Por Sara Rosenberg
Desde las últimas elecciones que dieron un mezquino triunfo a Macri, el pueblo argentino vive horas muy terribles. Es como si se hubieran desencadenado los conflictos profundos entre clases que de alguna manera estuvieron contenidos mientras se avanzaba en las reformas sociales y políticas del gobierno kirchnerista.
Las mismas fuerzas del período dictatorial han aflorado ya sin careta y con toda su virulencia porque no sólo no fueron vencidas sino que se fortalecieron en una oposición que utilizó todo tipo de artimañas y juego sucio para debilitar y socavar la democracia. ¿Hasta que punto la burguesía aliada al imperialismo fue contenida y cuánto o qué nos faltó hacer para derrotarla?
Sin duda en Argentina se avanzó mucho, pero no lo suficiente. La clase que apoyó a las dictaduras genocidas siguió conservando un inmenso poder político y económico: el control de los medios de producción, los medios informativos, el ejército, los jueces, las mafias de intelectuales orgánicos que garantizaron el control ideológico sobre vastos sectores de la clase media, que si bien fue favorecida económicamente por los doce años de gobierno kirchnerista, siguió siendo fiel a los dictados de una burguesía gerente de las grandes corporaciones del imperio. Desde el primer día de la asunción de Néstor Kirchner al gobierno, pusieron en marcha una guerra frontal contra las reformas que este gobierno emprendió.
Es innegable que se consiguió una redistribución de la riqueza más equitativa, en un país que había sido expoliado, colonizado y entregado al imperio gracias a las dictaduras cívico militares y su herencia de gobiernos liberales, derrotados por las movilizaciones de masas del 2001 - 2002 que abrieron el camino a la llegada del gobierno de N. Kirchner en 2003.
Pero el hecho más importante del gobierno kirchnerista es el juicio a los militares genocidas y su condena. Abrió de esta manera una brecha en nuestra historia de crímenes impunes, nos devolvió un derecho humano elemental y fue capaz de desarrollar a lo largo de estos doce años otra mentalidad, fuimos dueños por fin del derecho a no ser aniquilados ni reprimidos cada vez que la lucha social se hizo necesaria en las calles. Se aprendió a defender el derecho a la lucha, a la verdad y a la justicia. Esta práctica de las organizaciones sociales vencieron muchos años de terrorismo de estado; fue la acción del pueblo, la resistencia al olvido y la memoria activa y organizada la que consiguió la victoria contra el terrorismo del estado, amparado siempre por el imperio y sus políticas de saqueo y extermino. Madres, Familiares, Hijos, Barrios, obreros, estudiantes, fueron los que consiguieron esta victoria de la memoria y la justicia. Por eso la consigna durante tantos años (37) fue: Memoria - Verdad - Justicia. Y en esa línea se respondió se actuó: Ni olvido, ni perdón. Juicio y castigo.
En este sentido nada de lo que pueda hacer el gobierno actual -ya debilitado por la resistencia en las calles y por su propia política de inflación, entrega y represión- nos hará retroceder, porque la experiencia de haber podido juzgar a los asesinos y genocidas es irreversible. Y ese es el lugar en el que el gobierno de Macri se empantanará definitivamente; sabemos que está excarcelando con excusas absurdas a los asesinos juzgados y condenados, que en algunas provincias han sido trasladados a hospitales y a sus domicilios a cumplir “condena domiciliaria” y que se pretende revertir un proceso profundo de justicia popular. Y estos aspectos políticos se articulan con la entrega económica, con la política clásica de servilismo al patrón imperial: explotación, despojo, robo. Hoy el gobierno de Macri ha pedido un crédito para someterse a los dictados de los fondos buitre y seguir endeudando y saqueando al país y a los trabajadores.
Me decía mi sobrina, hija de un querido compañero asesinado por el ejército, “de pronto sentí que podía ser quien era y hablar en voz alta, sin que me atacaran, sin tener que ocultarme, sin que nadie me dijera que mi papá había sido un subversivo”. Hermosa palabra, le contesté, subversión. Ella me miró y dije que quienes nos levantamos contra la dictadura y el imperio seguimos paladeando con gusto esa palabra tan necesaria. Subvertir la injusticia, los monopolios y el capitalismo criminal. La lucha por las palabras, por el lenguaje, fue clave durante esos doce años y la palabra esencial, la que llenó las calles y las casas fue la palabra Memoria.
