Por Yasel Toledo Garnache
Estos son tiempos de ciencia y de pensamientos profundos, no de impulsos, dice el cartel, lleno de luces, que leo con frecuencia en mi mente y tanto me hace pensar.
Los retos caminan por todas partes, y para superarlos, cada quien debe hacer lo que le corresponda desde su lugar, consciente de su responsabilidad con la sociedad, que siempre exigirá más.
La mejor manera de hablar es a través de acciones que conduzcan a resultados en la macro y en la microeconomía, a nivel de país, de provincia, de municipio, de vivienda…, aunque signifique luchar contra molinos de la cotidianidad.
Identificar los grises, es el primer paso para avanzar. Por supuesto, las simples pinturas ni los maquillajes son opciones en una nación que aspira a la búsqueda eterna de la mejoría.
Sé que esas son premisas de los 1.258 participantes, entre delegados e invitados, en el 7º Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), del 16 al 19 del presente mes, y, claro, tengo expectativas. Como joven, preocupado y soñador, pienso seguirlo lo más cerca posible, por su importancia para el presente y futuro del país.
Ellos tienen la misión de ser consecuentes con los fuertes y acertados debates realizados en las instancias municipales y provinciales, de continuar señalando las dificultades con fuerza, pero, sobre todo, encontrar soluciones y favorecer su implementación, seguros de que lo más importante no es la velocidad, sin embargo, siempre es beneficioso apurar el paso, sin herir esencias.
Las complejidades del contexto actual, el cambio de estrategia en la política exterior de Estados Unidos (EE. UU.) hacia La Mayor de las Antillas, el auge de la derecha en el continente, la posibilidad de que la revolución bolivariana en Venezuela se debilite más y los problemas internos de Cuba exigen que esta cita partidista sea en verdad un motor hacia el progreso de una nación fiel a sus esencias y conquistadora de sueños.
Los jóvenes debemos estar en el centro de los debates. ¿Cómo motivar más a las nuevas generaciones y lograr que seamos más protagonistas en el propósito de que el PCC y las demás organizaciones cubanas sean, cada vez más, seres vivos que salten, enamoren, critiquen y construyan? ¿Cómo contribuir a que los sentimientos Revolución y Socialismo perduren con fuerza en el corazón de todos hasta siempre? ¿Cómo conseguir más avances económicos que concreten más anhelos en un país necesitado de apoyar sus ilusiones con una base financiera más fuerte?
Y no bastará con hablar bonito y llenar papeles de buenas ideas. Es preciso seguir transformando la realidad a favor de este pueblo tan emocionable y orgulloso de su historia, solidaridad internacional y condición de "rebelde" mundial. Todavía contamos con la dirección histórica y esa es una fortaleza enorme.
Hace poco, una conversación con Tania María Almarales, directora de la Escuela del Partido Desembarco del Granma en Bayamo, reforzó mi tranquilidad al respecto y removió múltiples reflexiones sobre el tema.
Es indispensable la preparación de participantes y de aquellos que, en todo el archipiélago, tienen la responsabilidad de impulsar, exigir, controlar, ejercer y transformar para el bien de la inmensa mayoría. Basta de que algunos piensen solo en ellos y se "equivoquen" demasiado en su función social, no importa si es en una unidad gastronómica o en otro sitio.
Las venas de esta tierra, la de Carlos Manuel de Céspedes, José Martí, Antonio Maceo, Julio Antonio Mella, Fidel y Raúl, la de luchas guerrilleras, la del triunfo en Girón, la de luz en el planeta, la de todos nosotros…, implican que quienes ocupen un puesto de dirección se entreguen de forma completa al perfeccionamiento del bien popular, que debe ser también el del Partido.
Y nosotros, la otra parte del pueblo, también debemos seguir de forma incondicional en la edificación de una sociedad siempre perfeccionable, pero madre de alegrías y grandes beneficios. Es preciso que continuemos junto a la organización que ha liderado la concreción de ilusiones iniciales y la resistencia a múltiples intentos de destruir los cimientos del proyecto iniciado por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868.
Antes del triunfo revolucionario en 1959, el 57 por ciento (%) de la población de Cuba era analfabeta, alrededor de 800.000 niños en edad escolar no asistían a la escuela y existían 17.000 aulas cuando debían ser 35.000.
En un solo año, de 1960 a 1961, la Revolución creó 15.000 aulas nuevas en zonas rurales y la matrícula en centros educacionales elementales aumentó hasta un 1.118.942 alumnos. La campaña de alfabetización y otras iniciativas convierten a Cuba en uno de los Estados más instruidos del mundo y todos los niños y adolescentes, en edad escolar, asisten a las escuelas de forma gratuita, incluidas algunas de enseñanza especial.
La Salud es otro de los baluartes de la nación. Antes de 1959, la tasa de mortalidad infantil por cada mil habitantes era de 42; en la actualidad lleva ocho años por debajo de cinco, lo cual la ubica entre las primeras 20 del mundo y al frente de la región de las Américas.
Todo eso a pesar del bloqueo económico impuesto por EE. UU. y decenas de dificultades económicas, que es preciso reducir.
Las necesidades y exigencias de la actualidad solo podremos enfrentarlas con éxito en conjunto, como un gran equipo.
Tampoco pensemos que, en un salón, aparecerán varitas mágicas salvadoras, aunque exista el mejor debate y pensamientos más luminosos.
En cuestiones de economía y otros aspectos, no existen milagros, pues dependen de la labor de todos, con inteligencia, valor profesional y activismo en el surco, la fábrica y donde sea necesario.
Desde la exposición de ideas y el diálogo colectivo, sí pueden perfeccionarse estrategias y asfaltar caminos, para llegar con más prontitud a los objetivos y construir una Cuba siempre mejor.
Ese es un desafío saludable, que deberá renovarse en ciertos momentos, para beneficio de la sociedad.
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