Por Jorge Wejebe Cobo
Según una anécdota el presidente Bush exultante por sus éxitos por la invasión a Afganistán e Irak preguntó a uno de sus colaboradores más cercanos si la próxima en la lista podía ser Cuba.
Al parecer el entonces Subsecretario de Estado para el Control de Armas y Seguridad Internacional, el neoconservador John Bolton quien coincidiría con el deseo o el chiste del mandatario, se dedicó con frenesí a acusar oficialmente a Cuba en el 2002 de ser arsenal de armas bacteriológicas del terrorismo mundial, la misma imputación realizada a Irak para justificar la invasión en el 2003, sin que hasta nuestros días hayan aparecido en su territorio la menor prueba de tal acusación.
Pero para darle cuerpo a la traslación cubana de la imputación Bolton no se detuvo en criticar al Pentágono y su órgano de inteligencia DIA (Defense Intelligence Agency) de ser blandos en sus apreciaciones sobre la Isla, al descartarla como peligro a la Seguridad Nacional de EEUU.
Enarbolaba como carta de triunfo frente a los militares, la detención en septiembre de 2001 de la analista principal de la DIA, Ana Belén Montes, por trasladar información al gobierno cubano y la cual según él, fue la responsable de plantar una matriz benigna en las apreciaciones de inteligencia sobre las supuestas capacidades letales del ejército cubano.
Consideró que Ana Belén Montes, quien supervisó y dirigió la elaboración del análisis “La Amenaza Cubana a la Seguridad Nacional de Estados Unidos” (The Cuban Threattothe U.S. National Security) realmente perseguía engañar al legislativo sobre los supuestos planes terroristas de Cuba.
En 1997 el Departamento de Defensa preparó dicho informe entre Agencia Central de Inteligencia (CIA), el Buró de Investigación e Inteligencia del Departamento de Estado, la Agencia de Seguridad Nacional (espionaje electrónico y del ciberespacio) y el Centro de Inteligencia Conjunto del Comando Sur para presentarlo ante el Comité de Inteligencia del Senado.
Ana Belén Montes, nacida en 1957, era analista superior (senior analyst) sobre temas cubanos en la Agencia de Inteligencia de la DIA y fue juzgada en 2002 bajo la acusación de espionaje a favor de Cuba. Reconoció sus cargos, no se arrepintió de, según ella, de ayudar a la Isla para defenderse de la política agresiva de su país y fue condenada a 25 años de cárcel.
En el documento de la DIA se opina que la capacidad militar convencional de Cuba había sufrido un serio deterioro por la desaparición de la ayuda militar de la antigua URSS y aseguran esas conclusiones con datos recolectados sobre la disminución de los efectivos de las fuerzas aéreas, navales y el ejército de tierra, lo que excluía de su análisis a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) como amenaza a la Seguridad Nacional de EEUU por ser incapaz de organizar acciones ofensivas contra su vecino o países aliados de EEUU.
Para llegar a estas apreciaciones Ana Belén, en realidad, no requeriría mucha ayuda de los cubanos. La estrategia militar de la Isla siempre fue defensiva y desde inicio de los años de 1980 se perfeccionó con la doctrina de La Guerra de Todo el Pueblo, hecha pública y proclamada reiteradamente por la Dirección Cubana como única disuasión frente a su potencial agresores que en una embestida pagarían un alto precio en vidas de soldados.
Pero al parecer en los cabildeos políticos en el Senado o dentro de la propia comunidad de inteligencia, con fuerte influencia de la derecha cubano americana, se adosó al informe dos acápites que aunque no cambiaban sus conclusiones generales, permitían un asidero de la propaganda contra Cuba en la creación de condiciones para amoldar a la opinión pública norteamericana e internacional para una agresión a la Isla e incrementar aún más el bloqueo.
En este sentido se especulaba, sin prueba alguna ni información, que los sistemas de inteligencia y contrainteligencia dirigidos hacia Estados Unidos sufrieron poca reducción y que Cuba compartía inteligencia con otros países, incluyendo adversarios de Estados Unidos.
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