Por Norberto Ganci, Director de "El Club de la Pluma"
Recurrimos a la memoria porque vamos aprendiendo eso de no reiterar los viejos errores y no permitir que nos vuelvan a condicionar la existencia.
Pero no la memoria fraccionada, una memoria que intentamos hacer completa, sin que ello pretenda ser utilizado para “justificar” violaciones de toda laya, dentro de todas nuestras posibilidades.
Memoria colectiva, memoria popular, de pueblo. Una memoria que nos va nutriendo aquella identidad negada, deformada. Una memoria que asume el desafío de unir los pedazos de nuestro tejido social, aún en reconstrucción.
En reiteradas oportunidades manifestamos la reincidencia en la violación a los derechos humanos y que ello no nació un 24 de marzo de 1976. Las violaciones a los derechos humanos tienen tanta historia como los inicios de las colonias en estas tierras.
Despojo territorial que aún continúa vigente, donde una repetición en cadena histórica, cercena uno de los más básicos e importantes de los derechos: el derecho a la tierra. Que debería ser lo mismo que decir “derecho a la vida”. Porque la vida real es con los pies sobre la tierra y, sin tierra -propia-, difícil se hace sostener la vida -real-.
Violaciones reiteradas desde aquellos primeros tiempos de los desembarcados, son también la alta discriminación contra lo que se consideraba y aún se considera “lo diferente”, tanto en apariencia como en otras cuestiones que tienen que ver con la integridad de cada individuo y el conjunto al que pertenece originalmente.
Y ni que hablar de las violaciones producidas por poseer un razonamiento, una idea, un pensamiento diferente al que se pretende imponer.
Las violaciones a los derechos humanos han sido y son práctica habitual por parte, fundamentalmente, de quienes han pretendido y pretenden someter voluntades.
La intolerancia es una de las aristas con las que se esgrime la violación.
Cuando decimos “violación” tal vez, el inconsciente colectivo remita a una acción vinculada con cuestiones sexuales, que también son una violación a los derechos humanos; pese a ello, lo que pretendemos al utilizar el término violación es vincular todas y cada una de las actitudes y acciones con las que se ha procurado y se procura invalidar la autodeterminación de cada individuo y de una sociedad.
El 24 de marzo de 1976 se generalizó la violación a los derechos humanos en todas de sus variantes. En esa fecha tomó corporeidad el terror con variados uniformes en Argentina, al igual que el 27 de junio y el 11 de septiembre de 1973 en Uruguay y Chile respectivamente y antes, el 21 de agosto de 1971 en Bolivia. Recordemos que Paraguay lo venía padeciendo desde mayo de 1954 y Brasil desde 1964.
Cada uno de nuestros pueblos fue atravesado por la irracionalidad institucionalizada. Bajo las premisas emanadas desde despachos foráneos, reforzadas con un tan siniestro como monstruoso “Plan Cóndor”, se orquestaron toda suerte violaciones. El secuestro, la tortura, la desaparición, la apropiación, el robo, la sustracción de identidad, fueron parte de las acciones contra parte de un pueblo que militaba para lograr otra realidad. También hubo quienes sin tener ninguna vinculación con tan digna militancia, padecieron el horror.
Nuestro territorio fue atravesado por el exterminio, la locura, la imposición de un sistema, de un programa económico basado en la expoliación, la explotación y la barbarie.
Por eso no puede sorprendernos éste presente en que se intenta volver a imponer el robo y el exterminio. La motivación concreta es el control absoluto de la región y nuestros bienes y riquezas son el botín con el que pretenden alzarse.
Por ello las violaciones a los derechos humanos continúan siendo una práctica muy actual. No se han perdido los viejos vicios, se han camuflado tal vez, pero no se han perdido.
Las apetencias son las mismas, no así el panorama. Las realidades de muchas de nuestras naciones han cambiado profundamente y han tomado un rumbo un tanto inesperado por el poder mundial imperial. Las inclinaciones hacia la izquierda y el progresismo han dado un duro golpe done más le duele al imperio. Los pueblos están decidiendo y están actuando.
No obstante, las diversas formas en que se infiltran e instalan en nuestros territorios para probar torcernos el brazo, nos alertan para no permitir que se reiteren los padeceres de décadas atrás.
Nos resta un arduo y largo camino en esto de la recuperación de la memoria. No sólo por las consecuencias de una feroz dictadura cívico - eclesiástica - militar (complicidades varias…), sino porque además, una vez recuperada la democracia en Argentina, nos metieron leyes que avalaron la impunidad, dejando libres a los responsables y cómplices de crímenes de lesa humanidad. Tuvimos que aguardar la llegada de una nueva década para ver descolgar las imágenes de genocidas y la derogación de esas vergonzosas leyes. Ello nos lleva a preguntar: quienes elaboraron esas leyes y las aprobaron, ¿no son pasibles de ser considerados cómplices de los crímenes cometidos? Tal vez la correlación de fuerzas en los primeros años democráticos no hacía posible una decisión contraria, teniendo en cuenta que quienes ejercieron el terrorismo de estado aún continuaban en puntos clave en el país.
El primer juicio a las juntas militares tuvo lugar en ese primer tiempo. No contábamos con una estructura jurídica, institucional y social que apoyara y garantizaran la prosecución de justicia contra los crímenes de lesa humanidad cometidos en la última dictadura y más.