Esa Memoria que permitió juzgar y condenar a los militares genocidas creció y se articuló en el concepto de golpe cívico - militar. Es necesario juzgar también a los responsables civiles del genocidio: las grandes empresas que financiaron y se beneficiaron del terrorismo de estado, como Ledesma, Ford, Mercedes Benz, Clarín…
¿Cómo se atreve el imperio a través de Obama a decir hoy que hay que “olvidar el pasado…”, cómo se atreve a manipular nuestra memoria, nuestra dignidad nuestra identidad y nuestra lucha por la justicia?
¿Cómo se atreve en este retórico y mediocre discurso a señalar que hemos de ser serviles a los intereses que hicieron de nuestro país y de América Latina una gran fosa común a la que ellos llamaron Operativo Cóndor y que significó tener patente de corso para el crimen organizado?
¿Cómo se atreve a desafiar nuestra memoria que, como bien decía Rodolfo Walsh, asesinado por la dictadura, olvidar obliga a empezar cada vez desde cero y las clases dominantes pretenden borrar y eliminar nuestra historia, dejarnos inermes y desarmarnos para que siempre estemos empezando de nuevo como si no hubiera una larga historia de explotados y explotadores que clama y sigue en pie de lucha?
No olvidamos ni olvidaremos. Olvidar significa dejar de ser quienes somos, señor Obama y eso es imposible. No sólo no olvidamos sino que no perdonamos.
La segunda gran experiencia irreversible es la unidad latinoamericana, que nos remite a aquel momento histórico en que el comandante Chávez en Mar del Plata nos habla y surge aquel “Alca - al carajo” que funda una nueva unidad de fuerzas y de acción latinoamericana, de la que la Argentina siempre había estado un poco lejana, por tantos años de dictaduras y de gobiernos aliados del imperio norteamericano y europeo. Tampoco olvidamos ni olvidaremos.
Nuestra memoria es nuestra arma más efectiva y jamás será derrotada. Está grabada por el dolor de la explotación y el crimen y sobre todo, por la resistencia a la impunidad.
¿Cómo se atreve señor Obama a hablar de derechos humanos en Cuba? ¿Cómo se atreve mientras existe un bloqueo criminal y un campo de concentración y de tortura -robado y colonizado al territorio cubano- como es Guantánamo? ¿De que derechos humanos puede hablar usted con precisión, o al menos con cierta discreción en nombre de la verdad.
Fue genial la respuesta del presidente Raúl Castro, cuando le dijo, páseme la lista de presos políticos, y no pudo decir, lo digo yo, páseme la lista señor Obama de los torturados en cárceles secretas dirigidas por sus gobierno, páseme la lista de los muertos y torturados -cientos de miles- en las cárceles secretas que usted financia en Europa del Este, páseme la nota de los vuelos de la CIA y de los centros clandestinos de detención y tortura en Polonia, Hungría, etc. y páseme, por favor, también el listado de los vuelos secretos que utilizaron todos los aeropuertos de la democrática Europa para trasladar a los torturados y sin derecho a juicio a las cárceles que generaron sus guerras colonialistas. Esperamos el listado. El número de muertos en Irak, Afganistán, Yugoslavia, Somalia, Pakistán, Libia, Siria, Yemen y como no, en el constante laboratorio imperial que ustedes han creado en Palestina, a través de esa monstruosa ideología llamada sionismo y que es un modelo de campo de exterminio colonialista desde el año 1948.
¿Cómo se atreve a usar la retórica de los derechos humanos cuando el gobierno de los Estados Unidos es un asesino serial? ¿Ha pensado que tal vez esa sea la ideología dominante en todos sus productos llamados culturales, en sus colegios y universidades, en esos jóvenes que de pronto ametrallan a sus compañeros, en esos policías que asesinan a los negros en las calles de Ferguson…?
