Los efectos del sojalismo en el sur de Santa Fe Por Sandro Arrién (Otra Mirada) El modelo extractivista tiene su correlato en la pampa gringa. Referentes ambientalistas, médicos y traba...

Los efectos del sojalismo en el sur de Santa Fe

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Sandro Arrien 2

Por Sandro Arrién (Otra Mirada)

El modelo extractivista tiene su correlato en la pampa gringa. Referentes ambientalistas, médicos y trabajadores del campo vienen denunciando, desde hace años, los efectos del monocultivo de la soja. Venado Tuerto es una ciudad mediana del sur santafesino que cuenta con un 45 por ciento de casos de cáncer producto de los agrotóxicos. Pero también al no quedar espacios por el avance sojalero, los agronegocios cambiaron la forma de producir carne, esto es, se dejó de criar animales en praderas (grandes extensiones) para hacerlo en corrales donde los animales, por estar hacinados, tienen grandes probabilidades de enfermarse y el tipo de carne termina siendo de muy mala calidad.

El cáncer: La pústula del extractivismo salvaje

Mario Bollero, referente de la ONG Asociación Civil por la Conservación y la Acción Social (ACECAS) denuncia que "en los relevamientos hechos a 450 personas de Venado Tuerto, veintidós de veinticuatro barrios que tiene la ciudad, la muestra nos indica que de esas 157 familias, 31 núcleos familiares tuvieron fallecidos en los últimos diez años; es decir, el 45 por ciento falleció de cáncer".

Esta cifra contundente encubre la desidia de las autoridades municipales. Si en algo se parecen los concejales peronistas, socialistas y del Pro es en "hacerse los boludos", frase icónica de otro encubridor, el otrora gobernador de la provincia de Buenos Aires cuando ocurrieron los asesinatos de los piqueteros Darío y Maxi. En efecto, a la hora de ser entrevistado por este cronista, el ambientalista venadense contó que "desde el Concejo Municipal y la Municipalidad se han negado sistemáticamente a la instalación de los campos sanitarios que establecen el nivel de morbilidad, esto es, de qué se enferma y de qué se muere la gente". En consecuencia, tuvieron que hacerlos ellos mismos pidiendo el asesoramiento y el material protocolar para llevar adelante las encuestas a la Facultad de Medicina de la Universidad de la Universidad Nacional de Rosario, a través del doctor Damián Verseñazi, responsable de la Cátedra Salud Socioambiental, quien llevó adelante relevamientos en una veintena de pueblos y ciudades del sur santafesino que superó las 90 mil personas: "lo que encontramos como punto común de todas estas localidades, es que todas habían quedado en el medio de las áreas de producción de alimentos transgénicos dependientes de agrotóxicos. En algunos lugares hay cuatro veces más casos de cáncer que en el año 1997", dijo el facultativo.

Pero por si hace falta agregar más morbo a esta problemática, Bollero cuenta que a mediados del año pasado "a partir de una nota que sacó en diciembre de 2013 el Círculo Médico del Departamento General López, donde manifestaba que gran parte de los abortos espontáneos, chicos nacidos muertos o con malformaciones se debían a factores del medioambiente, hicimos en agosto del año pasado (2014 ) una convocatoria por una red social (Facebook) para que las personas se acercarán hasta nuestra ONG y se hicieran algunos análisis". Los resultados fueron demoledores. De los 50 casos, todos registraron un impacto en sangre, a distintos niveles, de pesticidas utilizados en el campo para combatir plagas o malezas, insecticidas utilizados en los hogares para eliminar insectos y los diferentes agrotóxicos utilizados en las frutas y verduras. "Sin embargo, lo más asombroso fue que toda la gente analizada vive en zona urbana", destacó Bollero.

