cuenta que dado lo comprometido de sus clientes podrán seguramente circular facturaciones abultadas. Si bien este último caso no es lo habitual, existe, no obstante, y es lo que nos permite en algunos momentos entender porque algunos prestigiosos profesionales del derecho, la psicología y la psiquiatría suelen estar trabajando denodadamente en la defensa de abusadores.
Debemos remitirnos al año 2000 para entender más el proceso de hoy. En aquel entonces se había producido un avance profesional importante en el trabajo con abuso sexual infantil donde, tanto en sede judicial como en distintas dependencias oficiales creadas a tal efecto, la palabra de los niños cobraba valor. No menos importantes eran las actuaciones individuales de algunos profesionales y la presencia de las primeras ONG que se ocupaban del tema.
Aquí destaquemos que el impulso fundamental vino de la mano de grupos feministas y/o de quienes empezaban a acuñar concepciones de género advirtiendo con claridad las relaciones de poder que se dan en el seno de la sociedad.
La historia es conocida por lo cual sencillamente la menciono (1). No tardó en llegar la respuesta de quienes perdían privilegios o predicamento, y vino de la mano de un prestigioso ex juez de Familia que, con sobrada influencia en la familia judicial, publicó en La Ley el ya celebre artículo “La denuncia de la denuncia de abuso” donde realizaba acusaciones, luego suavizadas pero jamás retractadas, sobre la idoneidad moral y profesional de la mayoría de quienes se venían ocupando de evidenciar las consecuencias del abuso sexual en la niñez.
Las palabras del mensajero del patriarcado causaron estragos por provenir de quien provenían y por el prestigioso canal de comunicación utilizado para hacerlo público. A ello se le agrega el inusual recurso de utilizar nombres y apellidos para crear una situación de sospecha y desconfianza hacia ellos y los servicios de salud en los que se desempeñaban.
Justo es reconocer que esa acción tuvo efectos contradictorios pues si bien por un lado provocó lo que describimos; por otro lado, puso en contacto los distintos recursos humanos dispersos, comenzaron a conformarse redes y se elaboró un documento firmado por centenares de especialistas preocupados por los alcances de la maniobra y solidarizándose con los agredidos.
El trabajo fue arduo y complejo en los años que siguieron y, mas allá de idas y vueltas en los estrados, se fue logrando consolidar la construcción de la red y enriqueciendo un corpus teórico coherente.
El fallo marplatense viene a establecer nuevamente un antes y un después, dotado de una evidente multi intencionalidady logrando diversos efectos.
La lectura del fallo permite inferir que hubo una decisión previa sobre el fallo y que, a partir de allí, se fueron buscando en la causa las distintas fundamentaciones sobre lo decidido.
En síntesis, un fallo ejemplarizador que se cierne como una amenaza sobre los profesionales que se ocupan del tema, que apunta a desalentar futuras denuncias y que finalmente intenta consagrar una plataforma de impunidad via descrédito de las denuncias y de las partes periciales para resonantes casos de abuso sexual infantil que esperan resolución.
Cuando hace algunos años comenzamos a transitar los tratamientos y denuncias sobre abuso sexual infantil, lejos estabámos de imaginar que mas allá de la tragedia individual de cada niño nos internábamos en un terreno donde la trata de niños, la prostitución y pornografía infantil se dan la mano.
Storni, Baseotto, Grassi y el colegio religioso de Mar del Plata serían apenas la cara visible de una realidad oculta y tremendamente más compleja, cruel y amenazante.
Tal vez ese y no otro interés sea el que de cuenta del porque de tanta protección, silencio y complicidad.
* Ponencia presentada en la Jornada "Crimenes de Lesa Sexualidad: cultura represora y crueldad erotizada", organizada por ATICO - Cooperativa de Trabajo en Salud Mental, en el 2006
NOTA DE LA REDACCIÓN:
(1) Se trata del caso del profesor de Educación Física Fernando Melo Pacheco, docente del Colegio Nuestra Señora del Camino de Mar del Plata, quien fue denunciado por abuso sexual contra 21 niños y niñas de cuatro y cinco años pero el tribunal de primera instancia, integrado por los Dres. Alfredo José Deleonardis, Esteban Ignacio Viñas y José Antonio Martinelli, lo absolvió en fallo de abril de 2006 que luego fue confirmado por el Tribunal de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires mediante fallo del 12/03/2010.
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