Por el Lic. Julio C. Gambina
Terminaron las fiestas de fin de año y a menos de un mes de gobierno Macri, nos queda muy clara la orientación de su gestión.
En materia de política económica profundiza el legado reaccionario de los cambios instituidos en la década del noventa, nunca modificado en su esencia y que convalida un modelo productivo dependiente de la dominación de los capitales transnacionales y la subordinación a la lógica hegemónica del capitalismo mundial.
Supone un país proveedor de materias primas, principalmente soja, con una industria de ensamble, ejemplo de las automotrices, y dependiente, junto a un espacio favorable a la especulación financiera, entre plazos fijos, compra venta de dólares o inversiones en la bolsa. Una realidad excluyente socialmente, poco propicia para hacer realidad el objetivo de pobreza cero planteado hacia 2019.
La afirmación en general que sostenemos resulta de varias medidas adoptadas y otras anunciadas o sugeridas para el futuro cercano.
Inflación y paritarias
Entre las que están en curso remitimos a los cambios de los precios relativos generados desde la devaluación, con importante peso en la evolución de la inflación.
Si con el kirchnerismo había dudas y polémica sobre los datos del INDEC, la “emergencia estadística” decretada por el gobierno, escamotea ahora cualquier dato sobre evolución de precios.
¿Cuánto aumentaron los precios entre noviembre y diciembre del pasado año? ¿Cuánto aumentarán en los primeros meses del 2016? Son interrogantes de difícil respuesta, aunque si conocemos del alza de precios de los alimentos y medicamentos, entre otros rubros, asociados a la discusión por incrementos asegurados de los combustibles y los automotores. Ni hablar de la corrección de las tarifas eléctricas desde marzo, más allá de la “tarifa social” para una minoría de la población.
¿Cuál será el precio de la fuerza de trabajo? Es un tema urgente en el debate paritario, que tiene a los docentes como testigo en el comienzo de año.
La lucha por los bonos de fin de año anticipó el conflicto por la adecuación salarial. Los privados se movieron con negación de aportaciones por límites derivados de la desaceleración económica o recesión productiva, hasta sumas compensatorias muy dispares con los máximos obtenidos en el sector bancario, entre 10.000 y 18.000 pesos por única vez.
En el Estado, la respuesta fue parcial en el ámbito de algunas provincias, con el agravante de la crisis fiscal, los ajustes de plantas y revisión de contratos, especialmente en el Estado Nacional, lo que motivó respuesta de ATE con un primer paro nacional a la gestión Macri.
No hay balance conclusivo al respecto, poniendo en evidencia la existencia de un espacio para la disputa, expresión de la organización conquistada en estos años. Por más que se pretenda, no solo existe iniciativa política en el poder, sino también capacidad de acción en las clases subalternas.
La distribución del ingreso es parte de la batalla en estas horas. Claro que la quita y disminución de retenciones jugó a favor de la rentabilidad de un núcleo pequeño de la cúpula, generando réplicas para arrancar compensaciones hacia los ingresos populares.
Con la devaluación de enero del 2014, la inflación anual terminó en torno al 38%. La anualización de los datos actuales, de fin de año 2015, remite a un probable 33 a 35% para el 2016, que puede escalar a mayores niveles en la desesperada búsqueda de rentabilidad amparada por un gobierno de los grandes empresarios.
Por lo pronto, el INDEC no nos dará informaciones, aunque señalan que durante el año tendremos novedades. Lo que queda claro es que sobre la base del aumento de precios no medido en la coyuntura por el INDEC, operará la propuesta política de un pacto social entre empresarios y trabajadores, mediado por el Gobierno.
No hay duda que las medidas monetarias financieras asumidas y las correcciones fiscales vía reducción de retenciones y subsidios tarifarios, definen una redistribución regresiva de recursos económicos desde la mayoría de la sociedad al sector más concentrado del capital.
Liberalización como proyecto
En el medio plazo se propone la vuelta a la liberalización, buscando inserción en la Alianza del Pacífico y toda forma de privilegio al libre comercio y promoción de la seguridad jurídica de las inversiones externas.
Por eso no sorprenden las aceleradas negociaciones en EE. UU. para saldar el conflicto con buitres y justicia neoyorkina, favoreciendo el retorno a los mercados mundiales de préstamos.
Claro que en un momento no favorable para países como la Argentina, ya que la política monetaria y financiera de EE. UU., con la suba de la tasa de interés, disputa el destino del capital mundial.
No alcanza con buena letra política, especialmente en momentos de crisis de la economía mundial, con apreciación del dólar contra las demás monedas y por ende, coincidiendo en la baja del precio de las commodities, especialmente de la soja.
Argentina y la región solo interesan al capital mundial en tanto fuente de rentabilidad.
Los capitales hegemónicos y los principales ámbitos de decisión mundial, como los gobiernos de los principales países capitalistas y los organismos internacionales, pueden apreciar el sentido político de las definiciones gubernamentales de la Argentina, lo que no significa viabilizar condiciones económicas para la superación de los actuales problemas.
El proyecto liberalizador habilita la posibilidad para negocios del poder económico y augura fuertes restricciones a la satisfacción de amplias necesidades de una parte mayoritaria de la sociedad argentina.
En el horizonte mediato figura el mayor endeudamiento público y privado; la consolidación de una orientación hacia el monocultivo sojero y el extractivismo mega minero y petrolero (fracking), que solo será posible si se conceden beneficios especiales a las inversiones externas necesarias para su materialización.
La baja mundial del precio del petróleo induce el ajuste de las petroleras en sus proyecciones sobre hidrocarburos no convencionales, poniendo en duda la viabilidad de los proyectos locales.
Solo con concesiones gigantescas podrán llegar inversiones y préstamos a la Argentina.
De este modo, el consenso político para el cambio de gobierno puede desgastarse ante la ausencia de respuestas integrales en términos de calidad de vida de la mayoría de la población.
Otro horizonte para la producción y el consumo
Las viejas penurias se potenciarán con las nuevas, lo que impone discutir la posibilidad de otro horizonte para la economía, la producción, el consumo y el desarrollo.
A cuarenta años del golpe genocida de 1976, el programa de máxima de las clases dominantes se abre camino, definiendo la ofensiva del gran capital sobre el trabajo, la naturaleza y la sociedad. El resultado es la miserabilización de la mayoría de la sociedad.
Variadas resistencias en estos años construyeron condiciones objetivas y subjetivas para enfrentar ese programa hegemónico. Es el camino para para pensar y reflexionar sobre las respuestas del amplio arco político, social y cultural que pretende organizar la producción y la sociedad de modos alternativos.
Es la aspiración que mueve nuestros propósitos en este comienzo del 2016. ¡ Buen año !
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