Por Carlos del Frade
(APe).- “Los números son las vísceras de la sociedad”, decía Raúl Scalabrini Ortiz en el prólogo de su imprescindible libro “Política británica en el Río de la Plata”. Sabía que detrás de esas cifras latía el drama cotidiano, la consecuencia política de los planes implementados por los distintos gobiernos.
En estos primeros días de 2016, algunas cifras reactualizan la pelea permanente de cientos de miles de chicas y chicos por intentar vivir y no solamente zafar en la Argentina crepuscular del tercer milenio.
Pasan los años, los planes sociales más o menos inclusivos, pero la realidad laboral de la muchachada muestra un permanente castigo contra los que son los motores biológicos de la comunidad.
En la actualidad, 1.266.000 chicas y chicos entre 18 y 24 años tienen trabajos informales. Es decir, que no gozan ni de estabilidad ni de cobertura social alguna.
Los desocupados, en total, suman 492 mil y los que no estudian ni trabajan alcanzan los 903 mil.
Es decir, que hay 2.661.000 muchachas y muchachos que están en la informalidad laboral, sufren la desocupación y no estudian ni trabajan. Más de la mitad de un universo aproximado de 5 millones de personas.
Y tanto en el sector informal como en el de desocupados hubo una reducción significativa en los últimos doce años, pero no se produjo una transformación de las realidades existenciales de las pibas y los pibes. Los que siguen aumentando son los que no estudian ni trabajan.
Este último conjunto de pibas y pibes suma más de veinte millones en el contexto de la patria grande, de América Latina, según un reciente informe del Banco Mundial.
-Debemos brindarle una educación adecuada y habilidades laborales a nuestra creciente población joven, ayudándoles a que tengan éxito en la vida. Aquellos países que ofrezcan una educación de alta calidad a una población joven en expansión y que además cuenten con mercado laborales dinámicos y de buen funcionamiento podrán crecer y reducir la pobreza de manera más rápida -sostuvo, en su momento, Jorge Familiar, vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe.
Las más afectadas en la Argentina, como suele suceder, son las mujeres: representan el 24,8 por ciento de los que no estudian ni trabajan. Las vigentes cuestiones de clase y género.
Esa violencia estructural que se manifiesta en la cotidianeidad de las chicas y los chicos no puede generar una realidad pacífica.
El otrora divino tesoro de la juventud hace rato devino en el perverso negocio que hacen algunos al condenar a gran parte de la muchachada a sobrevivir sin un trabajo digno, sin herramientas materiales para intentar construir la realidad de acuerdo a sus proyectos y sueños.
Una vez más, las cifras marcan que las pibas y los pibes siguen siendo el blanco preferido del sistema capitalista.
Son las víctimas de la exclusión laboral.
Ante estos números cada vez es más cínico pensar que, con mayor presencia de armas y uniformados, podrá reaparecer la cacareada seguridad.
Desde las vísceras de la sociedad, desde el lado carnal de los números, las pibas y los pibes piden a los gritos que los ayuden.
Fuentes: Diario “La Nación”, domingo 17 de enero de 2016; Diario “Clarín”, jueves 21 de enero de 2016.
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