Por Victoria Sandino Palmera
Siempre que se acerca el final de un año y el inicio de otro, parece necesario hacer el balance de lo que fueron las aspiraciones y compromisos y lo que realmente se logró. Así que esta es una oportunidad para compartir con ustedes unas reflexiones sobre los avances y retos para que la paz realmente signifique cambios en la vida concreta no solo de los hombres, sino de manera particular de las niñas, niños y las mujeres colombianas, especialmente de aquellas quehacen parte de los sectores sociales tradicionalmente excluidos y discriminados por su origen étnico, condición social o por habitar en zonas rurales y de conflicto.
Esta reflexión tiene además el propósito de hacer visible nuestro esfuerzo para lograr que se reflejen en los acuerdos de paz, nuestro ideario y las transformaciones sociales, económicas, políticas y culturales necesarias para alcanzar la igualdad que buscamos a través de la lucha insurgente; transformaciones que requieren adecuaciones institucionales, legales y políticas para garantizar la “no repetición”, así como de una nueva cultura que posibilite la reconciliación nacional. Todo ello seguiremos buscando a través de nuestro quehacer político.
A pesar de que los medios de comunicación del establecimiento se resisten a reconocer nuestro papel protagónico en el proceso de conversaciones de La Habana -y de que algunos de sus aduladores y aduladoras le hagan eco-, no sobra recordar que este es un proceso en el que participamos dos partes, así que es iluso, por decir lo menos, pensar que los acuerdos son el resultado del esfuerzo único del gobierno colombiano. Igual ocurre con el trabajo que hemos desarrollado desde la Subcomisión de Género para incorporar las necesidades y propuestas de las mujeres. Se promueve la idea de que cómo no hay paridad en las delegaciones, no se ha avanzado en el tema; se desconoce así el esfuerzo que las mujeres hemos hecho para incorporar la perspectiva de género en los acuerdos, y sobre todo, desde las FARC - EP, ya que es parte del ideario revolucionario que refleja las aspiraciones del 40% de su fuerza insurgente, que somos las combatientes guerrilleras.
Un avance importante y novedoso, reconocido por personas expertas que conocen otros procesos de paz, fue la creación de la Subcomisión de Género con el propósito de “revisar y garantizar, con el apoyo de expertos y expertas nacionales e internacionales, que los acuerdos alcanzados y un eventual acuerdo final tengan un adecuado enfoque de género”.
Además, la Declaración de Principios fue un referente fundamental en el Acuerdo sobre Víctimas, que necesariamente incluye a las mujeres como víctimas mayoritarias de violaciones a los derechos humanos e infracciones al DIH como el desplazamiento forzado, y como víctimas de “[... ]otras formas menos visibles pero no menos dolorosas de victimización, como la violencia sexual.” En este proceso de desarrollo de los diez principios, de escuchar a las víctimas (más de 3.000), de revisar las propuestas (17.000), de tener en cuenta las recomendaciones de organismos internacionales, de traer al proceso las realidades regionales que conocemos directamente, de haber realizado cuatro audiencias de género, y de que el 60% de la delegación de víctima fueron mujeres; incorporamos explícitamente a las niñas, adolescentes y a las mujeres, como poblaciones específicas dentro de los acuerdos.
Hacer visibles a estas poblaciones, nombrarlas en los acuerdos escritos, reconocer e incluir los impactos específicos del conflicto armado en sus vidas y en sus derechos, es un avance que no debe menospreciarse porque bien es sabido que “lo que no se nombra no existe”. El lenguaje y contenido incluyentes es un paso necesario en el que hemos avanzado; se trata ahora de materializar estos logros, de desarrollar las medidas específicas que se han incluido en los acuerdos, y mas concretamente en el último sobre víctimas del Conflicto contenido en el “Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición” (SIVJRNR), incluyendo la Jurisdicción Especial para la Paz; y la declaración de Compromiso sobre Derechos Humanos donde las mujeres cuentan con especial reconocimiento.
Las mujeres y las niñas se han beneficiado y se beneficiarán de los otros acuerdos, que deben ser valorados tan positivamente como el último: la política de desarrollo rural integral por ejemplo incluye a las mujeres rurales cabeza de hogar como una población que debe beneficiarse de forma prioritaria de las políticas y programas acordados; el acuerdo sobre participación política incluye el desarrollo de una ley de garantías para organizaciones y movimientos sociales en los que las mujeres participan de forma mayoritaria; el punto firmado sobre la solución al problema de las drogas ilícitas tiene un énfasis regional y de participación social y comunitaria en el que, nuevamente, las mujeres son reconocidas y podrán incluir sus propuestas.
El proceso de dialogo es incluyente, con el que hemos buscado, transformar las causas estructurales de la violencia, atender y reparar los efectos del conflicto armado en la sociedad colombiana; esto no se logrará sin incluir de forma explícita las necesidades y derechos de las niñas, niños y mujeres, especialmente de las que pertenecen a comunidades indígenas, afrodescendientes, campesinas, desplazadas, de sectores populares, es decir, de quienes han sido las mas afectadas con el modelo de desarrollo neoliberal excluyente y víctimas del conflicto, por lo tanto, las que deben ser prioridad en la construcción de la paz.
Este reconocimiento y las propuestas específicas en cada punto muestran que hemos avanzado en garantizar un enfoque de género; que se requiere más, por supuesto que sí, pero esto no depende exclusivamente de las conversaciones de paz. Los acuerdos sientan las bases para que las mujeres fortalezcan su liderazgo regional y nacional, y avancen en el logro de sus agendas y luchas sin ser estigmatizadas, atacadas, o excluidas. El balance es positivo y el año 2016 es de esperanzas, año en que todas las mujeres, ustedes y nosotras unamos esfuerzos para que entre todos y todas podamos construir una paz con justicia social y equidad, estable y duradera.
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