Algunas reflexiones sobre el discurso de Obama ante representantes de la sociedad civil cubana (La Pupila Insomne) Por Elier Ramírez Cañedo El mensaje general del viaje del presidente de los Estados Unidos a la Isla y de su discurso ante representantes...

Algunas reflexiones sobre el discurso de Obama ante representantes de la sociedad civil cubana (La Pupila Insomne)

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Por Elier Ramírez Cañedo

El mensaje general del viaje del presidente de los Estados Unidos a la Isla y de su discurso ante representantes de la sociedad civil cubana estuvo centrado en la idea de que Estados Unidos ya no es el enemigo, que no es el responsable de los retos que enfrentan los cubanos en su vida diaria. Hay demasiada falacia en este mensaje, pues aun el bloqueo económico, comercial y financiero continúa siendo el principal obstáculo para un despliegue más efectivo de las capacidades de Cuba y de su pueblo.

La administración Obama, haciendo uso de sus facultades ejecutivas ha flexibilizado algunos componentes del bloqueo. Como ha declarado el Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, esos pasos han sido positivos, pero limitados y con un una clara motivación política que discrimina al sector estatal de la economía cubana. Exceptuando el sector de las telecomunicaciones, las empresas estadounidenses siguen teniendo prohibido invertir en la Isla. Persisten las restricciones de exportación de los principales productos y servicios cubanos hacia el mercado estadounidense. La posibilidad de que Cuba utilice el dólar en las transacciones financieras -medida que aún no se ha puesto en práctica- no incluye a las transacciones financieras con bancos estadounidenses, ni que la Isla pueda tener cuentas de corresponsalía en los mismos.

Las posibilidades de comercio entre Cuba y Estados Unidos continúan siendo unidireccionales, de los Estados Unidos hacia Cuba, pero no de Cuba hacia los Estados Unidos. ¿Acaso estas limitaciones no afectan la vida cotidiana del pueblo cubano? ¿Olvida el gobierno de los Estados Unidos que el dinero que recauda el Estado cubano a través de sus exportaciones y el comercio es el que luego se redistribuye para garantizar el acceso gratuito de su población a la educación y la salud, así como la seguridad alimentaria, por solo mencionar algunos ejemplos de las conquistas sociales de la Revolución que aun son quimeras para muchos países en el mundo, incluso los propios Estados Unidos? ¿Pensará la administración Obama que el pueblo cubano es tan ingenuo como para no darse cuenta de la cuña divisoria que se pretende establecer entre pueblo y gobierno, o que sonrisas y palabras bellas bastan para resolver las problemáticas que en términos prácticos aún persisten en la relación bilateral?

¿Será que se considera que flexibilizando algunos aspectos del bloqueo que afectan más directamente al ciudadano común y manteniendo la presión sobre el gobierno cubano para que no pueda manejar la economía en un contexto más favorable, el pueblo cubano echará las culpas de sus problemas cotidianos al gobierno cubano y le exigirá entonces libre mercado y pluripartidismo?

Estas inconsistencias entre las palabras y los hechos lo único que provocan es fortalecer el argumento de que el bloqueo continúa utilizándose como una carta negociadora, para lograr concesiones que resultan inadmisibles para el gobierno y pueblo cubanos. Lo cual, en definitiva, resulta consecuente con aquellas palabras de Obama el 19 de noviembre de 2014, en las que expresó que el “nuevo enfoque” de política ayudaría a Washington a estar en mejores condiciones de utilizar “tanto garrotes como zanahorias de acuerdo a las circunstancias”.

El excepcionalismo estadounidense y hasta cierto espíritu mesiánico, acompañó todo el tiempo la visita y las palabras del presidente Obama, así como el manejo de los símbolos y de parte de la fraseología popular cubana, con la intención de conectar rápidamente con el pueblo cubano, sembrar simpatía y hasta encantamiento. Evidentemente, el viaje y el propio discurso fueron extremadamente preparados en materia de comunicación e imagen por los asesores del presidente Obama. Quizás los cubanos nunca volvamos a ser testigos de una dramaturgia tan bien diseñada del soft power como la que presenciamos en los días de la visita de Obama a nuestro país.

