Por Norelys Morales Aguilera
Cuando estaba cuesta arriba, la batalla por la libertad de los Cinco cubanos antiterroristas, prisioneros en Estados Unidos, purgando condenas injustas, desmesuradas y vengativas, muchos en la causa solidaria se preguntaban qué más hacer, si estamos libres y aquellos compañeros, encerrados para morir en vida por nuestras propias vidas. Entonces, la cultura, raigal e identitaria fue una alternativa abrazada desde la autenticidad del afecto.
Unirse más para conocer y explicar, tener hombro con hombro, a quienes saben elevar el espíritu, emocionar y traer mejor inteligencia como solo son capaces de hacer los artistas, fue para aquellos buscadores de más esperanzas, otra fuerza, otro empeñarse, otro aferrarse a una victoria sin fecha a ojos vistas, pero sin abandonar jamás, la premonición de Fidel: "¡ Volverán !".
Desconociendo cuándo ni cómo, pero en esa fe, similar a la que los budistas hallan detrás de lo que permite si caes siete veces y levantarse ocho, un imprescindible como Eliot Porta arguyó la seguridad de que hombres y mujeres del arte y la literatura, iban a acompañar, y lo hicieron con creces. Iris Menéndez, la delegada del ICAP en Villa Clara, desplegaría su capacidad organizativa y de convocatoria, auxiliándose de todos y por todos los medios. Desde el 2011, todos los días cinco a las cinco de tarde, hubo una convite infaltable en el recinto de desvelos comunes que se volvió abrigo, compartir y gozo. Era un hogar, de cualquier modo, y llegó el nombre de un verso insigne: "La casa como un árbol".
Allí vivieron las noticias y cartas desde las prisiones. Los familiares departieron y mostraron su ejemplar acompañamiento, y agradecían, a quienes eran los agradecidos. Se vivieron momentos varios, unas veces la alegría, que los compañeros distantes y entre rejas pedían, y hasta tristes cuando reunidos supieron del deceso de Hugo Chávez. Nadie puede explicar cómo fue de abrumador el silencio, que impidió ese día apenas decir palabras.
Pero el 17 de diciembre de 2014, en la media mañana, la alegría sustituyó cualquier pesar. Fue a partir de allí, más alegre el virtuosismo que entre ya cientos de santaclareños, habían regalado personas como Pancho Amat, Gerardo Alfonso, Boby Carcacés, el trio Trovarroco, Ernestina Trimiño y su quinteto, Vionaika, Silverio, el del Mejunje, con versos y sus entrañables Fakires, y otros menos conocidos y no menos valiosos.
Entonces, rediseñando el espectáculo familiar, allí tendrían en el patio del ICAP “La Nueva Casa” y se irían a otros sitios en “La Casa a Cuestas”, reto artístico y agradecimiento por el disfrute, como sucedió este 18 de febrero en la ciudad histórica y colonial de San Juan de Los Remedios.
Pero, entre canciones y poesías, suelen llegar jóvenes de otros países que estudian con los cubanos, igual que este 17 de febrero, cuando una joven nicaragüense, explicaba los nexos de Sandino y Martí, los asuntos de su patria, con esas palabras simples de gratitud y compromiso de quienes han hallado en Cuba, más que conocimientos técnicos, espíritu de Cuba, intraducible, lo mismo para un angolano, un sudafricano, un argentino o un árabe.
Se honraba, con fragmentos de la película "El Hombre de Maisinicú", a Sergio Corrieri, un imprescindible de la cultura cubana y del quehacer solidario, que es para los villaclareños un cercano inolvidable, porque las anécdotas de momentos vividos como teatrista y casi coterráneo son obligada memoria, que se resiste casi a aceptar ocho años de su partida.
No dejaron pasar la inauguración de la Escuela de Instructores de Arte con la presencia de Fidel en Santa Clara. Para confirmar el valor de la ternura solidaria, que se enraíza y crece, estaban los estudiantes de la primera Sociedad Científica de Solidaridad, fundada en el preuniversitario "Capitán Roberto Rodríguez" de la ciudad. Departían también con los habituales, miembros de la Brigada José Martí de recorrido por la provincia
La velada de este último encuentro culminó con unas sobresalientes muchachas, que se hacen llamar el Trío Palabras, y hacen de la canción una “gota de rocío” y “un amar-amar”, para probar que un lugar común como el patio de la casa de la solidaridad en Santa Clara, puede ser algo no común atando experiencias compartibles, esperanzas fundadas y arte elevado, que emociona y trae certezas de alto calibre.
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