Y como explicó el comandante Raúl Castro, hay derechos humanos esenciales y no de discurso: la salud, la educación, el techo, el salario digno, la igualdad de razas y de géneros, la igualdad…
No puede convencer, señor Obama, a pesar de su imagen, ya nadie le cree. Michel Jackson, esa monstruosidad creada por la industria imperial, también era negro, pero terminó siendo una metáfora terrible del abuso y la barbarie.
Pero volviendo a Argentina, sin duda nos faltó mucho camino y las elecciones ganadas por los gerentes de las grandes corporaciones -a pesar del escaso margen con que se ganaron- obligan a una reflexión seria y profunda. Apunto a que no se puede contener la lucha de clases y es preciso en toda nuestra América avanzar hacia una madurez ideológica que nos permita enfrentar con decisión y organización el saqueo de las clases que siguen siendo dominantes porque tienen los medios materiales para serlo. La democracia no puede ser un boomerang en contra de nuestros derechos elementales. El imperialismo tiene instrumentos poderosos para preservar y ampliar su poder económico y militar, pero carece de bases para sostenerse a menos que las grandes mayorías apoyen esas políticas delincuenciales y criminales que se basan en el despojo y el terror. El inmenso aparato de propaganda y la constante guerra de desinformación de los grupos monopólicos crearon esa “opinión pública” que, de manera irracional, enarboló la palabra mágica “corrupción” para formar un bloque contra el gobierno y cada una de sus medidas. Una opinión pública incapaz de comprender qué significaba en la historia argentina el grupo Clarín y sus socios. Una opinión pública de clase media desmemoriada y colonizada -ya lobotomizada- que le dió el voto al gerente de las corporaciones, procesado por varios casos de corrupción pero capaz de erigirse como el adalid de la lucha contra la corrupción. ¿Esquizofrenia? ¿Síndrome de Estocolmo? No, intereses de clase perfectamente instrumentados por un aparato cultural y propagandístico inmenso que opera como arma de destrucción de la conciencia masiva.
El retroceso es costoso. Miles de despidos, inflación, represión, presos políticos, entrega del país a los fondos buitres, desmantelamiento de industria nacional, el pastel neoliberal completo está en el horno. Por eso es necesario desarrollar y profundizar la formación ideológica hasta que los discursos del imperio se hundan, luchar en contra de las calumnias del aparto cultural hegemonizado por el imperio, imaginar nuevas formas de relación social y política, hacernos cada día más fuertes fuera del marco propuesto por la sociedad capitalista, eliminar de nuestro horizonte la explotación del hombre por el hombre, ser capaces de crear sociedades que funcionen de otra manera, adecuadas a las necesidades de las mayorías, es un largo camino que a pesar de todas las panoplias electorales y los límites del propio sistema democrático es lo que ahora importa.
Ayer leía un comentario ingenuo que me dio que pensar. Decía “nosotros no censuramos a Lanata, ni a ningún canal, ni al grupo Clarín, porque siempre creímos en la democracia. Pero Macri censura y reprime”.
Si, es verdad, pero deberíamos haber cerrado toda esa bazofia en nombre de la democracia, por la salud mental de las mayorías, por la educación y la cultura popular, deberíamos haber cerrado todos los medios que trafican con la palabra y que han sido y son la columna vertebral del imperio. Y en nombre de la democracia popular y participativa, habrá que impedir que el señor Obama hable en nombre de los derechos humanos y convoque a olvidar mientras cientos de miles son asesinados por sus mercenarios y sus guerras de exterminio y saqueo.
Todo lo demás, son discursos de un cinismo que ha de ser estudiado. ¿O hemos de olvidar cómo USA y la UE -la OTAN- y sus aliados -Israel, Arabia Saudí, Qatar- destrozan países en su constante guerra colonialista?… y hoy en las fronteras de la UE se extienden los nuevos campos de concentración producidos por su guerra y siglos de colonialismo y masacre?
NO, no olvidamos, no perdonamos y nuestra memoria es un arma cargada de futuro.
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