Presidente Jimmy Morales
Por Ilka Oliva Corado
A mí no me causó gracia la bufonada de Jimmy Morales al referirse a los migrantes indocumentados como mano de obra barata. Lo sentí como una falta de respeto a la entereza, a la humanidad, al sacrificio y responsabilidad de quienes se ven obligados a migrar porque gobiernos como los del Moralejo los oprimen de tal manera que la única forma de salvar sus vidas y las de sus familias es migrando. Sí, salvar sus vidas de la miseria, de la exclusión, del olvido del Estado. De las limpiezas sociales.
Que nadie se equivoque, la migración centroamericana y mexicana hacia Estados Unidos no es por ningún sueño americano. No vienen buscando riquezas. Es una migración 100% forzada y partiendo de ahí que realicen los análisis y estudios que quieran.
Ahora bien, es una falta de respeto doble porque Morales conoce muy bien a la población migrante indocumentada, pues es ésta la que ha ido a ver sus presentaciones cuando ha venido con su Nito y Neto. Ingenuos van a apoyar “a un paisano chapín”. Sí, eso dice la gente, que van a apoyar a un paisano chapín para que se sienta acompañado por su gente. Lo mismo dicen cuando viene Arjona. Esa gente trabajadora, analfabeta en su mayoría, gente de periferia, de pueblo y aldea es la que ha ido a apoyarlo y en consecuencia le ha llenado las cuentas bancarias de dólares.
¿Así es como les paga Jimmy Morales? ¿Ofreciéndolos como mano de obra barata? Así es como paga el amor de su público. Espectáculos que promueven “organizaciones culturales y humanitarias pro Guatemala” (puta, quien no los conozca que los compre), esa gente ha hecho sus riquezas de estafar al migrante indocumentado trayendo espectáculos de poca monta, como los de "Moralejas", por los que cobran la nostalgia en dólares y así, en dólares y en sacrificio, la pagan los indocumentados. Todo sea por acariciar brevemente a esa Guatemala que dejaron atrás el día que los echó a patadas de sus entrañas.
A esos migrantes que han ido a verlo con su Nito y Neto, Morales les falló, les vió la cara, los utilizó. A esos migrantes que le dieron su voto confiados de tener a uno de los suyos en la presidencia, Morales sólo se los ha pasado por el arco del triunfo. ¿Qué pelee por un TPS? Jamás, eso jamás sucederá. ¿Qué exija una Reforma Migratoria? Nunca, esos arrestos no los tiene Morales. ¿Qué el sistema ofrezca una reinserción a la sociedad a los migrantes deportados y les ofrezca trabajos dignos para que no busquen volver a migrar arriesgando sus vidas? Nunca. No en la presidencia de Morales ni de ningún buitre.
No debería estar escribiendo este artículo y perdiendo mi tiempo con un lacayo como Morales, y debatiendo una bofunada al típico estilo de un patán ignorante de lo que es la dignidad y la entereza; pero no lo hago por él, lo hago por esos miles de inmigrantes guatemaltecos que, a estas horas en las que escribo, ya llevan el segundo turno de su jornada laboral, mismo que el día domingo a primera hora irán a depositar en remesas que a medio día llegarán a Guatemala.
Si tuviera noción Morales de lo que llevan esas remesas; el sacrificio, el dolor de estar fuera, la explotación laboral, la añoranza.
Mucho sufrimos los inmigrantes indocumentados en Estados Unidos, como para que venga un ordinario a burlarse de nosotros y nos ofrezca como el sobrante. Tal vez Jimmy Morales quisiera venir a Estados Unidos y trabajar un día como indocumentado (un día porque no creo que aguante más) en los campos de cultivo, en las fábricas, en construcción, en mantenimiento, de lava platos, de jardinero. Trabajar un día de sol a sol en los mil oficios. Que hiciera los tres turnos, que no tuviera permiso para ir al baño, que trabajara de pie, bajo el sol, o dentro de fábricas sin aire acondicionado. Que lo discriminaran por no hablar inglés, por su color de piel, por latinoamericano. Un día en el que viviera con 18 migrantes más en un apartamento de un habitación. Apartamento con paredes de cartón, podridas por el moho.
Un solo día en el que sintiera en propia piel el yugo de la diáspora, de extrañar a los suyos, de extrañar Guatemala. De anhelar estar en tierra propia. Un día luchando con los infiernos de la post frontera. Con el estigma. Con el caos del tránsito indocumentado. Un día en el que le doliera estar vivo y estar lejos y no poder salir del agujero aunque se esfuerce con todo su ser. Un día en el que se sienta nadie, se sienta escoria, se sienta humillado, lejos, lejos, lejos de la patria que lo vió nacer y de los suyos.
Ojalá tuviera noción de lo que sienten los padres de familia que dejan a sus hijos en Guatemala y emigran, para poder darles sustento, casa y educación, porque el Estado les ha negado el derecho a la vida. Ojalá sintiera lo que un niño o adolescente que viaja solo sin compañía de un adulto para buscar salvar sus vidas de la violencia institucionaliza del gobierno y sus paramilitares. Lo que siente una niña, una adolescente o una mujer al ser violada por coyotes o por autoridades de la Patrulla Fronteriza. No, Morales no tiene ni la menor idea de lo que vive y es, en esencia, un inmigrante indocumentado.
No, Morales no tiene el cerebro ni la condición humana para imaginar de lo que es vivir sin documentos en un país como Estados Unidos, si él lo único que ha tenido de los migrantes han sido sus dólares en su cuenta bancaria a cambio de hacerse pasar por comediante racista y clasista. ¿Cómo se le puede pedir que los vea como humanos y que, como presidente, exija que se les respeten sus derechos laborales? Eso es gastar pólvora en zanates.
Tal vez si Jimmy Morales viviera un día como indocumentado en Estados Unidos, a la próxima se lavaría la boca con jabón y arenilla roja antes de hablar de los indocumentados y ofrecerlos como mano de obra barata, porque brincos diera de tener los arrestos que tienen esos miles de parias que se vieron forzados a salir del país.
Aquí, de este lado de la frontera, una empleada doméstica indocumentada.
Nota: mis amores, ustedes que me conocen sabían que no me podía quedar callada. No en esta ocasión, no cuando tocan a los inmigrantes indocumentados.
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