La complicidad no es sólo de tinte político

Aunque no sólo la desidia es privativa de la casta política vinculada a los agronegocios que maneja la "provincia invencible de Santa Fe" - quien desde hace años mantiene cajoneada la modificacíon de la mal llamada Ley de Fitosanitarios alentada, entre otras entidades, desde el Centro de Protección a la Naturaleza (Cepronat), cuyo núcleo central establece la prohibición de las fumigaciones aéreas, la restricción de las fumigaciones terrestres a ochocientos metros de los ejidos urbanos y la producción de cultivos agroecológicos en las tierras donde hoy se siembra el paquete tecnólógico denominado "labranza cero" (barbecho químico: fumigación de la superficie a sembrar con glifosato más el temido 2,4D y luego la semilla de la soja transgénica RR )- también el diario venadense de mayor tirada regional "El Informe" y su dueño Jesús Vallortigara, quien habitualmente acostumbra a titular en sus portadas refritos de temas de la agenda de los medios nacionales, mantiene una postura totalmente acrítica a la hora de abordar la contaminación ambiental producto de las fumigaciones indiscriminadas con un variopinto de pesticidas. Nada dice, o mejor dicho, en este tema en particular coincide con los defensores y detractores del modelo Nac & Pop tratando de naturalizar que, en una década y media y debido a que las malezas se han hecho cada vez más resistentes, se pasó de utilizar de 2 a 20 litros de glifosato por hectárea.

En fin, como diría el dicho popular, "entre gitanos no nos vamos a andar leyendo la buenaventura". Se puede tener un relato progre o provenir de los sectores más acomodados y sostener un discurso conservador, pero cuando se trata de pingües negocios proveniente de una economía reprimarizada, altamente dependiente de la economía china, el "fin justifica cualquier medio".

Un feedlot a escasos 100 metros de una escuela comedor

"El engorde a corral es la pata de la soja. Si no hay monocultivo, no hay feedlot. Al no haber espacio, terminan los animales en corrales confinados, ya no comen pasto y no utilizan el rumen. Esto trae consecuencias como la colocación de medicamentos, se le pone antibióticos como prevención, si están hacinados es más fácil que se infecten", sostiene el ingeniero agrónomo Gabriel Ariznabarreta, integrante de Ecos Saladillo, una ONG ambientalista ubicada en la ciudad bonaerense de Saladillo.

"Las estadísticas marcan que el 80 por ciento de la carne consumida en las grandes urbes es de carne criada a corral. Se calcula que hay más de dos mil feedlots en todo el país". Con el agravante de que "la composición nutritiva de estos animales es muy diferente de los animales criados a pastos, esto lo dice el INTA, ya que posee una elevada cantidad de ácidos grasos saturados ligados al colesterol, pero también perdemos sustancias anticancerígenas que tienen los ganados criados en praderas", agrega el ambientalista.

Para citar un emblema de la desidia de las autoridades y de la descomposición de los vínculos solidarios de una comunidad, situémonos en el sur - sur de la provincia de Santa Fe. En concreto, en la localidad de San Eduardo, un pequeño pueblo de no más de 700 habitantes y distante a 20 kilómetros de Venado Tuerto, hay al menos dos establecimientos dedicados a este tipo de cría dentro del ejido urbano; uno de ellos, a escasos 100 metros de la Escuela Provincial N° 6008. Allí, durante el período escolar, concurren por la mañana y por la tarde chicos desde los 3 hasta los 12 años de edad. No está de más decir que los vecinos de este lugar conviven a diario con olores nauseabundos, las moscas y las ratas que se alimentan del exceso de excremento del ganado vacuno criado a corral.

En fin, postales surrealistas de una Argentina que se ha acostumbrado a naturalizar economías informales, como el narcotráfico y las "formales", como se lo denomina al modelo extractivista de los agronegocios, dos caras de una misma moneda del capitalismo salvaje. El relato oficialista hace aguas por todos lados, aunque el modo de producción, hoy por hoy, sigue en pie.

De la denuncia y la movilización de cada uno de nosotros depende el cambio de modelo económico que posibilite volver a ver las vacas criadas en grandes extensiones de tierra (a la vieja usanza), la rotación de cultivos que posibilite la regeneración de los suelos y de, por lo menos, una necesaria reforma agraria profunda que posibilite el acceso a las tierras productivas para lograr la soberanía alimentaria. No por una premisa de sesgo romántico sino porque los cultivos transgénicos, además de dinero, ya produjeron contaminación de tóxicos en sangre en casi la mitad de la población donde reina impune el color verde muerte de la soja.

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