Por Leandro Albani
Las desavenencias y enfrentamientos dentro de los sectores de poder se cobran con denuncias y revelaciones escandalosas que, con el correr del tiempo, casi siempre caen en el olvido. Lo importante, para estos sectores, es que su engranaje de dominación siga funcionado pese a las diferencias.
Los recientes entredichos entre los gobiernos de Estados Unidos e Israel es uno de estos casos. Mientras el gobierno de Barack Obama busca un acuerdo con Irán sobre el programa nuclear con fines pacíficos que lleva adelante la nación persa, la dirigencia del partido Republicano y el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, redoblan sus esfuerzo para que esas negociaciones naufraguen, aunque cuenten con el aval del Grupo 5 + 1, integrado por los miembros permanentes del Consejo de Seguridad más Alemania.
El discurso que Netanyahu brindó el martes pasado en el Congreso estadounidense fue en esa dirección. Con anterioridad, el cruce de declaraciones dejó a la vista las diferentes líneas que se disputan dentro de la Casa Blanca. Es sabido que el gobierno demócrata intenta destrabar conflictos que llevan décadas, a través de una doctrina de política exterior basada en la injerencia de “los buenos modales”. Si bien esta metodología se vio recientemente con Cuba e Irán, el gobierno demócrata mantiene aceitados sus mecanismos financieros y guerreristas para la desestabilización.
En el plano militar, la Casa Blanca busca la intervención junto a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), como en Libia; en el marco de Coaliciones Internacionales, como en Siria; o “tercerizando” la invasión y la injerencia, como en Venezuela, Siria e Irak.
Ventilar las cifras
El supuesto enfrentamiento entre Washington y Tel Aviv llegó a su punto máximo el lunes 2 de marzo, cuando la portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Bernadette Meehan, reveló las millonarias ayudas que Estados Unidos brinda a Israel. En un comunicado, la administración Obama dejó en claro que “la colaboración estadounidense con Israel ha crecido y se ha fortalecido a un nivel sin precedentes”.
Aunque las declaraciones entre Obama y Netanyahu últimamente choquen, el texto oficial detalló que el actual gobierno estadounidense envió a Tel Aviv más de 20,5 mil millones de dólares en ayuda militar. Solo en el año fiscal 2014, la Casa Blanca desembolsó hacia Israel 3,1 mil millones de dólares.
La portavoz estadounidense agregó que Obama “ha proporcionado una financiación de 2,9 mil millones de dólares para los programas y sistemas de defensa misilística” de Israel y “ha proporcionado a Israel más de 1,3 mil millones de dólares solamente para el sistema de Cúpula de Hierro, incluyendo 225 millones de dólares en financiamiento urgente”.
Pese al impacto de las cifras, el comunicado oficial aclaró que Estados Unidos continuará siendo el principal aliado de Israel. Como ejemplo, se recordó que en 2014 Washington rechazó 18 resoluciones de Asamblea General de las Naciones Unidas que condenaban a Tel Aviv. A esto se suma que el gobierno demócrata vetó la resolución presentada por Palestina ante el Consejo de Seguridad de la ONU, en el que solicitó su reconocimiento como Estado independiente y el fin de la ocupación hebrea.
Por supuesto, el comunicado de la Casa Blanca no hace referencia si la administración Obama buscará rever esta situación en la cual los millones de dólares vuelan hacia Tel Aviv, mientras en Estados Unidos los desempleados y subcontratados rozan los 10 millones.
Un guión repetido
El plan nuclear desarrollado por Irán acarrea un historial de disputas, operaciones de prensa y amenazas que pocas veces se remiten a la realidad. En su participación en el Congreso de Estados Unidos, Netanyahu mantuvo la línea de acusar sin presentar pruebas concretas, y de infundir terror ante la “amenaza nuclear” de la nación de los Ayatollahs.
