Por Carlos Del Frade
(APe).- -Nunca me enseñaron el Ocampazo...-le confiesa una periodista a esta agencia en relación a la fenomenal rebelión de abril de 1969. Dice que en las escuelas no se enseña aquella pelea contra la dictadura de Onganía y la valentía masiva del pueblo del norte santafesino. Le respondo que tampoco tengo claro cuánto se difunden los Rosariazos, el Cordobazo, el Correntinazo o el Tucumanazo en las aulas de esas ciudades. Lo cierto es que hay que darle sentido a la memoria de los queridos y también olvidados abuelos de las comunidades. Para sentir orgullo cuando se pronuncia la palabra trabajadores. Una vez más es urgente sembrar aquellos recuerdos para que germinen mejores presentes para los pibes. En esos recuerdos de dignidad colectiva hay una clara señal para que las chicas y los chicos vivan una realidad mejor.
Villa Ocampo, norte profundo de la provincia de Santa Fe, la tierra donde comenzaron los “azos” de 1969, con aquella marcha del hambre del 11 de abril.
Una ciudad donde todavía se escucha el canto de los pájaros y los gallos cuando el sol va despejando cualquier huella de la fría madrugada y las voces de las personas que siempre tienen para denunciar la prepotencia de algún poderoso que goza de impunidades judiciales y políticas.
Un lugar en donde las chimeneas del ingenio Arno son vitales para que la palabra futuro tenga sentido en estos arrabales y que las hijas y los hijos de Villa Ocampo, obstinadamente, creen que doblegarán al sistema y las larguísimas consecuencias del saqueo iniciado en los tiempos de La Forestal.
Villa Ocampo, donde siempre se puede aprender de su gente y sentir la necesaria rebeldía contra distintos factores de poder que tardan mucho en responder las urgencias del norte profundo santafesino.
-Mi hijo me miró y me dijo: "Papá, tengo hambre"... Agarré una bandera argentina y salí para la Plaza. Lo busqué a Raimundo Ongaro, lo abracé con la bandera y fuimos a cortar la ruta 11...
Después estuve dos meses comiendo langostas en los montes con el cura Rafael Yacuzzi para que no nos metieran presos... Hacía nueve meses que no cobrábamos en el ingenio Arno. Eso pasó cuando empezó la corrupción de los tipos que con saquito y corbata se llevaban el azúcar a Rosario y no salía nada desde el puerto de Villa Ocampo… El hambre empezó cuando empezó la corrupción…- cuenta Romildo Carlos "el Chori" Caballero, hoy con 80 años, el abanderado del "Ocampazo", el inicio de los “azos” de 1969 que en estos meses irán cumpliendo 45 años.
Su testimonio es una fiesta de la memoria y la dignidad de la clase trabajadora. En la noche del martes 22 de abril, en el Club Arno, decenas y decenas de estudiantes de nivel terciario lo escucharon por primera vez al Chori.
Y él, el papá que salió abrazado a una bandera argentina que terminó atravesada por las balas de la represión cuando su hijo le dijo que tenía hambre, por primera vez le habló a su pueblo, casi medio siglo después de los hechos que quisieron ser borrados a fuerza de una deliberada construcción de olvido. Por eso las pibas y los pibes no suelen sentir orgullo del lugar de donde son, porque es difícil amar lo que no se conoce. Y cuando no se ama, se multiplican las debilidades. Por eso la periodista tenía razón. Nunca le enseñaron el Ocampazo porque siempre es peligroso saber que un hombre de ochenta años es un héroe del pueblo, concreto, cercano y digno de ser imitado. Y el sistema manda, impone que se repitan las rebeldías a favor de los que son más.
Porque hoy, cuarenta y cinco años después del Ocampazo, hay casi trescientos trabajadores que quedarán en la calle. 1.500 pesos cobrarán como seguro de desempleo los empleados de Norpapel, el nuevo nombre de Papelera Ocampo, durante seis meses. Del día 181 nadie quiere hablar.
Cuarenta y cinco años después de la Marcha del Hambre, una vez más no hay certezas sobre el futuro de decenas de familias. 45 años después del Ocampazo, los diarios regionales hablan de desnutrición, inseguridad sobre la zafra que empezará en mayo y migraciones permanentes hacia otros lugares de la provincia y del país. De la memoria de aquellas rebeldías surgirá una necesaria nueva dignidad colectiva para este querido y estragado norte profundo santafesino.
Fuentes: Entrevistas e investigaciones del autor de esta crónica.
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