No obstante, se aceptó el desafío y creo que fue positivo el diálogo desarrollado al más alto nivel entre ambos países y que por primera vez, en más de 50 años de Revolución un presidente de los Estados Unidos tuviera la audacia política de palpar directamente la realidad cubana, haciéndose acompañar de su familia. Estoy seguro que Obama no pudo evitar, como les sucede a muchos estadounidenses que visitan la Isla, borrar algunas de las distorsiones sobre Cuba que tenía antes de la visita y en cierta medida, quedar impresionado con la cultura y la manera de ser de nuestro pueblo. En ese sentido creo también que su viaje a La Habana pudo ser provechoso, además de las áreas de cooperación que se abrieron y los acuerdos firmados.

Pero adentrémonos en algunos aspectos abordados por el presidente de los Estados Unidos en su discurso.

La historia

Pese a haber sido fuertemente criticado por varios mandatarios de la región en la Cumbre de las Américas en Panamá, en respuesta a su expresión de que había que olvidarse del pasado y concentrarse en el futuro, Obama vino a La Habana a repetir el mismo dislate: “Es hora ya de olvidarnos del pasado, dejemos el pasado, miremos el futuro”, proclamó ante representantes de la sociedad civil cubana, en el Gran Teatro de La Habana, Alicia Alonso.

¿Se podrá olvidar o dejar atrás la historia cuando aun los pilares básicos de lo que ha sido la política imperial de los Estados Unidos hacia Cuba, América Latina y el mundo, se mantienen latentes, aunque ahora se presenten con nuevas envolturas? ¿Será posible cometer un error tan funesto como el de la desmemoria, cuando el propio presidente de los Estados Unidos presenta una versión de la historia de las relaciones Estados Unidos-Cuba colmada de lagunas y visiones maniqueas?

Como dijera Nancy Mitchell, un de las historiadoras más perspicaces de los Estados Unidos: “nuestra memoria selectiva no solo sirve a un propósito, también tiene repercusiones. Crea un abismo entre nosotros y los cubanos: compartimos un pasado, pero no tenemos recuerdos compartidos”. (1)

Muestra de esa memoria selectiva fueron las siguientes palabras del presidente Obama: “Las aguas azuladas bajo el Air Force One transportaron en su día los barcos de batalla estadounidenses hasta esta isla, para liberar pero también para ejercer control sobre Cuba. Esas aguas también transportaron a generaciones de revolucionarios cubanos hasta Estados Unidos, donde consiguieron apoyo para su causa. Y esa corta distancia ha sido cruzada por cientos de miles de exiliados cubanos, en aviones y balsas improvisadas. Exiliados que llegaron a Estados Unidos en busca de libertad y oportunidad, a veces dejando atrás todas sus posesiones y a todos sus seres queridos”.

Una lectura mínima de la historia de Cuba basta para conocer que nunca barcos enviados por el gobierno de los Estados Unidos llegaron a costas cubanas a liberar y que tampoco las generaciones de cubanos que fueron a los Estados Unidos desde las luchas independentistas del siglo XIX lograron el reconocimiento y apoyo de Washington, aunque sí de su pueblo.

Por otro lado, ¿a qué exiliados se refirió Obama?

