Por Víctor Angel Fernández
Al igual que le sucede a muchísimas personas, por obligaciones sociales o laborales, debo visitar distintos lugares y desde hace algún tiempo, a la entrada de esos centros de trabajo, que pueden ser una empresa de importación o exportación, una fábrica, un organismo de la Administración Central del Estado o un simple centro de entretenimiento, han ido proliferando poco a poco, unos carteles de formato, color y a veces tamaño similares.
Todos cuentan más o menos lo mismo: Misión y Visión.
Más recientemente, a ellos se ha sumado uno nuevo, que incluye la palabra Valores, con sus correspondientes definiciones.
Así, la misión, puede ser mantenimiento, en una empresa dedicada a esa actividad humana, mientras que el cartel cuelga sobre una pared cuya pintura vió pasar los mejores tiempos y, de hecho, el mismísimo cartel, también vió pasar su época de glorias.
Podemos hablar de centros de entretenimiento, donde también aparece la obvia misión, pero la persona que atiende explica que el aire acondicionado no está trabajando y que las bebidas están calientes, por problemas de roturas en los refrigeradores. No es necesario hablar de una visión de excelencia futura, con esos truenos que ya estamos viendo.
Pero lo más importante, sobre todo en un proyecto social como el nuestro, son los valores divulgados. De una forma u otra, todos se repiten y entonces aparecen la responsabilidad o la profesionalidad. Casi siempre está presente la disciplina y en algunos casos, llega a hablarse de solidaridad.
Primero que todo, seamos honestos: por responsabilidad, disciplina y profesionalidad, cada uno de nosotros recibe un salario, aunque éste se encuentre en un conocido estado de insuficiencia. Cuando firmamos el contrato, debimos previamente demostrar, con o sin título, que éramos capaces de llevar a cabo la tarea asignada y en los casos de personal recién incorporado a la vida laboral, debía comprometerse, en un tiempo prudencial, a desarrollar su capacidad de cumplir con esos postulados.
Si acaso, al final y con todo el respeto de los promotores de los carteles, cuando aparece, sólo queda como valor real la solidaridad.
No obstante, me pregunto: ¿por qué nunca aparece como valor el ejemplo?
¿Será que los otros valores, con independencia de sus características, están dirigidos a unos sí y a otros no?
En un país como Cuba, donde la historia de sus próceres en siglos pasados, ha sido siempre el estar en la primera línea de combate, ¿cómo puede olvidarse el valor del ejemplo?
Incluso en la más cercana tradición, sino era con el ejemplo, cómo lograr el convencimiento de un centenar de personas, con variadas edades y procedencias, a dirigirse casi a una muerte segura en el Moncada. Poco después persuadir a otros 81, para montarse en el Granma, o sumarlos a la idea de que con una decena de armas, “ahora sí se ganaría la guerra”.
O llevar a un pueblo a enfrentarse al mayor imperio de la historia. Sumados los varios cientos de miles que fuimos a misiones internacionalistas militares. De igual forma, sin olvidar a nadie, destacar al pequeño grupo de médicos que fueron a enfrentarse al ébola en Africa, con la posibilidad real de ofrecer la vida.
Creo que bien valdría la pena revisar esos carteles; por demás, en muchos casos, obsoletos y pensar seriamente en incorporar el Ejemplo como parte de los valores.
Pero si eso es muy difícil y no están aprobadas las inversiones correspondientes, NO hay que cambiar los carteles, en realidad eso es lo menos importante.
Cambiemos internamente. Prediquemos con el Ejemplo.
En una reciente reunión del Consejo de Ministros, Raúl llamó a dedicar algún fin de semana a visitar centros de trabajo y enterarse allí de los problemas. De eso se trata.
Empecemos por arriba. Algo tan sencillo. Averigüemos en la realidad qué es lo que pasa y no esperemos que nos traigan un informe, al cual casi siempre se le han limado algunas aristas puntiagudas. Ese es el primer paso de Ejemplo: relacionarnos directamente con lo y con los que dirigimos.
Pongámonos a pensar cuántas veces es utilizada una puerta lateral para entrar al centro de trabajo, ajena a la que día a día utilizan los trabajadores, incluyendo elevadores, parqueos o comedores alternativos.
A lo mejor esto que escribo fue lo que entendí del llamado reciente realizado por el Presidente y esa sea la vía de inicio para incluir el Ejemplo en aquellos carteles a la entrada de muchos centros de trabajo, pero, sobre todo, incorporarlo al ADN para cumplirlo en el día a día.
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