Gentileza: Calarcá - Semanario Voz
El presidente de Colombia, ante la situación crítica que vive el país, sin ninguna imaginación y menos liderazgo, lo único que se le ocurre es decir por los medios de comunicación contrainsurgentes adscritos al régimen, dos mentiras “engaña bobos”:
Impregnado todavía del humo del incienso y la mirra de su visita al Papa, toma literalmente la palabra del “vicario de Dios en la tierra”, la que está al borde de la destrucción según su última encíclica, para decirnos la gigantesca ironía que Colombia es un país donde se respeta, se cuida y se protege el medio ambiente como en ninguna otra nación del globo.
40 años seguidos fumigando selvas, valles y montañas colombianas y convirtiéndolas en desiertos con el defoliante y destructor agente naranja glifosato, por orden de los EE. UU. y su “War Drugs”; son un regalo envenenado, de la hipócrita oligarquía colombiana que Santos representa a las mil maravillas, a las palabras del papa Francisco Bergoglio.
Las troneras e inmensos socavones dejados por la explotación inmisericorde de minas de Carbón en la Guajira, la contaminación del puertos y bahías marinas, la destrucción de hoyas enteras de ríos y valles en las selvas del pacifico o de Antioquia y de otras regiones, etcétera, buscando metales preciosos, son simples alegorías espirituales que no tiene nada que ver con “el valle de lágrimas” donde estamos. El rio Bogotá es un manantial que Ardila Lulle quiere envasar para vender como nueva castalia. La deforestación de selvas completas y extinción de aguas para vender las maderas preciosas a compañías multinacionales. La entrega de páramos y otras fuentes de agua por parte del vendido ministerio del ambiente a compañías minero energéticas; son minucias y calumnias de la guerrilla comparadas con los derrames de petróleo de sus sabotajes.
Las bombas de 250 kilos rompen cuerpos de campesinos colombianos y derraman sangre; las bombas guerrilleras rompen tubos y derraman petróleo. ¿No es acaso la guerra que George Bush anunció en su Plan Colombia de sangre por petróleo?
Convertir inmensos territorios de ricas selvas naturales y tierras agrícolas cultivables en desiertos verdes de palma africana, en donde sus parientes y socios políticos tienen grandes inversiones. Entregar la altillanura baldía a la voracidad de los amigos de las trasnacionales agro mineras, como lo han hecho coordinadamente los corruptos ministerios de agricultura y del ambiente; estimular el avance del latifundio improductivo hasta convertir millones de hectáreas de tierra cultivable en estériles pajonales para alimentar los 40 millones de vacas que poseen los millonarios socios de la Federación Nacional de Ganaderos (Fedegán) y arruinar los cultivos de alimentos como arroz, trigo o maíz, importando lo que nos envía el TLC gringo; no son ninguna falta o pecado contra la madre naturaleza y los hombres que están gimiendo sobre ella, sino un milenario mandato bíblico del Génesis que les ha ordenado siempre como clase dominante: “¡ Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven sobre la tierra…!".
Y por si fuera poco, el tergiversador presidencial embargado por la ira de su frustración e incuria, truena la misma cantaleta que le hemos oído desde hace 70 años a sus antecesores presidenciales sentados en la silla que alguna vez ocupó Simón Bolívar: “¡ Por las buenas o por las malas, vamos a pacificar el país !" (19/06/2015)
Pero resulta que esa es la gran mentira oligárquica que ha empezado a aclararse definitivamente: Ni por las malas con 70 años de guerra contrainsurgente de última tecnología. Ni por las buenas con innumerables intentos de derrotar con argucias y perfidias la resistencia de las fuerzas populares en alguna “mesa de negociación”, han hecho posible la realización del sueño oligárquico de exterminar la resistencia a la depredación trasnacional desarrollada a costas de inmensos sacrificios y sangre por el pueblo trabajador colombiano.
Y el gran secreto, el caballito de palo que ha llevado al pueblo colombiano resistente a todas partes, y contra el cual se han estrellado todos los ministros de guerra que por el ministerio han pasado y todos los gobiernos, presidentes y políticos que en 70 años han sido, es muy sencillo, y consta de tres partes:
1 - Una adecuada utilización de la estrategia leninista de “utilizar y combinar” sin despreciar ninguna, todas las acciones de masas, en la larga y penosa resistencia anti oligárquica y anti imperialista que se ha desarrollado en todos estos años de depredación trasnacional.
2 - Un programa sencillo y ligado a las reivindicaciones más sentidas del pueblo trabajador, sintetizado en la consigna de “paz con justicia social, democracia y soberanía”.
3 - Y una organización política leninista flexible, que puede actuar en la clandestinidad o en la legalidad según las circunstancias, y que ha demostrado recientemente ante todo el mundo su ascendiente, su cohesión, su responsabilidad y su disciplina.
Esta es la gran estrategia y la gran táctica que bien podían liberales y neoliberales, conservadores, socialdemócratas de derecha, empezar a estudiar o por lo menos a sacar lecciones antes de comenzar a dar coces de burro contra el aguijón.
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