Por Ilka Oliva Corado
Ayer (14/04) me realizaron una entrevista para una radio en España. Y entre otras cosas, me preguntaron qué siento de ser publicada en los cinco continentes y no en Guatemala. Y que mis letras se traduzcan a otros idiomas.
Esta pregunta es recurrente y nunca la puedo responder con tranquilidad porque están mis emociones y mis sentimientos inmersos. Guatemala me ha dolido desde que nací, y me sigue doliendo y me dolerá hasta el día en que muera. Porque he vivido en carne viva su exclusión, su humillación, sus golpes, su clasismo y su olvido. Y esta cólera y esta furia no es propia, es compartida y la sentimos los parias, los nadies, nosotros que somos vistos como la podredumbre debido a nuestro origen ancestral y a nuestra clase social.
Mi identidad nunca ha sido Guatemala generalizada, no como país, mi identidad siempre ha sido Comapa, Ciudad Peronia y los vendedores de mercado. Y ahora de inquilina en tierra extraña, los inmigrantes indocumentados. Es por el abuso, la humillación y el olvido que siempre recalco que soy niña heladera y lo digo con orgullo, no con pesar. Y levanto la cara y miro de frente porque mi valor como ser humano desde la exclusión tiene la fuerza de los oprimidos. Guatemala clasista y racista está en deuda con sus hijos más fieles y dignos. Y los sigue abusando y los sigue despreciando. Los aniquila cortándoles el alma de tajo.
Toda mi energía, todo mi amor, mi mayor esfuerzo todo se lo entregué a Guatemala y allá se quedó. Cuando emigré ya estaba muerta en vida. Mis más grandes anhelos se quedaron allá en forma de frustración porque Guatemala me cerró todas las puertas, no escuchó mi voz, mis súplicas, mis gritos, fue incapaz de valorar mis esfuerzos. Y me discriminó como paria, como negra, como mujer. No tengo ningún cargo de conciencia, lo más hermoso de mi vida se lo entregué a Guatemala.
Quise florecer allá, aposté por mi país, le dí mi sangre, mi corazón y mis sueños. Guatemala me devolvió humillaciones y rechazo, y abrió una herida incurable de la que no me podré reponer nunca, porque es un vacío insondable el ser marginado en tu propio país. Y lo viví desde que nací, ese desprecio me curtió la infancia, la adolescencia y mis primeros años de la edad adulta. A los 23 años cuando emigré era un baldío.
¿Qué siento de que no me publiquen en Guatemala? No siento nada. No me preocupa que no me publiquen allá. Mis letras nacen de mi caos, no son territoriales. No tienen ataduras de ningún tipo. Mis letras nacieron en el extranjero siendo migrante. Son errantes. Si en Guatemala no existí como niña -que necesitaba el cuidado del sistema para brindarle una formación integral como a miles de niños olvidados-, cuando mi edad me hacía vulnerable, mucho menos voy a existir ahora como migrante que sigue trabajando como lo ha hecho toda su vida en los mil oficios y de ribete indocumentada. Aunque hice un último intento, por mi amor a mi terruño, como escritora quería regresar a mi país, y toqué puertas en todas las editoriales habidas y por haber, ninguna quiso verme. Y la que más me dolió fue la de mi casa de estudios, la Universidad de San Carlos de Guatemala. Se perdió de publicar a una paria que la ama con locura y que no la niega.
Mis letras vuelan por el mundo, no conocen fronteras, no conocen divisiones de idiomas, de color; son alma, entrega y corazón. Son ímpetu, cólera, intransigencia. Son frustración, delirio, son una constante catarsis. Y cuando vuelan por el mundo también llevan la autenticidad del arrabal, del pueblo y del mercado. Aunque también un sello inigualable, las crea la escritora y poeta guatemalteca Ilka Oliva Corado. Guatemala me ha negado desde que nací; en cambio, el mundo sabe que mis letras las pare una guatemalteca. Cosas de la vida… Es algo que no puedo quitarme aunque quisiera.
Aunque claro está, que más que guatemaltca soy comapense de pura cepa, arrabalera de Ciudad Peronia, vendedora de mercado e inmigrante indocumentada. Ahí está mi identidad y no hay que buscarla en otro lado.
¿Qué siento que no me publiquen en Guatemala? ¿Qué debo sentir? ¿Enojo, frustración? No, de eso se hizo mi carácter, Guatemala me tuvo 23 años de mi vida y mi vida le dí completita. Respecto a mis letras, es muy habitual que yo diga “mi patria” al referirme a otro país que no sea Guatemala. Pues han sido otros los países que han arropado mis letras con amor. Pues nada, amor con amor se paga. A los parias me debo y ellos están en todas partes del mundo. Soy pues, una nadie universal.
Cuando emigré, era un baldío. En respuesta, las letras me han hecho florecer y el mundo ha abierto sus horizontes a mi expresión. Letras de niña heladera.
A la salú de mis colegas.
Nota: Este texto es una espina que me quería sacar desde hace tiempo. Dolió.
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