Ángel Molina
Por Leandro Albani
El Estado Islámico mantiene en pánico a Medio Oriente con sus métodos terroristas. La relación de los mercenarios con Estados Unidos y las monarquías del Golfo Pérsico. Y una lucha por la hegemonía que se cobra cada día más vidas civiles.
¿Por qué surgió el Estado Islámico? ¿Qué significa el wahabismo, la ideología que rige a ese grupo y es impulsada por Arabia Saudita? ¿Cómo opera Estados Unidos en el Medio Oriente actual? ¿Por qué Washington cambió su modo operandi para controlar los países árabes e islámicos? ¿Cuál es el peso real en la región de las monarquías del Gólfo Pérsico y Turquía? Estas son algunas preguntas que Marcha le realizó a Ángel Molina, politólogo argentino que reside en México y analista en temas de Medio Oriente.
Molina, quien cursa una maestría de Filosofía de la Ética Islámica en la Universidad de Al Mustafá de Irán, dejó en claro que el surgimiento del Estado Islámico (EI) no se debe a un componente puramente religioso, sino que se da en el marco de una nueva estrategia de la Casa Blanca hacia la región. Según el especialista, para analizar la aparición del Estado Islámico hay que tener en cuenta la “enorme influencia del discurso wahabí, que es la interpretación más tosca y empobrecida del Islam”, el cual tiene su epicentro en Arabia Saudita.
La monarquía saudí, al poseer “acceso de una fuente ilimitada de recursos -explica Molina-, ha permitido que a lo largo y a lo ancho del mundo islámico se exprese y se difunda esta versión absolutamente tosca del Islam que es el wahabismo y que tiene muchísimos nombres, como takfirismo y salafismo. Estos no son términos intercambiables pero definen la actitud de no reconocer como musulmanes a aquellos que no pertenezcan a esta escuela, que es absolutamente literalista y muy empobrecida en cuanto a la interpretación del texto coránico”.
Desde que el EI irrumpió en Irak y Siria, las denuncias sobre el financiamiento por parte de la Casa de Saud y Turquía hacia los seguidores de Abu Bakr Al Baghdadi se multiplican. El objetivo del Estado Islámico de crear un Califato -que abarque desde Alepo, en Siria, hasta Bagdad, en Irak-, demuestra que el grupo tiene el fin concreto de gobernar a fuego y sangre dos territorios caracterizados por sus recursos naturales, en especial las grandes reservas de crudo.
Para Molina, la “enorme difusión que ha tenido la doctrina wahabí se combina con elementos de geopolítica, por un lado desatados a partir de la invasión norteamericana a Irak (en 2003), generando un gobierno totalmente corrupto que surge después del 2004 y está marcado por una desestructuración del Estado”. Y en este punto es donde el politólogo argentino hace un fuerte hincapié, porque según su visión Estados Unidos impulsa para Medio Oriente una nueva doctrina en la cual el caos es su principal aliada.
“Tendríamos que destacar el cambio de la forma de intervención norteamericana en ciertas áreas de Oriente Medio -expresa Molina-. Hasta hace unas décadas atrás, Estados Unidos y las potencias hegemónicas cambiaban al gobernante de turno pero mantenían la estructura estatal más o menos funcionando de la misma manera. Hemos visto, sobre todo en Irak y en Afganistán, que eso ha cambiado. Ya no se trata de sacar al gobernante de turno y buscar uno aliado, sino de desarmar totalmente al Estado. El elemento a partir del cual se lleva estas intervenciones es que la desestructuración del Estado genera muchos más beneficios para la potencia ocupante que mantener las estructuras funcionando, porque ya no sólo pueden extraer lo que les permita el gobierno aliado de turno, sino que se pueden hacer cargo de todo: del proceso de reconstrucción, pero también del proceso de depredación de los recursos en los países intervenidos, que es muchísimo más profundo”.
En los casos iraquí y afgano, Estados Unidos siempre tuvo presente que sus fronteras son con Irán, por lo cual la aparición del EI no es casual. “La posibilidad latente de que el Estado Islámico se acerque a las fronteras con Irán ha aparecido en momentos que se toma Mosul (ciudad del norte de Irak), que confirma la línea de interpretación por la cual ésta inestabilidad es funcional a Estados Unidos, pero por supuesto actuando de la mano de sus aliados regionales con Arabia Saudita a la cabeza”.
Luego del derrocamiento de Sadam Husein en Irak, las fuerzas ocupantes junto a sus aliados locales comenzaron un proceso para despedir a cualquier persona que fuera miembro del partido Bass, tanto en el Ejército como en la sociedad civil. Pero no sólo eso: este proceso también se dio entre “profesores y maestros, que por la simple suposición de haber estado vinculados con el gobierno de Sadam Husein de golpe se encontraban fuera del Estado y carentes de la posibilidad de acceder a cualquier cargo”, ejemplifica Molina. “Esto genera un malestar que se viene manifestando de distintas maneras. Todo esto, combinado con el discurso wahabí, que tiene a sus auspiciantes en las monarquías del Golfo Pérsico, más el capital que llega de estas monarquías, permite el surgimiento de expresiones como el Estado Islámico”, manifiesta el especialista argentino.
Por eso, Molina asegura que el surgimiento del EI no forma parte de algo “espontáneo”. Sino que se da por la combinación “la combinación de los elementos vinculados con el Bass” que se aliaron al Estado Islámico, a la penetración del wahabismo y con “la connivencia de otros actores regionales”.
“No podemos imaginar que estos grupos armados, que han tenido entrenamiento militar, hayan podido obtener este adoctrinamiento sin ser percibidos por ninguna de las potencias ocupantes en la actualidad”, afirma Molina.
En una zona como Medio Oriente, monitoreada de forma permanente por satélites y regada por agentes de inteligencia de varios países, el politólogo argentina se pregunta: “¿No ha sido capaces esos servicios y estas fuerzas de seguridad de notar la presencia de un grupo armado que no sólo se estaba dotando de capacidad militar con entrenamiento y armamento sofisticado?”. Su respuesta es directa: “No podemos ser tan ingenuos de suponer que esto no pasaba, que nadie lo percibió. Esto se hizo con la connivencia de buena parte de los actores regionales, que entendían que el Estado Islámico era una herramienta útil para otros proyectos en la región. Cuando veíamos el avance sobre Mosul y la caravana de camionetas nuevas, no podemos suponer que las habían robado en una concesionaria iraquí. Eso está subvencionado por los patrocinadores de la ideología wahabí y de las expresiones takfiries en la región. Por un lado, lo vemos con muchísima claridad en el lineamiento ideológico de las monarquías del Golfo, pero lo vemos con mayor obscenidad en el discurso turco. Erdogan ha sido totalmente reticente a atacar al Estado Islámico, de hecho ha considerado que el EI no es una prioridad, sino que la prioridad es la caída de determinados gobiernos en la zona, haciendo especial hincapié en la administración siria de Bashar Al Assad”.
Por último, Molina propone “empezar a complejizar la mirada” sobre Medio Oriente, “teniendo en cuenta a los actores regionales y los intereses de los actores centrales en la disputa de hegemonía mundial”. La actualidad de la región, según el especialista, está marcada por “actores regionales que disputan hegemonía regional, con Arabia Saudita como uno de esos actores”, que a su vez “están coordinados con actores a nivel mundial, como Estados Unidos, que pretende garantizar su hegemonía mundial. Y la inestabilidad, y este es un proceso distintivo en Irak y en Siria, es funcional a los intereses de Occidente en la región”.
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