Nada dijo sobre las políticas diseñadas por Washington para incitar la emigración ilegal de miles de cubanos, politizando un proceso que debería ser natural, o de la Operación Peter Pan, organizada por el Departamento de los Estados Unidos, la jerarquía de la Iglesia Católica de Miami, la CIA y las organizaciones contrarrevolucionarias; uno de los peores engendros de la guerra psicológica contra la Revolución, que implicó que salieran de Cuba 14.048 niños, muchos de los cuales nunca volvieron a encontrarse con sus padres. Soslayó también, al referirse al tan politizado tema migratorio, a los torturadores, criminales, asesinos y malversadores que huyeron de la justicia revolucionaria en 1959, y fueron recibidos y protegidos por el gobierno de los Estados Unidos. ¿Dónde están esos “exiliados” dentro los inmigrantes cubanos en los Estados Unidos que, desde hace décadas, van y regresan continuamente sin dificultad alguna?

“Cuba, al igual que Estados Unidos, fue constituida por esclavos traídos de África; al igual que Estados Unidos, el pueblo cubano tiene herencias en esclavos y esclavistas”, dijo el presidente estadounidense en otro momento de su discurso. Como bien se percató inmediatamente Fidel, en su reflexión del 28 de marzo: “Las poblaciones nativas no existen para nada en la mente de Obama”.

Obama pasó por alto que, para los cubanos, muchas de las heridas del pasado continúan abiertas. ¿Dónde queda entonces el bloqueo económico, comercial y financiero, la ilegal base naval estadounidense en Guantánamo y el hecho de que Posada Carriles y otros terroristas que han causado muerte y dolor al pueblo cubano, sigan viviendo con total tranquilidad en la nación cuyo gobierno se proclama líder en la lucha contra el terrorismo?

Sin duda, en su discurso, el mandatario estadounidense trató de hablarle a la mayor cantidad de públicos posibles, pero al pronunciar tan infeliz frase, dejó fuera a los familiares de las víctimas del terrorismo y las agresiones de los Estados Unidos contra Cuba durante más de cincuenta años que ha significado 3.478 fallecidos y 2.099 incapacitados. Para ellos y el pueblo cubano que los acompaña y apoya, jamás habrá olvido.

“Vine aquí para dejar atrás los últimos vestigios de la guerra fría en las Américas”, se adelantó a proclamar Obama de manera solemne y categórica ¿Ello significa que Estados Unidos abandonó totalmente ideas y concepciones de política exterior aplicadas en la región mucho antes de iniciada la Guerra Fría, como la del garrote y la zanahoria, el destino manifiesto, la doctrina Monroe, la fruta madura, el buen vecino y muchas otras que el tiempo solo ha actualizado de acuerdo a las circunstancias? ¿Acaso la Radio y TV Martí, los diversos programas subversivos, la criminal Ley de Ajuste Cubano, la política de pies secos y pies mojados, el programa Parole para incentivar la deserción de nuestros médicos de las misiones internacionalistas, así como las políticas injerencistas y desestabilizadoras contra los gobiernos progresistas y de izquierda en nuestra región no son incluso, más que vestigios, acciones notarias y actuales de guerra fría?

Si hay un pueblo que tiene plena conciencia de aquella frase del filósofo George Santayana, que sostiene que “los que no conocen su historia están condenados a repetirla”, es el pueblo cubano. Sería muy alto el precio que pudiéramos pagar de caer en un proceso de amnesia colectiva. Pero también conocemos que si hay un terreno que el gobierno de los Estados Unidos no ha abandonado, ni abandonará jamás, como parte de la guerra cultural contra el proyecto socialista cubano, es la historia, pues en ella se sintetiza nuestra más acendrada cultura de la resistencia.

No se trata de vivir aprisionado del pasado, sino de asumir las lecciones del pasado para enfrentar el presente y proyectar mejor nuestro futuro. Lo que no se conoce no se puede amar, y mucho menos defender. Y lo interesante es que esas lecciones no están solo en la guerra económica, intentos de asesinato a los líderes de la Revolución, invasión mercenaria, sabotajes y muchas otras variantes de la clásica política agresiva de los Estados Unidos, sino también en la historia -menos conocida- de diálogos, negociaciones e intentos por avanzar hacia una mejor relación entre ambos países, que precede a los anuncios del 17 de diciembre de 2014. Conocer y estudiar a profundidad estas experiencias aportarían importantes claves a la hora de dilucidar y fraguar mejor el presente y el futuro de las relaciones bilaterales.

