Las madres de los desaparecidos y Ernestina Herrera de Noble: Las maternidades que se construyen.     Las madres de los desaparecidos y Ernestina Herrera de Noble: Las maternidades que se construyen. Por la Lic. Adriana S. Taboada * En es...

Las madres de los desaparecidos y Ernestina Herrera de Noble: Las maternidades que se construyen.

 


 


Las madres de los desaparecidos y Ernestina Herrera de Noble: Las maternidades que se construyen.


Por la Lic. Adriana S. Taboada *


En estos tiempos de grandes e inimaginadas batallas mediáticas y judiciales, vamos siendo espectadores de una obra que se está escribiendo con palabras, silencios, distorsiones, delitos, encubrimientos, maternidades.

El poder genocida sostuvo su accionar represivo desde la clandestinidad, garante de su impunidad. Pero hoy las luces y las sombras empiezan a dibujar otros contornos.

Desde un fenómeno inédito como fue la aplicación planificada y sistemática de la desaparición forzada de personas como metodología represiva y disciplinadora de la sociedad (junto a la apropiación de bebés), nuestro país vio nacer un nuevo actor social: los organismos de derechos humanos donde confluyeron los familiares de los desaparecidos, con una fuerte presencia de mujeres cuyo paradigma fueron / son las Madres de Plaza de Mayo.

La manera en que esas mujeres se organizaron frente a sus reclamos y sus estrategias de lucha, transformaron irreversiblemente la escena política y social de nuestro país, con un ejemplo replicado en otras latitudes.

Desde su modo de participación trastocaron el sentido mismo de la maternidad modificando la representación “madre” que existía en nuestro imaginario social acorde al modelo patriarcal.  Fue entonces que la madre nutricia, dedicada a sus hijos, “reina” del espacio doméstico y  ajena a lo público, irrumpió en lo político enfrentando al poder genocida, arriesgando su vida (allí está  Azucena) sin medir  consecuencias.  Irrupción marcada por la  búsqueda  de sus hijos primero,  exigencia de verdad y justicia después, pero siempre sosteniendo la lucha desde su lugar de “madres”. En ningún momento esta práctica llevó a cuestionar este  rol, sino  que asistimos a una resignificación de su sentido, productora de nuevas subjetividades.

Si la maternidad como hecho biológico fue transformada por la cultura en hecho social, la violencia política en Argentina, la desaparición forzada de personas y la respuesta colectiva de las madres  promovió que la maternidad además deviniera en un hecho político.

Ya no eran las mujeres-madres que desde su lugar de subordinación histórica, nada sabían ni entendían de ese mundo de hombres. Pudieron realizar un aprendizaje y producir una enseñanza en el espacio destinado a ellos, que pasó a ser también el de ellas.

Empoderadas fueron  construyendo otras narrativas acerca de lo que iba sucediendo, visibilizando  con su sola presencia aquello que se intentaba ocultar, denunciando con una sola pregunta (¿dónde están?) la crueldad infinita e irreparable a que nos sometió el Terrorismo de Estado.

Si algo se sostuvo y profundizó de la representación “madre” a partir del movimiento de derechos humanos durante la última dictadura militar, fue que ella puede dar la vida por un hijo, que no mide la magnitud del sacrificio por él, y que es capaz de continuar la lucha hasta los últimos minutos de su existencia.

¿Qué está ocurriendo en el caso  de la “madre” Ernestina de Noble? El modelo ofrecido parece ser el opuesto: una madre dispuesta a todo, hasta de sacrificar a sus “hijos” por salvar su propia vida (1).  

Si las madres de los desaparecidos no negocian el principio de Verdad y le exigen a la Justicia que actúe acorde con la Ley, Ernestina Herrera de Noble sostiene con todos sus recursos la mentira, tratando de evitar que se aplique la ley.


Mientras  las Madres de Plaza de Mayo literalmente circulan por el mundo público  desde hace 34 años, se identifican con sus pañuelos, muestran sus caras, ponen su voz para denunciar, Ernestina se esconde tras otros cuerpos y otras voces.

Este modelo no puede pasar inadvertido, cuerpo extraño en el tejido social, porque encarna valores que la sociedad no puede sostener desde el “ideal” de las buenas madres. Verdad y justicia vs. mentira e ilegalidad.

Las madres transgrediendo las leyes para salvar a sus hijos, pueden recibir miradas comprensivas. Otro espacio queda constituido frente a una mujer que como “madre” viola las leyes para salvarse a si misma.

Pero existe otro tema que nos preocupa en esta historia: la adopción.

La adopción es un dispositivo jurídico-social para dar respuesta a una ausencia. Dispositivo que debería ser mejorado o superado, pero no dañado.

Sabemos de la cadena de complicidades y ocultamientos que se tejen en los micromundos familiares para que el niño/a no sepa que es adoptado. El silencio a veces no está en vinculación con el origen, sino con aquello que motivó la  adopción. La condición económica es el argumento más aceptado y menos angustioso, otras verdades son acalladas.
Muchas veces la adopción está mediada por lo económico delictual: he ahí el tráfico de bebés.

