Por Sara Luna Nariño, guerrillera del Bloque Comandante Jorge Briceño
Si para el conjunto de combatientes que componemos el movimiento es un honor pertenecer a las FARC - EP, mucho más lo es para las mujeres, no solamente por lo que simboliza el entregarse de lleno a la causa de la felicidad del pueblo colombiano, sino por lo que significa nuestra labor en el proceso revolucionario, en el que estamos incluidas bajo las mismas condiciones que lo están nuestros compañeros de lucha.
No es fácil soportar las condiciones físicas que impone la confrontación armada en las entrañas de la selva, pero aquí nos sentimos como en casa. Nos cubrimos con una inmensa manta de moral, de optimismo y abnegación. Porque pese a lo rústico del ambiente militar, nuestra organización nos brinda la oportunidad de recobrar la identidad femenina, la misma que nos permite ser agentas políticas y militares.
Vivimos y sentimos la igualdad social al interior de las filas. En la línea política y militar de las FARC - EP no hay diferencias de ninguna índole entre mujeres y hombres. Internamente, y desde el principio, vencimos el primer obstáculo para la liberación femenina, expresado en la asignación como amas de casa por parte del sistema patriarcal, agravada ahora por la voracidad capitalista de hacer de las mujeres las principales consumidoras, una mercancía más o una mano de obra más barata.
Realmente aquí respiramos un ambiente distinto a lo largo de los años, no sin penas ni apuros, puesto que todos y todas los que conformamos las FARC venimos de esa misma sociedad machista y discriminadora. Pero hemos comprendido que generar los cambios en el sistema depende de que todos, mujeres y hombres, batallemos incansablemente, en igualdad de condiciones, por hacer de nuestra patria el mejor hogar para los colombianos.
Hemos aprendido a convivir fraternalmente, hasta el punto de que por la prolongación de esta lucha, podemos decir que farianas y farianos no sólo somos soldadas y soldados de la revolución, sino también una gran familia. Unas y otros estamos ayudándonos en el día a día, y las mujeres podemos estar seguras de que siempre encontraremos en nuestros compañeros su solidaridad y protección. Del mismo modo nosotras estamos dispuestas a protegerlos llegada la oportunidad, como de hecho ha sucedido siempre. En los avatares propios de nuestra actividad hemos logrado adquirir una fuerza inmensa e indoblegable, y muy en lo profundo, una sensibilidad enardecida que brota aún más en los momentos críticos donde somos todas y todos un solo lazo.
Aquí todos coincidimos en que sin la participación de la mujer en las filas, hubiese sido impensable la resistencia y tenacidad que las FARC - EP han mostrado durante más de medio siglo de lucha. Y, pese a las dificultades propias de la guerra, todas hemos logrado imprimir nuestro sello en el rostro de las FARC - EP, en las que aparecemos juntas e iguales a nuestros camaradas, hermanos, amigos y compañeros. Ese es el rostro completo de las FARC, por las que siempre batallaremos sin descanso.
Traigo a colación las palabras del camarada Manuel Marulanda Vélez, nuestro líder, conductor y maestro, quien en el año 1993, al referirse a la petición de nombrar a una mujer en el Estado Mayor Central, para que no dijeran que en las FARC - EP se discriminaban a las mujeres, respondió que "el día que una mujer perteneciera al EMC, no sería por obra de la lástima, la beneficencia o un simple formalismo, sino porque esa mujer tenía los méritos para ejercer el puesto que se le estaba dando". Eso demuestra que efectivamente nos hemos ganado los lugares que ocupamos ahora. En todas las unidades de las FARC - EP relucen las capacidades femeninas, que no son distintas a las masculinas, o por lo menos, no en esencia.
Me permito ahora repetir, con el corazón en la mano y sintiéndolo desde lo más profundo de mi ser, las palabras que expreso la camarada Mariana Páez en la ponencia de mujeres de la Comisión Temática para los diálogos del Caguán: “Soy una mujer colombiana y una guerrillera de las FARC, las dos cosas que más me enorgullecen en la vida”.
A ella y a todas las heroínas revolucionarias de Colombia y del mundo, gracias, porque nos enseñaron a todos y todas que “la participación femenina, es imprescindible para alcanzar los más nobles objetivos de la nación y de la humanidad entera”.
¡ Camarada Mariana Páez !... ¡ Presente, presente, siempre presente !
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