No pude evitar quedar profundamente consternado cuando, en otro momento de su intervención, Obama expresó que, en los últimos años, el gobierno cubano ha comenzado a abrirse al mundo, con lo cual borró en una simple frase más de 50 años de la Historia de Cuba más reciente. ¿Cuándo Cuba y su gobierno estuvieron cerrados al mundo? ¿Olvidó Obama que fue el gobierno de los Estados Unidos el que hizo todo lo posible -y lo logró parcialmente durante una etapa- por aislar a la Isla del mundo, lo que obligó al pueblo cubano a romper el cerco yanqui a fuerza de coraje e inteligencia, al punto que fueron los propios Estados Unidos quienes terminaron aislados en el hemisferio occidental con su arcaica política hacia la Mayor de las Antillas? ¿Va a quitar ese mérito al pueblo cubano que ha luchado y resistido y por lo que hoy se ha convertido en un referente moral universal?

Llama la atención que el presidente Obama hubiese tenido tiempo para participar en programas humorísticos populares de la televisión cubana y no para responder algunas de estas preguntas que, de haberse abierto el debate, seguramente le hubieran hecho los representantes de la sociedad civil cubana que escucharon con respeto -pero sin ingenuidad- sus palabras. Hubiese sido una oportunidad para el presidente Obama de exponerse a diferentes puntos de vista, a un debate abierto, a voces diferentes del pueblo cubano, muy distantes de las que escuchó en la reunión celebrada en la Embajada de los Estados Unidos con los asalariados de siempre. Esos que, al decir del ex jefe de la sección de intereses de los Estados Unidos en La Habana, Jonathan Farrar, “están más preocupados por el dinero que en llevar sus propuestas a sectores más amplios de la sociedad”.

La política de cambio de régimen

Obama retomó también una idea que había expresado con otras palabras en la Cumbre de las Américas celebrada en Panamá, en abril del 2015: “Estados Unidos no tiene ni la intención ni la capacidad de imponer cambios en Cuba, los cambios dependen del pueblo cubano. No vamos a imponer nuestro sistema político y económico, porque conocemos que cada país, cada pueblo debe forjar su propio destino, tener su propio modelo; pero al quitar el velo de la historia debo hablar claramente sobre las cosas en las que yo creo, las cosas que nosotros como estadounidenses creemos”.

Si este planteamiento fuera cierto, Cuba no tendría nada que objetar. Si se tratara solo de una cuestión de persuasión y de confrontación ideológica no habría nada que denunciar, pero esta es una de las ideas que menos se sostiene de todo el discurso de Obama. En primer lugar, se contradice con otras declaraciones del presidente Obama y sus asesores más cercanos y, en segundo lugar, lo cual es más importante, no se corresponde con lo que está sucediendo en la práctica. Los cubanos conocen de sobra -lo que no quita que haya ciertos confundidos-, que Estados Unidos continúa desplegando abierta y solapadamente su política de cambio régimen hacia la Isla.

Es cierto, como excelentemente ha planteado Rafael Hernández, que la confrontación Cuba - Estados Unidos ya no es en un ring de boxeo, sino en un tablero de ajedrez, se trata de un juego nuevo. Lo que sucede es que ese juego aún no es limpio.

