Por Norberto Ganci, Director de "El Club de la Pluma"
Ser docente no es tarea fácil, como tampoco bien compensada. No es una cuestión numérica o económica. Muy lejos de esos “aditamentos”, el ser docente tiene que ver con cuestiones vinculadas a valores, convicciones, compromiso y una profunda fe en que la labor servirá para transformar…
Ya en los tiempos de Sócrates, la necesidad de abrir las mentes al conocimiento, desde las dudas y los cuestionamientos, los planteos y replanteos, fue repitiéndose en todo el globo.
Antiquísimas comunidades practicaban la docencia en las transmisiones orales y pictóricas, relacionadas a sus identidades, costumbres y valores.
En el hogar, de una forma u otra, se practica docencia de manera empírica; es decir, con alguna previa formación.
Lo concreto es que docencia es un arte, una labor de muy vieja data y con una inmensa e intangible siembra transformadora.
Cierto es también, que hubo un largo camino en esto de la “educación” o la “docencia”, con variantes múltiples de segregación, elitismo, discriminación y una profunda y marcada tendencia al autoritarismo. A diferencia de lo que planteaba Jon Amos Comenius, la cuestión educativa fue evolucionando dentro de concepciones preponderantemente dominantes relativas, incluso, a la violencia corporal para “introducir conocimiento”; recordemos que La Salle recomendaba los castigos corporales como método de enseñanza.
Todo ello sin la posibilidad de una construcción colectiva que tomara los saberes de cada participante, como ingredientes necesarios por sus riquezas a la hora de asumir todas y cada una de las partes, el aprendizaje.
Son de larga data las diferentes concepciones que se han instalado en el consciente colectivo relativas al rol docente. Supimos desde muy temprana edad, o asumimos, que La Maestra era nuestra segunda madre. Épocas en que la actividad docente era fundamentalmente femenina. No obstante se “eligió” a uno de los personajes más discutidos en el revisionismo histórico para “condecorarlo” con el título de padre del aula.
Éste tuvo para la elite de aquellos tiempos, una importancia mayúscula ya que marcaba a fuego las diferencias raciales en cuánto quienes eran merecedores de educación. Los indios, los gauchos y los negros no entraban en su lista de beneficiarios de la educación.
Algo a lo que se enfrentaba, entre otras cosas, Pedro Bonifacio Palacios, más conocido como Almafuerte, aquel de ¡ Piú Avanti !!.
En nuestro país, Argentina, supimos de una Escuela cohesionada con la sociedad toda. Una Escuela en donde la familia participaba activamente, no sólo de la formación de los hijos, sino también en las cuestiones relacionadas a la misma Escuela y sus Docentes.
Eran tiempos en que la sociedad comenzaba a comprender el valor de lo colectivo. Indirectamente se avanzaba en una dirección muy diferente a la planteada por los sistemas dominantes. La docencia comenzaba a revolucionar…
Hubo también una época en que la discusión pasaba por elegir libros o alpargatas (tipo de calzado económico utilizado por las clases más humildes…).
Y con posterioridad el autoritarismo demencial genocida fue posándose en las aulas. Una dictadura cívico - religioso - militar feroz se instaló en los recintos de la educación, para no sólo deformar y condicionar el saber, sino también para “desaparecer” a las Maestras y Maestros “rebeldes” que denunciaba, militaban y combatían, con las tizas y las palabras, la irracionalidad impuesta. Isauro Arancibia fue uno de ellos…
La década de los noventa llegó con mayor precarización del saber y con una concepción alienante que promovía el éxito, calidad y progreso personal, en detrimento de lo colectivo. Para ser exitoso era menester dejar cabezas ajenas debajo de los propios pies.
Con ello también llegó la deformación educativa ya que, en lugar de estar en manos de quienes se habían preparado para el aula el dictado de clases, la misma recayó en un alto porcentaje en quienes se habían formado para otras actividades. No era descabellado encontrar a un arquitecto intentando dictar clases de armonía y composición en un conservatorio musical, como tampoco a un gasista matriculado impartiendo clases de física… entiéndase por favor la ironía…
En esos tiempos la destrucción del sistema educativo llegó al punto de lograr vaciar al Ministerio de Educación Nacional de escuelas. Un ministerio de educación sin escuelas era la fórmula necesaria para completar su aniquilación.
Esa situación aún no se ha revertido…
Pero, lo que ha contribuido con el deterioro en la imagen del cuerpo docente, en su gran mayoría, fue la imposición de una bastarda propaganda (medios monopólicos de desinformación mediante) de hacer creer que las / los docentes son una casta privilegiada que goza de regímenes vacacionales y de horarios laborales muy diferentes al resto de las / los trabajadores. Fue una tarea de inteligencia, valga la paradoja, para profundizar la destrucción del tejido social.
Y en todo ese panorama de un tejido social fragmentado que enfrenta unos contra otros en los reclamos de condiciones laborales y remunerativas, el sistema se regodea viendo cómo, a pesar de los tiempos transcurridos, su plan sigue funcionando a la perfección.
La discusión salarial de todos los sectores se ha puesto en un terreno donde el que pega más fuerte resulta más beneficiado. Y en el medio están, estamos todos… Nos han dejado en el medio de discusiones y planteos que están muy lejos de la realidad tremenda que muchos soportan.
Hoy resulta que un maestro puede ser apaleado en su legítimo reclamo, por parte de un uniformado que ayer dejó a merced de la delincuencia toda una ciudad reclamando también por su derecho a percibir un salario digno. ¿Quién determina quién es más digno, si una maestra o un policía?... Son pocos los que reprimen una marcha docente, no han sabido de lo que significa la educación recibida…
Si bien la dignidad no pasa por el bolsillo, como a muchos han hecho creer, la contienda de todos contra todos está planteada, desviando toda posibilidad de aunar criterios, miradas, reclamos y luchas…
El sistema educativo aún permanece averiado desde hace poco más de dos décadas; con una deficiente formación de formadores en muchos casos, con una precarización tremenda en los temas relativos a valores y una deprimente clase social que desprecia a la otra sin comprender que nos necesitamos para transformar, sin excluir…
La tarea docente no es sencilla, no solamente son las horas de clases dentro de un aula, los / las que entienden la actividad como una de las fundamentales en la formación de individuos conscientes de lo colectivo, formando el “nosotros”, lleva muchas horas fuera de clase, fuera de la escuela, elaborando desde contenidos hasta cada una de las clases que habrá de impartir… horas no contempladas en el conocimiento del resto de la sociedad.
Sólo algo para ejemplificar la distorsión del ideario docente.
La dignidad no pasa por un salario, pero el salario no sólo representa el nivel adquisitivo, representa también la valoración que hace el Estado de él, del sector docente.
Hay que volver a repensar la Escuela, desde todos los sectores y con la suficiente humildad para comprender que a todos nos compete la tarea.
Hay que retomar la discusión y lograr, por un lado que el Estado recupere su rol rector en el sistema educativo, recuperando las escuelas, los institutos de formación docente, etc.
Es necesario retomar la discusión y hacer que vuelva el sentimiento de pertenencia de toda la sociedad respecto de la escuela.
Que así sea.
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