Por Alfredo Grande
(APe).- Ni uno más que se suba a la dorada carroza del oportunismo mediático para condenar los efectos, y bloqueando al mismo tiempo el análisis de las causas.
Ni uno más que condene en público lo que festeja en privado.
Ni uno más que busque la redención de la justa causa, para obtener la impunidad para su cómplice burocracia del funcionario.
Ni uno más que intente el reduccionismo de aborrecer el desenlace final, cuando lo genera por no solucionar su origen y sus señales iniciales.
Ni uno más que se rasgue las vestiduras, se coma las uñas o se rasguñe los brazos mientras elige con cinismo qué muertes llorar, qué muertes ignorar y qué muertes aplaudir.
Ni uno más que pretenda combatir el infierno de la crueldad, mientras prende las llamas de todas las formas de la intolerancia.
Ni uno más que escriba reflexiones eruditas para enseñarnos a pensar lo filosóficamente correcto mientras tiene anestesiado el olfato, la vista y el oído.
Ni uno más que invoque el nombre de la justicia en vano, mientras usa todos los laberintos del derecho para que nunca se pueda encontrar a la justicia.
Ni uno más que se endulce la boca con la miel de las leyes, mientras es indiferente al amargor de la falta de presupuesto o la ausencia de reglamentación.
Ni uno más que disocie una lucha de todas las otras luchas, profanando la profecía del gran Armando Tejada Gómez que si “no cambia todo, no cambia nada”.
Ni uno más que se dedique a elegir qué causa es justa, qué causa justifica transformarla en cruzada y a elegir en cada cruzada quiénes son los fieles y cuáles los herejes.
Ni uno más que se llene la boca y se vacíe la cabeza diciendo que no hay que cambiar de caballo en la mitad del río, pero al llegar a la orilla buscan desesperadamente burro, camello, pony o mula.
Ni uno más que se escandalice por los asesinatos de mujeres y no excomulgue a los violadores de niños.
Ni uno más que busque consensos, busca conformar a todos y todas, practique el surf del “es lo que hay”, pero nunca el buceo de “es lo que debe ser”.
Ni uno más que bajo el amparo de todos los pliegues del poder, desde los económicos hasta los institucionales, decida en qué momento la crueldad debe ser denunciada y la maldad debe ser combatida.
Ni uno más que manipule las masacres para miserables réditos electorales, apostando a la amnesia de los beneficiarios.
Ni uno más que se apropie de luchas que siempre le han sido ajenas, que robe el patrimonio libertario de la humanidad, que falsifique el fundante clasista de toda lucha.
Ni uno más que elogie la protesta pero retrocede espantado ante cualquier forma de combate.
Ni uno más que se cuelgue de la militancia de colectivos valientes, de legítimas reivindicaciones tan sólo para aumentar su cotización en la bolsa de las democracias representativas.
Ni uno más que lleve agua para su molino mientras trabajadores se mueren de sed, o petróleo para su refinería mientras contaminan las napas, o trigo para sus silos, mientras los panes dejan de multiplicarse y los peces se los llevan en buques factorías.
Ni uno más que use la piel de cordero de las justas convocatorias, pero solamente para ocultar sus pezuñas de lobo.
Ni uno más que se saque fotografías para el álbum berreta de los justos y honestos, mientras es cómplice de todas las injusticias y todas las deshonestidades.
Ni uno más que se ponga de los dos lados del mostrador, que sea al mismo tiempo parroquiano y mozo, ladrón y policía, juez y coimero.
Ni uno más que invoque el nombre de la patria en vano, porque la patria de los explotados no es la misma patria de los explotadores.
Ni uno más que repudie la violencia, mientras estimula todas las formas civilizadas de la crueldad.
Ni uno más que nos lleve de la mano por el borde del precipicio y luego cuando nos suelte la mano se lamente de nuestra caída.
Ni uno más que considere que las culpas siempre son nuestras y los méritos siempre son ajenos.
Ni uno más que repudie a todas las organizaciones de izquierda para -ante la menor distracción- robarnos todas las banderas.
Ni uno más que confunda militancia con militarización, fidelidad con lealtad, ideales con bajadas de línea, deseos con mandatos.
Ni uno más que resista darse cuenta que el femicidio, los desaparecidos en democracia, la precariedad laboral y sanitaria, la trata, el hambre, los agrotóxicos, son estrategias de la cultura represora?
Ni uno más que piense que soy misógino, machista, homofóbico, cavernícola, porque escribo “uno” y no escribo “unx”.
Ni una menos. Ni uno más.
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