¿Qué hace distinto el caso de los hijos de Ernestina Herrera de Noble? ¿Qué hace diferente este delito y estas mentiras o silencios?

Por un lado está la realidad política donde la adopción-apropiación de Marcela y Felipe (de confirmarse), mostraría los sólidos lazos tejidos entre militares y civiles, el cómo se fueron armando, sosteniendo y profundizando los espacios de concentración económica, las autorías y complicidades en los crímenes de lesa humanidad que hoy se están juzgando, donde no sólo estuvieron involucradas las fuerzas armadas. Quedaría al descubierto ante los ojos de una sociedad que se niega a ver, cómo los bebés fueron usados como parte de pago, objetos de intercambio en el marco del genocidio.

Pero hay algo más. De los 101 nietos que a la fecha han recuperado su identidad, algunos fueron adoptados legalmente y de buena fe, pero muchos estaban en poder de miembros de las fuerzas armadas y de seguridad. Cuando el origen biológico logra conocerse científicamente a través del índice de abuelidad y la restitución se produce, la justicia procesa  y va condenando a los apropiadores (2).
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Sin embargo lo hace de un modo diferenciado con las mujeres en cuanto a responsabilidades y condenas.

Se habla de los apropiadores, pero las “madres-apropiadoras” son invisibilizadas. En muchos casos, el argumento está en relación a que ellas mismas han sido víctimas de vínculos violentos que las han llevado a vivir en el sometimiento. (3)

En todo caso lo que resultaría significativo en la línea de ideas que venimos desarrollando, es que Ernestina Herrera de Noble es hasta aquí una madre adoptiva, con fuertes indicios de ser una apropiadora. De confirmarse esta hipótesis (y pronto esperamos saberlo) tendremos la primera madre apropiadora con nombre y apellido, que será visibilizada como tal y hay que recordar que la apropiación de bebés hijos de desaparecidos es un delito de lesa humanidad.

Ya que no se trata de una mujer cualquiera sino de una con mucho poder nos preguntamos ¿qué efectos tendrá esta “verdad”?  ¿qué mecanismos se pondrán en marcha para metabolizar esta información? ¿se podrá escuchar?

Nos parece que aún hay otro costado que empieza a dibujarse y nos preocupa: el riesgo de considerar a los lazos de sangre como garantes de las “buenas maternidades”. Falacia que, entre otras cosas, pondría en cuestión a las parejas y hombres y mujeres que constituyen hogares monoparentales que han adoptado, que día a día cuidan amorosamente de su prole, sufren con sus dolores, saborean sus logros, los animan a ser hombres y mujeres de bien  transfiriendo las mejores herramientas que están a su alcance. Falacia que ubica a una “madre” como capaz de cualquier cosa cuando sus hijos no son biológicos, con tal de defenderse a si misma y a los intereses que representa. Ernestina Herrera de Noble encarnaría entonces las fantasías más siniestras que atraviesan la adopción.

Hay quien podría argüir que Salomón ya lo sabía cuando trató de dilucidar quien era la “verdadera madre” amenazando la integridad  del hijo y encontrando la respuesta en la biología: la verdadera madre era la que lo parió. No queremos abundar en las derivaciones que permite este pasaje bíblico (4), sólo señalar que en el hecho que involucraba a ambas madres, la “impostora” había “robado” al hijo en disputa. En este sentido se había “apropiado” de él, y reclamaba ante la autoridad (Salomón) sosteniendo una mentira.

Se discute hoy si las parejas gay o lésbicas tienen derecho o no a la adopción y se cuestiona la red vincular e identificatoria en que se criarían esos hijos, como si la co-maternidad o co-paternidad fuera un handicap en el desarrollo de aquellos.

La  homosexualidad no es un tema moral ni es una elección, la apropiación si. La sociedad parece horrorizarse frente a la diversidad sexual, cuando debería hacerlo frente al delito, sobre todo frente a uno de lesa humanidad.

De confirmarse que Marcela y Felipe son hijos de desaparecidos y nietos que las Abuelas están buscando, será fundamental poder dar la batalla que deconstruya el relato hasta aquí sostenido: Ernestina no sería una madre adoptiva sino una apropiadora y el vínculo de filiación con Marcela y Felipe una construcción realizada desde el delito que fue posible porque en este país se produjo un genocidio.

Nuevos contextos habilitan nuevos textos y se insinúan aprendizajes que aún están por realizarse.



* Psicóloga. Miembro de la Comisión Memoria, Verdad y Justicia de Zona Norte. Fue miembro del Movimiento Solidario de Salud Mental, coordinadora del área clínica - equipo psicoasistencial de la Comisión de Detenidos y Desaparecidos por Razones  Políticas.

NOTAS

(1) Marcela declara ante las cámaras televisivas “nuestra madre nos eligió”. Cabría preguntarle ¿para qué?.

(2) La apropiación incluye varios delitos: sustracción de menor, supresión de estado civil, privación ilegal de la libertad y delito de falsificación ideológica de documento público.

(3) Reflexionar sobre la articulación género y apropiación es una tarea aún pendiente.

(4) Somos concientes que este relato no debe ser interpretado linealmente, pero nos alejaríamos del eje que nos interesa aquí.

 

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