Por Carlos Del Frade
(APe).- Los pueblos nacieron desde la palabra. El verbo de la creación, la historia que se repite a lo largo y ancho del planeta en decenas y decenas de culturas, remarca el poder del lenguaje. No hay origen colectivo ni particular que pueda despegarse de la palabra.
La palabra hace que el ser humano sea.
Los pueblos que subsisten, entre otras cosas, demuestran las permanentes gambetas de sus propias palabras a las tantas formas de violencia.
“La Organización de las Naciones Unidas es tajante respecto al estado de salud de las lenguas en el mundo: de no adoptarse medidas urgentes, la mitad de las 6.000 que hay reconocidas a nivel global desaparecerán a finales de este siglo. Cuando muere una lengua, se entierra una cultura. Si no se conservan registros documentales, se pierden los saberes ancestrales contenidos en las tradiciones de los pueblos, su cosmovisión del mundo y su aporte a la historia universal”, sostienen los últimos informes publicados a principios de este año, 2016.
La investigación señala que “desde 1950, se han extinguido 230 formas de habla y la diversidad lingüística es amenazada por la presión unificadora de las llamadas lenguas mundiales, como el inglés, el español o el chino, así como por la propia autocensura de los hablantes o la discriminación externa. La lingüista Nuria Polo, de la Universidad Nacional de Educación a Distancia de España, considera que, en ocasiones, "las personas sienten que su lengua no es útil y dejan de usarla en favor de una lengua ' fuerte ' de su entorno. Pero hay que protegerlas. A todos nos da pena perder al último rinoceronte blanco... pues debemos tener la misma conciencia para las lenguas", agrega la información.
Si el origen de las culturas y los pueblos están directamente vinculados a sus palabras, la desaparición de las lenguas habla de un proceso que marca la deshumanización de las relaciones sociales como consecuencia de la imposición no solamente de una “lengua fuerte”, tal como señala Nuria Polo, sino de un sistema de poder en donde las subjetividades desaparecen en función de esas relaciones económicas, políticas y culturales.
Para la UNESCO, la Argentina tiene dieciocho lenguas amenazadas que se dividen en vulnerables (guaraní, boliviano, pilagá y wichí), en peligro (ava guaraní, manjui, mocoví, quechua de Santiago del Estero y toba), seriamente en peligro (chorote, mapuche, mbya guraní, tapeté e iyojwa ja) y en situación crítica (chaná y tehuelche). Entre las lenguas extintas se mencionan a la atacameña, gununa, ona y vilela.
Las comunidades, en definitiva, son sometidas desde diferentes puntos de vista y su primera y última identidad termina siendo su palabra, el verbo, aquello que le dio origen.
- Tenemos 24 idiomas indígenas, 22 de origen maya. Con el racismo incrustado en el Estado, no hay igualdad. La ley se imparte en español, y hombres y mujeres monolingües son juzgados sin comprender razones. Se impone el castellano, hay poco material escrito en sus lenguas y no hay diccionarios actualizados. Si un idioma no abarca ámbitos de uso como la justicia, la educación o la literatura, se estanca frente a la modernidad – dice Anabel Giracca, lingüista guatemalteca.
Mientras el poder económico y militar se concentran en un puñado de naciones, las lenguas de los pueblos antiguos desaparecen en forma paralela a esa concentración.
Quizás los mitos de la creación, todos vinculados a la lengua y la palabra, estén dando paso a los mitos que anuncian la ferocidad de otros finales que son prologados por el exilio de esas formas de narrar, amar y soñar.
Los nuevos mitos ya no hablan de la creación sino de las destrucciones que van siendo en estos días.
Nuevos mitos que precisan de la muerte de la palabra, del final de los pueblos.
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