Hasta el momento, las inspecciones de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) no encontraron rastros de que Teherán construyera armamento atómico. Por su parte, el gobierno iraní acusó en más de una oportunidad a funcionarios de la OIEA de intentar ingresar a instalaciones militares con el único objetivo de realizar espionaje. Un punto importante en este escenario es el apoyo de Rusia a Irán para el desarrollo de su programa nuclear. Moscú, convertido en un importante aliado de Medio Oriente, mantiene varios convenios con Teherán para brindar asistencia en plantas atómicas. El último fue firmado el lunes pasado, en el cual Rusia aportará mantenimiento a la planta de Bushehr, en el sur de Irán.
Con el rechazo de los legisladores demócratas y la condena unánime de varios países, igualmente Netanyahu descargó sus municiones contra el gobierno islámico de Hasan Rohani, al que comparó con el Estado Islámico (EI). El premier israelí insistió en que “acabar con el Estado Islámico y dejar que Irán consiga armas nucleares sería ganar una batalla pero perder la guerra”.
Aunque Irán forma parte del Tratado de No Proliferación Nuclear -del que no participan ni Israel ni Estados Unidos-, Netanyahu acusó a Teherán de romper “las leyes”. “Irán puede estar operando instalaciones nucleares de las cuales no estamos enterados”, manifestó.
Como broche de oro, afirmó que “Irán bombardeó la embajada israelí en Buenos Aires”, una acusación por demás de frágil, ya que la investigación judicial por la explosión de la sede diplomática en 1992 es nula y cruzada por irregularidades.
Las respuestas
Finalizado el discurso de Netanyahu, diferentes voces condenaron, criticaron o restaron valor a los dichos del primer ministro.
El propio Obama declaró que Netanyahu no ofreció “alternativas viables” al proyecto de acuerdo con Irán y remarcó que no aporta “nada nuevo”. El presidente estadounidense confirmó que su plan es bloquear la posibilidad de que Teherán construya armas atómicas, por lo cual las actuales negociaciones son “el mejor acuerdo posible”.
Del lado iraní, la respuesta estuvo a cargo de la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Marzie Afjam, que calificó el discurso de Netanyahu como “iranofóbico”, plagado de denuncias “repetitivas y aburridas” y con el único objetivo de sumar adeptos para los comicios israelíes del próximo 17 de marzo.
Afjam aseveró que “la opinión pública del mundo no otorga valor a un régimen que asesina niños”. La alocución de Netanyahu demuestra la “debilidad y extremo aislamiento de los sectores más radicales, incluso entre quienes defienden al régimen sionista, y supone un intento más por imponer en política internacional sus planes extremistas e ilógicos”, indicó la funcionaria.
A su vez, la jefa de la Diplomacia de la Unión Europea (UE), Federica Mogherini, alertó que “extender el miedo no es apropiado en estos momentos en que trabajamos por un acuerdo que garantice no solo la seguridad en la región, sino en todo el mundo”.
En su reciente artículo “El futuro del Medio Oriente”, el analista e investigador Thierry Meyssan arriesga sobre lo que podría suceder si se lograra el acuerdo entre Estados Unidos e Irán. “Dentro de unos meses -escribe Meyssan-, quizás incluso hacia finales de marzo, Washington y Teherán llegarán a un acuerdo global. Estados Unidos reanudará los contactos con Siria, seguido de cerca por los Estados de Europa, incluyendo a Francia. Se descubrirá entonces que el presidente Al Assad no es un dictador, ni tampoco un torturador. Y a partir de ese momento comenzará el fin de la guerra contra Siria mientras que una verdadera coalición internacional se dedicará a reducir la envergadura de las fuerzas yihadistas. Y cuando acabe todo, la CIA se encargará de enviar los yihadistas sobrevivientes al Cáucaso ruso o la región china de Xinjiang”.
Un análisis inquietante que no se contradice ni con la actual apuesta diplomática iraní ni tampoco con la génesis expansionista de Estados Unidos.
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