Por Martín Hacthoun
El proceder del fiscal Alberto Nisman contra la presidenta Cristina Fernández y las aristas que emergen a su alrededor, aparte de la implicación política que encierra, parece hoy el guión del más común filme de espionaje.
La controversia gira en torno al atentado en 1994 contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), que provocó 85 muertos, cuyo esclarecimiento primero se vio entorpecido por maniobras de ocultamiento en época del gobierno de Carlos Menen.
Esa es una prolongada causa que aún no se llega a ventilar en tribunales adonde dicen que podría llegar en 2016.
Después, como se hizo evidente en los últimos días, por el desvío de la investigación que ejecutó Nisman, quien en vez de centrar la pesquisa en quienes acusaba, se dedicó a investigar clandestinamente según se puso ahora de manifiesto, a la mandataria y otros funcionarios del Ejecutivo.
Y lo que resulta peor aún, lo estuvo realizando en contubernio con Antonio Stiusso, alias Jaime, quien fue hasta diciembre el director de Operaciones de la Secretaria de Inteligencia, denunció el canciller Héctor Timerman, uno de los blancos en la impugnación del controversial procurador.
El fiscal acusó a la Presidenta, al canciller y otros funcionarios de intentar encubrir a ciudadanos iraníes presuntamente implicados en el atentado, luego que la causa AMIA tomó esa segunda dirección.
En un comentario, el diario Página 12 sostiene que documentos confidenciales de la Embajada de Estados Unidos revelados por Wikileaks, muestran que Stiusso trabajaba más para el servicio israelí de inteligencia Mossad y la CIA que para la Casa Rosada.
Y que Nisman laboraba más para esa embajada y esos servicios secretos, y para Stiuso, que para la propia Justicia argentina. “La culminación del proceso terminó de confirmarlo”, remarcó la publicación.
Desde una óptica más amplia, la impugnación del fiscal constituye un traspié para el Gobierno, pero no por la historia inverosímil sobre la que se basa, sino porque Nisman fue designado por Néstor Kirchner para el esclarecimiento del atentado a la mutual judía.
Ese fue un objetivo al que el extinto mandatario le asignó importancia similar a la realización de los juicios a los represores de la dictadura, recuerda el comentarista Luis Bruchstein.
El fiasco del Gobierno en el esclarecimiento del atentado -señala Bruchstein-, está también signado por la permanencia de Stiusso, como director de Inteligencia, que era el responsable del contacto con la CIA y el Mossad, que proporcionaron la mayor parte de la información sobre la supuesta pista iraní que presentó Nisman.
La controversia tiene también su condimento mediático, calentado por el hegemónico diario Clarín que en la manipulación de la información presenta al Gobierno de Cristina Fernández como cómplice del terrorismo antisemita de París y del atentado en la AMIA.
En su comentario, Bruchstein aclara que si eso fuera cierto, resultaría paradójico porque se trata del único gobierno que convirtió en parte central de su política exterior, junto con Malvinas, la búsqueda de la verdad. ”No hubo otro que expresara mayor interés por el esclarecimiento del atentado”, recalca.
Recuerda que el historial del kirchnerismo sobre la AMIA empieza mucho antes de su llegada a la Casa Rosada.
En 1996, dos años después de la bomba contra la mutual judía, Cristina Fernández, entonces senadora, integró la comisión investigadora que se creó en el Congreso y fue la principal impulsora de la investigación de las maniobras de encubrimiento que había realizado la administración menemista.
Bruchstein, quien pertenece a la comunidad judía argentina, alerta que sería un gran error de esta colectividad y los familiares de las víctimas “dejarse arrastrar por una campaña que los enfrente al único Gobierno que asumió y militó la causa AMIA sin hacer especulaciones políticas”.
No hay comentarios. :
Publicar un comentario