Por Horacio Duque Giraldo
En grave riesgo queda el proceso de paz que se adelanta en La Habana con las FARC con la arremetida neoliberal santista que suma la privatización de Isagen, el golpe a los salarios y el aumento del IVA.
La descomunal crisis económica y fiscal que afecta y carcome a la sociedad y al Estado colombiano pretende ser superada por la casta dominante con las recetas neoclásicas del modelo neoliberal: privatizaciones de bienes públicos, congelamiento de salarios, incremento del IVA y manejo monetario con devaluación e inflación.
A lo que hay que sumar la descontrolada corrupción de la mafia política del oficialismo santista.
En resumen, con mayores privilegios sociales y económicos para la minoría oligárquica del establecimiento profundo y su trama, pero con más pobreza, miseria y exclusión de las mayorías sociales que ven agravar su crisis existencial.
Para empezar el 2016, el Presidente Juan Manuel Santos y su tecnocracia han soltado una violenta arremetida contra el salario mínimo de millones de trabajadores, tocado con un ridículo incremento; con la privatización de ISAGEN, uno de los más importantes y lucrativos bienes públicos de la sociedad y su Estado; y con el impulso de una reforma tributaria que conlleva un nuevo aumento del IVA, el cual recae directamente en la población más débil y de escasos recursos.
Dado que nos encontramos a las puertas del cierre de un trascendental proceso de paz para poner fin al prolongado conflicto social y armado más sangriento de la historia nacional, la cuestión que surge es la siguiente: ¿se arruinaran y destruirán las conversaciones de paz que se adelantan en La Habana como consecuencia de la escalada neoliberal santista?
La respuesta a esta pregunta admite diversos matices y consideraciones.
Por supuesto, esas medidas, como la precipitada venta del 57,6% de Isagen a la Brookfield Asset Management (BAM), con la fraudulenta mediación de Tony Blair, el promotor y ejecutor de las guerras contra Irak y otras naciones árabes, para privatizar uno de los más rentables activos del Estado, y la consiguiente manipulación de los resultados de tal operación, equivalentes a los casi 7 billones de pesos, en la campaña politiquera del actual Vicepresidente de la República, Germán Vargas Lleras, enfocado en alcanzar a como dé lugar la Presidencia en las elecciones del 2018, no son hechos menores en el cuadro general de la coyuntura que se sugiere como inicio en un nuevo ciclo político.
Para decirlo de manera directa: Es imposible no lesionar los sentidos, la dinámica y los alcances del proceso de paz en curso con las medidas neoliberales en curso.
Al otro lado de la Mesa de Paz. Al frente de la comisión del gobierno, hay un movimiento agrario y expresión de la resistencia campesina que toma nota y calibra el efecto devastador sobre el modelo de la paz con justicia social, de la violenta descarga oligárquica contra el pueblo colombiano.
Me refiero a la incidencia en temas concretos como las fechas de cierre con un Acuerdo general, a los ajustes institucionales para la paz, a los pactos agrarios establecidos y a la profundización de la democracia en los términos consensuados en Cuba.
El “paquetazo neoliberal” de Santos es rechazado por amplias mayorías sociales y vendrá la acción colectiva de los movimientos sociales que se expresaran con paros, tomas de carreteras, huelgas, protestas y otros eventos de rebeldía que acudirán a diversas recursos políticos para hacer retroceder el plan fiscal y económico de la oligarquía empresarial, militar y política.
En el alzamiento popular no es descartable el uso de la violencia social para hacer frente al autoritarismo sangriento del Estado y sus aparatos armados. Pero esta conjetura no pretende insinuar o reivindicar de manera absoluta, como sucedió en anteriores décadas, la lucha armada como instrumento exclusivo, único o valido para superar la injusticia social propiciada por el rampante neoliberalismo.
El conflicto social y político debe poderse surtir en forma civilizada y democrática, pues es ese el objetivo central de los diálogos de La Habana. Pero esta hipótesis depende más del comportamiento civilizado y en derecho de las elites dominantes, que aún siguen siendo patológicamente violentas y plagadas de codicia y acumulación de riqueza.
Con la venta de Isagen, con los recortes salariales y el aumento del IVA, Santos juega con fuego y daña la paz.
Con razón, decía y repite De La Calle que el modelo era intocable. No se toca el modelo de acumulación y menos su guardia pretoriana protectora a sangre y plomo.
Es intocable efectivamente y la salida frente a ese cinismo es la constitución de un poderoso bloque nacional popular que recoja y sume todas las injusticias para desalojar del poder nacional la voraz oligarquía que pretende oxigenarse con una grotesca mueca pacificadora.
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