Por Manuel E. Yepe *
Foto: Virgilio Ponce
Que nadie dude que el proceso electoral que culmina con el traspaso de poderes al nuevo Presidente de Costa Rica, Luis Guillermo Solís, confirma y no niega la tendencia cada vez más sostenida en Latinoamérica a que, allí donde los pueblos obtienen el derecho a decidir quiénes han de ser sus dirigentes políticos, de una u otra forma, escogen a aquellos que les ofrecen caminos progresistas de más clara reafirmación independentista respecto a la superpotencia hegemónica que aún rige en el continente.
No se trata de que el recién electo candidato opositor a la presidencia de esa nación centroamericana sea un militante de alguno de los partidos de izquierda o progresistas que existen en ese pequeño país de larga tradición liberal democrática o que en ese carácter haya resultado electo. Lo que es de notar es que el discurso político, y en particular los reclamos de su campaña electoral en el proceso que ahora culmina fueron progresistas y desmarcados de la sombrilla estadounidense que desde hace medio siglo ha cobijado a la mayor parte de los políticos ticos fuera de la izquierda.
En Solís, primer candidato presidencial que ha cosechado más de un millón de votos en una elección presidencial costarricense, la ciudadanía advirtió una orientación centroizquierdista en defensa de la soberanía nacional que le granjeó las grandes simpatías que le dieron la histórica victoria en la segunda vuelta electoral.
Será ésta la primera vez en los últimos 65 años que Costa Rica será gobernada por una fuerza no integrada en los bloques políticos tradicionales, lo que marca un nuevo e inédito punto de inflexión en la política nacional que podría significar un cambio de rumbo en el sistema político.
Más que insistir en sus reproches al saliente gobierno de la presidenta Laura Chinchilla por los altos índices de corrupción y su incapacidad de reducir la desigualdad y la pobreza -que reconoce como retos que seguirán pendientes durante su gobierno-, Solís pone énfasis en sus planes para promover el crecimiento económico, la equidad y la transparencia.
Sobre la lucha contra el narcotráfico, Solís ha dicho que la política de militarizarla ha sido un fracaso y ha condenado la utilización por Estados Unidos de naves artilladas de sus fuerzas armadas para patrullajes conjuntos que, por carecer de autorización de la Asamblea Legislativa, violan disposiciones constitucionales.
Solís, quien siempre se opuso al Tratado de Libre Comercio con EE. UU., sostiene que su país debe diversificar su comercio exterior porque no es deseable comprometer una parte decisiva de su economía en un tratado con un país que no ha sido capaz de garantizar que los términos de ese pacto no ocasionen una crisis en la economía propia, como ha sido el caso del TLC con EE. UU.
“La economía aquí no crece porque está muy vinculada a la economía de EE. UU. De hecho, el TLC no nos ha deparado ventaja alguna”, ha denunciado Solís. “Yo creo que CELAC, que es el futuro de América Latina, es el camino apropiado”.
Nadie piense que el camino hasta este triunfo electoral ha sido fácil para el nuevo primer mandatario costarricense.
Una encuesta realizada por la revista Universidad en enero de 2014 situaba a Solís en el cuarto lugar dentro de una treintena de candidatos que comenzaron la carrera.
Sobre el candidato del PAC, Luis Guillermo Solís se presagiaba que difícilmente levantaría en las encuestas, por mucho que él insistía en que muchos de sus votos estaban "escondidos" en el alto porcentaje de indecisos, que solo se definen en la víspera, o en el día de las elecciones.
Por delante de Solís estaban el oficialista Johnny Araya, con un 24% de las preferencias; el izquierdista Villalta, con un 15,3%, y el derechista Guevara, con el 11,2%. Solís solo contaba con el 9,5% de las intenciones de voto y para crecer debía atraerse votantes indecisos, que representaban el 24,5% de total.
Contra el candidato de la izquierda, en segundo lugar y por ello con posibilidades de ir a una segunda vuelta, arreciaron los ataques acusándole de comunista, amigo de Chávez y Ortega, peligro para la democracia, carente de equipo y de experiencia para gobernar, entre otras diatribas propias de la “campaña de miedo” que estila la propaganda financiada por Washington contra la izquierda.
Pero esta campaña contra el candidato de la izquierda no pudo revertirse a favor del respaldado por Washington porque, pese a la manipulación propagandística, los costarricenses pudieron escoger y no lo hicieron por el candidato preferido por la Casa Blanca, un fenómeno que se está dando en muchas partes de América Latina, cuando no se aplican golpes de Estado o grandes fraudes.
* Periodista cubano especializado en política internacional.
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