Por la Lic. Patricia Gordon *
Van a buscar un trabajo y a veces a comprar algo al centro o por el barrio.
Vuelven de la escuela o de la facultad
Otras emprenden un viaje y se están por encontrar con alguien que las espera en la terminal.
En algunas ocasiones tienen una discusión con algún familiar y se van enojadas pegando un portazo.
Alguna vez salen no sin antes producirse para sentirse lindas, porque se tienen que ver con un chico que conocieron.
O andan caminando por ahí luego de una salida y están a unas cuadras de la casa.
Salen, sí, salen a bailar a un boliche porque se quieren divertir.
Ven un aviso por internet y piensan que esa es la oportunidad laboral que tanto buscan.
Son jóvenes, lindas, tienen amigos y amigas, pobres o de clase media, altas, bajas, delgadas o robustas, con brillo en la mirada y sueños en el alma.
Como nuestras hijas o nietas, como tus amigas, como las alumnas que tenés en la escuela, como las pacientes, como tu sobrina, como vos.
Daiana, Angeles,Candela, Nicole, Lola, Abigail, Melina, Noelia, Milagros…y siguen los nombres que debés haber leído en los titulares de las noticias.
Los últimos informes nos dicen que hubo 277 femicidios en el último año en la Argentina.
Algunos se empeñan en seguir hablando de homicidios y de "crímenes pasionales".
El Femicidio es un genocidio de género. Y aunque no nos guste aquí hemos llegado. Cifras más, cifras menos, estamos hablando de mujeres, de jóvenes y de niñas. Y a esta altura de los acontecimientos nadie en su sano juicio puede desconocer que nos matan por ser mujeres y que el femicidio es “el asesinato de mujeres realizado por hombres motivado por odio, desprecio, placer o un sentido de propiedad de las mujeres”.
En este día de marzo nos despertamos con la noticia de que Daiana García fue encontrada en la ruta, en una bolsa de arpillera y con la boca tapada por una media.
¿Así nos quieren? ¿Con la voz silenciada? ¿Muertas por asfixia? ¿Violadas? ¿Quemadas? ¿En pedazos?
La furia conque los femicidas actúan va directo a la anulación no solo de la vida. También de la autonomía, de la libertad, de la independencia, de los derechos conquistados, de la alegría, de la belleza y del amor.
Sí, del amor con que vivimos y del amor que nos habita cada vez que salimos a buscar trabajo, a bailar, a encontrarnos con un hombre al que elegimos, a estudiar, a protestar, a charlar con las amigas y compañeras, a llevar a los chicos a la escuela, al gimnasio, a tomar mate con las vecinas…
Eso es la misoginia: el odio del femicida hacia todo lo que representa ser mujer. Hacia lo que fuimos construyendo con los siglos en contra.
No hay dominación que vaya a frenar la autonomía lograda.
No hay femicidio que nos vaya a hacer creer que “todos los hombres son iguales”.
Caminamos a la par de todos los varones que saben luchar por nuestros derechos.
Y hay algunas ideas y situaciones que tendremos que atender antes de asombrarnos y manifestarnos en contra de los femicidios.
Revisar eso de que las mujeres estamos para “atender” a la familia. Y dejar de reírse con los “chistes” que nos descalifican en torno a nuestra inteligencia, habilidades y cuerpo.
Y apagar la TV cuando aparece el proxeneta de la televisión argentina bailando por un sueño de porquería.
Y no tratarnos de exageradas cuando decimos que ciertos “piropos” nos espantan.
Dejar de justificar el golpe y atribuirlo a que “la mina es insoportable”.
Pedir la destitución de los jueces y juezas que siguen diciendo que se abusa y se viola porque es “una cuestión cultural”.
No aceptar. Dejar de mirar para otro lado cuando vemos los primeros indicios de esta avanzada que muchas veces culmina en la peor de las violencias.
Entender. Que el abusador puede ser cualquiera y que no vemos muchos abusos, sucede que hay gente que no ve ni uno.
Dejar de financiar la trata de personas y la explotación sexual.
No se llega al femicidio en soledad ni el femicida nació de un repollo.
Para que exista semejante cosa hay un Estado que no está admitiendo que hay una emergencia nacional por la violencia de género.
Y una sociedad y una cultura que se espanta pero no logra dar un paso adelante.
Las bolsas en las que terminan los cuerpos de las mujeres violadas y asesinadas son el miserable lugar de destino de todos los prejuicios, de la inequidad, de la crueldad y del peor de los despotismos.
* Presidenta de En Red (Red Solidaria de capacitación y tratamiento en violencias, abuso sexual y trata de personas).
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