Los tiempos avanzaron, como la historia y como el escenario fue cambiando de manera favorable, Argentina ha podido dar importantes y ejemplares avances en cuanto a justicia sobre derechos humanos y memoria -es innegable la fuerza que toma la idea de un genocida, condenado, muriendo en su celda de castigo-; no sucede así en naciones hermanas, como Brasil donde el entramado jurídico continúa protegiendo a asesinos y sus crímenes de lesa humanidad.
No obstante nos falta mucho por recorrer en esto del respeto a los derechos humanos. Continúan variantes de violaciones a esos derechos; muchos no han entendido aún los tiempos que transitamos en donde pretendemos privilegiar los derechos de todas y todos.
Derechos que tienen que ver con la vida, con la autodeterminación, con nuestras libertades a manifestarnos incondicionalmente, a ejercer la actividad que elijamos, a ser nosotros mismos sin cuestionamientos ni actitudes arbitrarias.
Nos falta aún bastante, por ello la importancia de reforzar en cada fecha la irrestricta defensa que debemos ejercer por nuestros derechos, los derechos de todas y todos.
Las posibilidades de sentar en los banquillos a militares, funcionarios de la justicia, religiosos, civiles y profesionales para enjuiciarlos y condenarlos por sus responsabilidades y complicidades en el último régimen dictatorial, hoy son una tremenda realidad que avanza, inexorablemente, para lograr justicia.
Ello se refuerza a nivel social, a pesar de la lucha titánica contra monopolios mediáticos de desinformación, como también contra estructuras que aún permanecen enquistadas en falaces concepciones de lo que nos atravesó como pueblo.
Las diferentes modalidades que se han elaborado para generar golpes que derroquen gobiernos constitucionales, se ensayan, se ponen a prueba en diferentes puntos del globo. En nuestro territorio lo comprobamos con lo que sucede en Venezuela, donde desde la “ucranización” a la “balcanización” se pretende desestabilizar una revolución que ya está arraigada en la mayor parte de la población.
Entre las modalidades está la manipulación económica para generar el descontento social que, tanto en Venezuela como en Argentina, están siendo vencidos por medidas de gobierno inmediatas y certeras.
Otra son las acciones que llevan adelante diferentes organizaciones no gubernamentales detrás de cuya fachada, están los servicios imperiales de inteligencia, con las que promueven descontento en las aparentes luchas por derechos.
Toman los reclamos de algunos sectores y los potencian para enfrentar a parte de la sociedad contra sus gobiernos, de manera intransigente y hostil.
Pero hay otras violaciones a los derechos humanos que, a pesar de los avances en materia de memoria y justicia, continúan.
Reiteradamente hacemos referencia a las diferentes herramientas no constitucionales que en cada provincia de Argentina, con las que persiguen, secuestran, torturan y asesinan fundamentalmente a jóvenes. Sistema que alimenta y retroalimenta la maquinaria delictiva del narcotráfico, como así también en la trata de personas, que cuenta con las responsabilidades directas y complicidades de miembros de las fuerzas policiales, judiciales y políticos.
Y como siempre, los sectores más desposeídos, los marginalizados por una parte sociedad que aún continúa estigmatizando y condenando por pobreza y falta de oportunidades, son los elegidos para engrosar la lista, la larga lista de desaparecidos, torturados, asesinados.
No son treinta mil, son muchos, muchos más los desaparecidos, y por cada uno de los que nos desaparecen en estos tiempos, nos van desapareciendo parte de nuestra historia e identidad. Nos van negando la posibilidad de enriquecen nuestras experiencias con lo que cada uno de todos nosotros podemos aportar para ser.
La memoria no es algo que pueda estar encorsetado en una fecha determinada. El 24 de marzo de 1976 es un símbolo, pero también es un símbolo y muy fuerte el 24 de marzo del 2004 cuando los cuadros de genocidas fueron descolgados del Colegio Militar de la Nación.
Y también son símbolos el 18 de septiembre del 2006 cuando desaparecen a Jorge Julio López, el 4 de abril del 2007 cuando asesinaron al Maestro Carlos Fuentealba, el 31 de enero del 2009 cuando desaparecen a Luciano Arruga, el 19 de febrero del 2012 cuando desaparecen a Facundo Rivera Alegre, también cuando desaparecen a Yamila Cuello el 25 de octubre del 2009 y tantos más que conforman un amplio calendario de reclamos por justicia y verdad, parte de nuestra gran deuda como sociedad.
Y los calendarios se engrosan con las fechas de nuestros desaparecidos, asesinados en cada rincón de nuestra Patria Grande.
Al menos en Argentina ya tenemos condenados…
Pero faltan más… Hay responsabilidades que por diversos motivos inentendibles para la memoria y la justicia son las complicidades de diversos sectores de la sociedad que, por acción u omisión, son responsables de las atrocidades padecidas en nuestra tierra. Partidos políticos de diferentes corrientes incluidos. Aún no han hecho una revisión sincera de lo que les toca en la historia.
Decimos que la memoria no sólo retorna en marzo, no debería retornar sólo en marzo, debe estar presente en cada día y no sólo para recordar a los que nos desaparecieron y reclamar justicia, sino también para repudiar a quienes nos han quitado parte de los sueños y las alegrías, y fundamentalmente para reafirmar nuestro derecho a la vida con todas sus particularidades y diferencias.
Tenemos que reafirmar en cada día que la memoria se hace presente para impedir nos vuelvan a condicionar la existencia, nunca más, y defender nuestra irrenunciable libertad.
Que así sea.
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