La imagen es la misma. Una ruta, un corte, un acampe y una larga lucha. De un lado, trabajadores despedidos producto de la crisis. Del otro, la Gendarmería. El resultado: la represión, la persecución y el encarcelamiento. Hasta esta semana fue Berni. Hoy es Patricia Bullrich.
Los compañeros de Cresta Roja (Rasic) vienen peleando por sus puestos de trabajo desde hace más de un año, sin ningún apoyo del gremio. Hoy salieron a cortar la Ricchieri, para hacerse escuchar. El saldo fue una decena de compañeros con balas de goma, golpeados y detenidos.
¿Por qué se produjo este conflicto? ¿Se trata de un “giro represivo”? ¿Es pura “desidia” de los patrones de Cresta Roja?
Empecemos por el principio. La industria avícola argentina fue perdiendo posiciones en el mercado mundial por falta de escala. Pues bien, para “rescatarla”, es decir, rescatar a los empresarios, el kirchnerismo tuvo dos ideas. Una, poner plata. O sea, lo que nos cobra a todos se lo daba a empresas como Rasic. De 2007 a 2011 dicha empresa nacional recibió nada menos que 2.100 millones de pesos. Dos, como el mercado interno es chico y no podía competir en el mundo, se creó un convenio con Venezuela, que despilfarraba la renta petrolera en comprar pollos con un 42% de sobreprecio. Resultado: los trabajadores argentinos (vía impuestos e inflación) y venezolanos (precios altos) pagaban el enriquecimiento ajeno.
Todo esto tenía su complemento político: Roberto Domenech, presidente del Centro de Empresas Procesadoras Avícolas, fue un importante dirigente kirchnerista. La Oncca era el organismo que soldaba las alianzas políticas entre el gobierno y los pequeños y medianos empresarios sobre la base de montañas de dinero.
¿Por qué fracasó? Muy simple: el precio del crudo bajó, Venezuela se quedó sin plata y Rasic no tenía cómo vender los pollos. Intentó llevarlos al mercado local, pero la saturación del mercado provocó la baja de precios (en un contexto inflacionario). Para un capitalista, esto es inaceptable. Resultado: Cresta Roja debía “adecuarse” al mercado, es decir, achicarse o directamente desaparecer. O sea, estamos ante los límites del capitalismo de la región. Es paradójico: lo que en términos sociales debería ser una bendición (la abundancia de alimentos baratos), bajo el capitalismo se convierte en el infierno para la clase obrera.
Pero eso no es todo. En medio de la crisis, el Estado (a través de la Justicia) designó un interventor. ¿Quién fue? Daniel Giurzi, del riñón de Aníbal Fernández. Casualmente, se le permitió a la patronal de Rasic emitir cheques sin fondo por el valor de 43 millones de pesos, mientras despedía a 1.300 empleados. ¿Todo para qué? Para esto que vemos…
El kirchnerismo permitió a los empresarios seguir operando en un contexto de quiebre y degradar las condiciones de los trabajadores, con los obreros como rehenes. Montó una batería de subsidios para que se pagaran los salarios atrasados y en cuotas y se intentara despedir gente.
Este conflicto que vemos es, entonces, el producto de una herencia y un fracaso. Esto es que nos deja el “capitalismo de amigos”, la salida que nos proponían los capitales nacionales.
Macri pretende hacerse el desentendido y explica que es un conflicto “entre privados”, cuando el propio Estado es parte de la empresa y es responsable de todo este desaguisado. Eso sí, tal como su antecesor, no se priva de intervenir a favor de los empresarios. Y a los golpes. Su propuesta es directamente el cierre. No piensa hacerse cargo de los trabajadores, quienes trabajaron para enriquecer a otros y ahora se quedan con las manos vacías. Es decir, lejos de un “giro represor”, es un fiel heredero de lo que recibió. Y, como todo heredero, profundiza lo que hay. Ahí tenemos el “protocolo” para las protestas sociales…
Las lecciones parecen claras: no habrá ninguna salida real para los obreros mientras haya algún patrón. La rama avícola en Argentina no tiene lugar para muchos y está perdiendo competitividad.
Si se quiere llegar a una solución real, lo que debe hacerse es estatizar a Rasic, y ponerla bajo el control de sus trabajadores. Ninguno puede ser despedido y quienes lo fueron tienen que volver. La ganancia no puede ser el móvil cuando está en juego el sustento de los trabajadores y la alimentación de la población. Una solución real requeriría estatizar el conjunto de la rama bajo el control obrero, centralizarla y repartir las horas laborales sin afectar el salario. Se conseguiría así una gran empresa avícola que brinde pollos baratos para (realmente) todos.
Además, se debe investigar todo este enriquecimiento a costa de las arcas públicas y todas las complicidades. Y que vayan presos todos los responsables.
Frente a la solución capitalista (concentración, despidos), lo urgente es exigir la estatización de cualquier empresa en crisis o en quiebra, bajo el control obrero, en virtud de construir una empresa estatal que nuclee a todas estas unidades bajo un comando obrero.
¿Que el macrismo no lo va a permitir? ¿Que los empresarios van a poner el grito en el cielo? ¿Que vulneramos la propiedad privada? Sí, de eso se trata.
No al cierre. Ningún despido. Que los salarios se paguen en tiempo y forma.
Todo el apoyo a los trabajadores de Cresta Roja
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