Por Iroel Sánchez
Este domingo 21 de junio el diario estadounidense The New York Times un nuevo editorial sobre la política de EE.UU. hacia Cuba.
Levanten la prohibición de viajar a Cuba
Concedido, Jartum, Teherán, Damasco y Pyongyang no son muy populares destinos turísticos. Pero son lugares que los estadounidenses pueden visitar sin violar la ley federal. Sin embargo, viajar a Cuba para hacer turismo sigue estando prohibido. Como llegar para fines aprobados sigue siendo innecesariamente difícil y costoso.
La prohibición -la única prohibición de viajes a la que los ciudadanos estadounidenses están sometidos actualmente- no tiene sentido, y es particularmente equivocado en una era de ampliar el compromiso entre los Estados Unidos y Cuba.
Un proyecto de ley presentado a principios de este año por un grupo bipartidista de senadores que quieren derogar la prohibición de viajar es el más digno de la serie de iniciativas legislativas provocadas por la decisión del presidente Obama en diciembre pasado para restablecer las relaciones diplomáticas con La Habana. El proyecto de ley rescinde disposiciones de las leyes aprobadas en 1996 y 2000 que prohíben los viajes por los estadounidenses como parte de una estrategia para castigar y aislar a Cuba con la esperanza de lograr un cambio democrático en ese país. El flujo más libre de personas, bienes e ideas es mucho más probable que conduzca a reformas significativas en la isla.
El proyecto de ley, presentado por los senadores Jeff Flake, republicano por Arizona, y Patrick Leahy, demócrata por Vermont, tiene 43 copatrocinadores. Los senadores de Nueva York, Kirsten Gillibrand y Charles Schumer, aún no han firmado, pero sus oficinas, dijeron el sábado que lo harán la próxima semana. Del otro lado de esta cuestión, un grupo fuerte, pero disminuido, de legisladores, que parecen dispuestos a no dejar ir la era de la Guerra Fría, están impulsando iniciativas que prolongarían – y en algunos casos intensificarían -la telaraña de sanciones que impone los Estados Unidos a Cuba.
Algunos, por ejemplo, han introducido disposiciones en proyectos de ley que restringen al Departamento de Estado gastar dinero para actualizar su antiguo edificio de la misión diplomática en Cuba cuando los dos países formalmente restablezcan relaciones diplomáticas plenas. Ese mezquino paso sólo dañaría a diplomáticos estadounidenses que trabajan en un entorno difícil.
En las próximas semanas, el Senado y la Cámara de representantes tendrán que conciliar sus visiones de la política hacia Cuba, ya que negocian la factura anual de la ayuda exterior. La Cámara ha destinado $ 30 millones para programas pro-democracia, $ 10 millones más que lo que el gobierno de Obama pidió. Eso es imprudente. Desde 2009, el Departamento de Estado ha logrado pasar sólo $ 66,5 millones de los más de $ 114 millones que el Congreso ha reservado para esos programas. Washington ha luchado para gastar el dinero porque los programas estadounidenses que tratan de fomentar las reformas democráticas son ilegales en Cuba, y algunos han estado envueltos en subterfugios.
Mientras fomentar las reformas democráticas, y respaldar a los disidentes es sin dudas algo que vale la pena, los Estados Unidos pueden tener un mayor impacto mediante la búsqueda de formas de apoyar los empresarios privados y quitando las sanciones. La versión de la Cámara de representantes del proyecto de ley de ayuda exterior tontamente prohíbe el uso de fondos para ayudar a crecer el sector privado de Cuba. Las sanciones mantienen los límites en las transacciones bancarias, por lo que es enormemente difícil para los cubanos hacer negocios con la comunidad internacional.
Sin embargo, las empresas estadounidenses como Google, y el servicio de casas de alquiler Airbnb están consiguiendo posicionarse en el mercado cubano, proporcionando a cubanos de a pie información y oportunidades que no estaban disponibles. Los cubanoamericanos, por su parte, están encontrando cada vez más formas de invertir en la isla y reavivar conexiones.
La trayectoria es inequívoca. Las encuestas de opinión muestran que la mayoría de los estadounidenses y los cubanos en la isla están a favor del compromiso. El Congreso ya no debe esperar para hacer su parte. (Traducción de La pupila insomne)
Este nuevo editorial del Times me recuerda algo que escribí el 18 de noviembre de 2014 con el título “Estados Unidos-Cuba: ¿Qué viene ahora?” del que cito las últimas palabras:
“habrá que recordar y agradecer siempre la actual contribución de este medio de comunicación a hacer visible entre las élites norteamericanas el fracaso y descrédito de la guerra económica y de subversión estadounidense contra Cuba. Invirtiendo la archicitada frase de Klausewitz, la nueva política sería en este caso la continuación de la guerra por otros medios, una lid en la que como dijo el líder de la Revolución sólo podemos vencer “con ideas verdaderamente justas y una sólida cultura general y política”. Más que preocuparnos por lo que hagan nuestros adversarios, lo decisivo es una vez más qué hacemos nosotros”.
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