Por Edmundo García
Las acciones de la vieja derecha cubanoamericana van ligadas a palabras limitadoras de la libertad: cerrar, impedir, cancelar, restringir. Por estos días han destacado dos. Sobre ellas hemos venido hablando esta semana en nuestro programa “La tarde se mueve” y en este artículo quiero resumir algunas ideas.
Miami califica como la ciudad de lo insólito. Los derechistas, que políticamente se definen por su odio a la Revolución Cubana, no encuentran otra forma de proyectarse que oponiéndose a lo que se hace en la isla. No tienen estrella para guiarse y caminar adelante, solo les importa criticar y entorpecer las marcha por un socialismo sostenible y soberano. Ya en Miami la prensa está lista para cubrir el VII Congreso del Partido, ¿cómo lo hará? Estará atenta a cuanto se diga en La Habana, para a partir de ahí difamar y tergiversar. No le importa ni es capaz de emprender otra cosa.
Que la derecha de Miami se convierta en una de las atentas perseguidoras de las sesiones del congreso de los comunistas cubanos, es tan insólito como que esa misma derecha, que llegó a asesinar a Carlos Muñiz Varela, pionero en la creación de la agencia de viajes “Varadero” para conectar a los cubanos de fuera y de dentro de la isla, sea ahora una defensora del derecho de los cubanoamericanos a viajar a Cuba.
Los que hoy usan demagógicamente el derecho a viajar a Cuba para sus objetivos, son los mismos que ayer llegaron a matar para que esos viajes no se realizaran. El reconocimiento de haber luchado por esa libertad le debe ser dado al periodista Francisco González Aruca y a otros que, como él, denunciaron a los extremistas que siempre han deseado impedir, encarecer o ilegalizar esos viajes.
Y yo me pregunto, ya que se trata de no discriminar, ¿por qué no defienden también el derecho de los norteamericanos a viajar a la isla sin restricciones, y no solo de los cubanoamericanos? Debe ser porque detrás de esa jugada mediática lo que persigue la derecha no es realmente altruista.
Dada la pequeñez de miras de esta derecha, hay que decir también que quiere ganarle una demanda a la empresa “Carnival”, a la que acusan de discriminar a cubanoamericanos. La precaución de Cuba por los viajes de cubanoamericanos en ferry o cruceros a la isla, no es política sino de seguridad nacional. Estos barcos alojan a miles de personas y pueden transferir cargas enormes, y los procesos de control son mucho más complicados que el que se realiza sobre naves aéreas. Particularmente preocupan los cruceros que salen de Miami y en algún momento tocarán costas cubanas. Lo más peligroso de esa demanda, sin embargo, es que una vez situada en corte, un juez podría atenderla por “discriminación” y efectivamente impedir que un crucero parta hacia Cuba. Eso buscan; además del dinero.
Hasta que las condiciones no ofrezcan todas las garantías, este parece ser un requisito que pondrán las autoridades portuarias cubanas en los contratos. Al parecer no es una cláusula tan irracional, cuando una empresa como “Carnival” la aceptó. Esto es también parte de la afirmación de que la normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos es un proceso complejo.
Hablando de bajas miras, el alcalde de Miami Beach, Philip Levine, ha dicho que detrás de las demostraciones para impedir la apertura de un consulado en esa ciudad, puede estar la ambición electoral de una persona relacionada con la llamada Comisión para Asuntos Hispanos, reactivada específicamente para este caso.
Por el momento, no hay luz verde en Miami Beach para abrir un consulado cubano en sus predios, pero esto no es algo que se pueda definir en Miami, la autoridad plena la tiene el gobierno federal y hay que acatar lo que diga. Si desde la administración del Presidente Obama se dice que un consulado va a estar ubicado en Miami Beach, pues hay que ponerlo en Miami Beach, no importa si es en medio de Collins Avenue. Esto lo ha reconocido hasta el propio alcalde de la ciudad de Miami, Tomás Regalado, muy activo en la presión para la aprobación de esa negativa.
El voto contra el consulado fue de 4 contra 3, con la presencia de unas decenas de personas llevadas desde otras zonas para manifestarse y crear un mal ambiente contra el consulado que, por cierto, Cuba no lo ha pedido oficialmente todavía; aunque seguramente se ha conversado.
Estaban los mismos de siempre: Silvia Iriondo, Orlando Gutiérrez Boronat, Miguel Saavedra, Ramón Saúl Sánchez. Este último, antiguo miembro de organizaciones violentas de Miami y hoy defensor de la “lucha pacífica”, alardea con que escoltaría con su bote al crucero de “Carnival” que quiera tocar puertos de Cuba, sin importarle la violación de las regulaciones que, en seguridad marítima, ya existen entre Cuba y Estados Unidos. Puede tratarse solo de una amenaza para salir en las noticias, pero es algo tan serio que no se debe dejar de atender.
El propio Ramón Saúl Sánchez, con su provocación, le está dando razón al gobierno cubano sobre la prudencia que le merece el intercambio marítimo con Estados Unidos; porque si alguien tiene o se le han asignado recursos para que realice un acto tan delicado como acosar un crucero lleno de turistas en su viaje a la isla, gritándoles consignas y mostrándoles propaganda anticubana, ¿qué otra cosa no pudieran intentar para retener esos viajes, o simplemente demorarlos en su salida para incomodar a los turistas?
Esta lógica contra los cruceros es la misma lógica que condujo al asesinato, dice el criminal Luis Posada Carriles, de “accidental”, de Fabio di Celmo. Y todo para perjudicar la economía del turismo en Cuba, que ellos creen el último sostén de la Revolución Cubana. Los crímenes y delitos contra el turismo cubano en verdad funcionan como auxiliares del bloqueo; no están desconectados: ambos quieren, inútilmente, amedrentar al pueblo de Cuba por necesidades materiales.
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