Por el Prof. Juan Carlos Sánchez, Director Editorial de Gacetillas Argentinas
6 de marzo. Para las y los colombianos es un día de lucha y de recuerdo. 5.000 presos políticos, falsos positivos, millares de muertos y miles de personas que adquirieron algún tipo de discapacidad por la guerra llevada a cabo por la oligarquía colombiana, con la inefable colaboración de la CIA, son el saldo de 66 años de conflicto, el cual se inició con el asesinato de José Eliécer Gaitán acontecido el 9 de abril de 1948.
Hoy se renovará la lucha por la justicia y la reparación de los familiares de las víctimas por parte del Estado colombiano, mientras continúan los atentados y amenazas por parte de los paramilitares contra la Unión Patriótica, los organismos de Derechos Humanos y todo aquel que "parezca" ser de izquierda. Pero también estará el recuerdo por los cerca de 5.000 caídos en la masacre llevada a cabo desde 1984 y los sucesivos hostigamientos destinados a acallar a toda la oposición de izquierda encarnada en el Partido Comunista Colombiano (PCC) y en la Unión Patriótica.
Pero también se renovará el desafío por encontrar el camino hacia una paz sin balas y a una justa reparación a los daños producidos por el aparato estatal y paraestatal que aún hoy renueva sus actividades, tal como ocurrió con el atentado a la caravana encabezada por Aída Avella, candidata presidencial de la UP.
Sin embargo, no podemos olvidarnos del colega Joaquín Pérez Becerra, fundador y director de ANNCOL, detenido injustamente pese a ser ciudadano sueco y condenado con pruebas fabricadas por la misma fiscalía, al igual que la persecución sistemática a quienes ejerciendo el derecho a la libertad de expresión son acalllados por la vía de las armas o encarcelados con cargos falsos.
Mientras tanto, el presidente Santos sigue el libreto ordenado por Wáshington con la finalidad de exterminar a una oposición incesante y colaborando para constituírse en bastión imperial como punta de lanza contra la Revolución Bolivariana. Como bien sabemos, en realidad pretende la paz de los cementerios en lugar de aquella que permita terminar con la pobreza y la creciente exclusión social.
Porque las víctimas no son solamente los que mueren a manos de los sanguinarios esbirros de los para, sino también aquellas y aquellos sumergidos en la pobreza y en la indigencia, las y los mismos que adquieren una discapacidad motriz, visual, auditiva o visceral por ambos motivos. Y debemos recordarlo aquí porque los multimedios suelen dar más importancia a las muertes que a la misma discapacidad que producen los hechos de violencia, como también olvidan el abandono que sufren las personas con discapacidad, las cuales muy pocas son atendidas por el sistema de salud del país hermano pese a la generosa legislación que tanto alabó el mandatario hace unos años.
Por una paz sin balas, ni paramilitares. Por una Colombia sin exclusiones y una verdadera justicia para todas y todos los que sufrieron y sufren las consecuencias de una guerra destinada a perpetuar el dominio de una clase que pretende el exterminio de aquellos que no pertenecen a ella. Es nuestro deseo, en este día tan caro para los Derechos Humanos y la memoria de las y los colombianos.
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