Por Timoleón Jiménez
Con el título "Las ' clases ' de periodismo de las FARC", y el subtítulo " 'Timochenko ' y otros jefes guerrilleros cuestionan a varios medios de comunicación y les sugieren cómo se debe hacer el oficio", la revista Semana publica una columna informativa sobre el artículo que escribí para la página oficial de las FARC - EP, a propósito de un editorial del diario EL ESPECTADOR.
Sin tener realmente interés en enzarzarme en un tedioso debate con los grandes medios, pues salta a la vista su tratamiento despectivo hacia nuestro pensamiento, creo que vale la pena arriesgarse a expresar una opinión más, en torno al tratamiento que aquellos suelen otorgar a la información, cuando quiera que esta tiene como objeto la insurgencia.
Ya había dejado constancia de algunas ideas al respecto en mi nota "La paz, los editoriales y la gran prensa", sobre la que informa Semana, en particular a lo relacionado con esa taimada maniobra de presentar las cosas de un modo distinto a como en la realidad se hacen o dicen. De la forma más clara posible expuse en qué consistió la manipulación del editorialista de EL ESPECTADOR.
Resumo. La Delegación de Paz de las FARC - EP expide su declaración mañanera del día 30 de mayo, en la cual da a conocer las aspiraciones y opiniones de la comunidad de la vereda El Orejón, recogidas por el Grupo de Estudio no Técnico que se trasladó a la zona. El camarada Edinson Romaña cumple la tarea de leer ante los medios ese comunicado oficial.
Unas líneas de dicho comunicado expresan: “Como dicen ellas mismas (se está refiriendo a las comunidades), si la extracción de todo ese material tiene como propósito la tranquila llegada de las tropas, del paramilitarismo y las bandas criminales, nada se habrá conseguido con el acuerdo, si es así no más, es mejor dejar todo quieto”.
El editorialista del diario El ESPECTADOR, a quien denomino así porque es quien escribe el editorial y no sé de quién se trata, trae a cuento esa cita, pero reemplaza la expresión "Como dicen ellas mismas", por la siguiente frase: “Esta semana Henry Castellanos Garzón, alias Romaña, uno de los negociadores de las Farc, dijo que…”. Con base en ello, procede a enlodar nuestra seriedad.
El siguiente párrafo de su editorial, tras haber invocado una serie de cifras sobre minas, inicia así: “El mismo Romaña lo reconoce, a renglón seguido, en su declaración”. Resulta incuestionable que la constancia escrita, en el comunicado de la Delegación de Paz, de lo afirmado por las comunidades, es presentado como un dicho o declaración de “alias Romaña”, y así se lo trata.
A esa práctica de torcer con maña la realidad, de la que hace gala el editorial mencionado, es a la que me permití calificar como descontextualización, inducción a falsos contenidos, mala fe. La revista Semana, en la columna referida, vuelve a recurrir a la misma treta, a insistir en la corrección de lo expresado en EL ESPECTADOR. Para hacerlo, apela hasta a la mala escritura: “A ' Timochenko ' le molestó sobre manera que el editorialista de El Espectador (como lo llama), para referirse a los acuerdos sobre el desminado del territorio colombiano, hubiera encomillado una frase textual de Henry Castellanos, ' Romaña ', las cuales este guerrillero leyó en La Habana el pasado jueves 30 de mayo cuando leyó un comunicado”. La voluntad de embrollar es obvia.
Del mismo modo la revista Semana insiste en calificar como negociador a Edinson Romaña, un asunto que se toma tan a pecho, como para recurrir a la legislación de orden público a fin de demostrarlo. Si es cierto que la ignorancia de las leyes no puede ser alegada como excusa, valdría considerar el marco rector de los actuales diálogos de La Habana, esto es el Acuerdo General.
Puede afirmarse que se trata del único texto de consecuencias jurídicas al que las dos partes sentadas a la Mesa reconocemos plena legitimidad. Si el redactor de Semana cuenta con el tiempo necesario, podría tomarse la molestia de leerlo de principio a fin, para constatar que en el lenguaje admitido no existen por ningún lado los términos negociación o negociadores.
Nos sentimos con el pleno derecho a manifestar nuestra inconformidad por el hecho de que para referirse a cualquiera de los Delegados de las FARC - EP, la prensa recurra al empleo de los nombres que usaban antes de su ingreso a filas, seguido de la palabra alias, para entonces sí mencionar el nombre con el que se conocen públicamente, y que el propio gobierno reconoce como válido.
Es un hecho que los alias son apodos o sobrenombres adjudicados a delincuentes. La prensa colombiana está completamente al tanto de la legislación y los documentos relacionados con el proceso de paz, y sabe por tanto que las FARC - EP contamos con el pleno reconocimiento como organización de carácter político alzada en armas. Los delincuentes son otros.
Con independencia de la posición política de los propietarios o directores de los medios, que cuentan desde luego con el legítimo derecho de expresar y defender libremente sus opiniones sobre cualquier asunto, nosotros creemos que la labor informativa debe ser cumplida de manera imparcial y objetiva, que los acontecimientos deben ser presentados sin distorsión.
Asimismo pensamos que los debates de ideas deben hacerse de manera limpia. Claro que cualquier persona cuenta con el derecho de expresar y difundir su punto de vista sobre nosotros y todo lo demás. Lo que no nos parece defensable es que, antes de disentir, se proceda a presentar falsa o torcidamente lo expresado por el otro. Es eso lo que criticamos.
Es fácil percatarse del desprecio con el que escriben sobre nosotros tanto el editorialista de EL ESPECTADOR, como el redactor de la nota de Semana. Está visto lo que piensan, jamás les pediríamos que nos quieran. Sólo pedimos, quizás inútilmente, honradez periodística. A veces la pretendida sutileza deja al aire llagas malolientes. Nunca damos lecciones, aprendemos.
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