Como expresara el Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, en julio del año 2000: “Sueñan los teóricos y agoreros de la política imperial que la Revolución, que no pudo ser destruida con tan pérfidos y criminales procedimientos, podría serlo mediante métodos seductores como el que han dado en bautizar como “política de contactos pueblo a pueblo”. Pues bien: estamos dispuestos a aceptar el reto, pero jueguen limpio, cesen en sus condicionamientos, eliminen la Ley asesina de Ajuste Cubano, la Ley Torricelli, la Ley Helms - Burton, las decenas de enmiendas legales aunque inmorales, injertadas oportunistamente en su legislación; pongan fin por completo al bloqueo genocida y la guerra económica; respeten el derecho constitucional de sus estudiantes, trabajadores, intelectuales, hombres de negocio y ciudadanos en general a visitar nuestro país, hacer negocios, comerciar e invertir, si lo desean, sin limitaciones ni miedos ridículos, del mismo modo que nosotros permitimos a nuestros ciudadanos viajar libremente e incluso residir en Estados Unidos, y veremos si por esas vías pueden destruir la Revolución cubana, que es en definitiva el objetivo que se proponen”.

Internet

Según Obama, “debería de haber Internet disponible en toda la isla, para que los cubanos se puedan conectar con el mundo entero y a uno de los motores de crecimiento más fuertes en la historia de la humanidad. No hay límite impuesto por Estados Unidos para que Cuba pueda dar estos pasos”.

Ante este planteamiento de Obama cabría preguntarse quién ha sido históricamente el principal obstáculo para que los cubanos todos podamos acceder a Internet, sino el propio gobierno de los Estados Unidos. Al parecer, al ver los hechos consumados, pues la voluntad del gobierno cubano es precisamente esa, garantizar el acceso masivo de la población cubana a Internet, la preocupación de Estados Unidos ahora está en que Cuba logre tal propósito de manera soberana, siguiendo una estrategia propia y con una colaboración sustancial de China -su rival geopolítico más significativo en América Latina- en la construcción de la infraestructura necesaria.

También reproduce Obama con sus palabras una visión bastante idealizada sobre Internet. Mucha Internet no presupone, por sí sola y de manera automática, desarrollo. Hay países en África con grandes inversiones en infraestructura para Internet, pero sin un capital humano formado y preparado para asumir las nuevas tecnologías en función del desarrollo. Para estos países, Internet no ha representado un progreso sustancial y, lejos de convertirse en una herramienta de liberación, ha acentuado la dominación.

Los jóvenes cubanos

¿Qué tipo de exhortación estaba haciendo el presidente Obama cuando en su discurso señaló: “estoy apelando a los jóvenes de Cuba que tienen que construir algo nuevo, elevarse. ¡ El futuro de Cuba tiene que estar en las manos del pueblo cubano !"?.

¿A qué se aspira? ¿A convertir a todo el pueblo cubano, en especial a los más jóvenes, en agentes de cambio?

Recordemos que el 21 de diciembre de 2014, ya Obama había expresado, al ser entrevistado por un programa de CNN: “Si nos acercamos tendremos la oportunidad de influir en el curso de los acontecimientos en un momento en que va a haber cambios generacionales en ese país. Creo que debemos aprovecharlo y tengo intención de hacerlo” y que solo tres días después de la visita de Obama a Cuba, el Departamento de Estado anunció un programa de orientación de prácticas comunitarias por U$S 753.989 para “jóvenes líderes emergentes de la sociedad civil cubana”.

Sin duda, el presidente estadounidense subvalora el compromiso de la joven vanguardia revolucionaria con los destinos del país y su estrecha unión con la generación histórica de la Revolución.

Omite que los jóvenes cubanos han estado construyendo “algo nuevo” desde 1959, enfrentando desafíos colosales. No solo han contribuido a construir un país distinto al que existía durante la República Neocolonial Burguesa y de aquellos años de dictadura batistiana donde se violaban sistemáticamente los derechos humanos bajo el amparo del gobierno de los Estados Unidos, sino que los jóvenes cubanos han contribuido también a la fragua de un mundo nuevo.

Fueron mayormente jóvenes internacionalistas los que, con su sangre y sacrificio, contribuyeron a cambiar el mapa político y social de África, lo cual se expresó en la salvaguarda de la soberanía de Angola y Etiopía, el logro de la independencia en Namibia y la caída paulatina del régimen del apartheid en Sudáfrica. También han sido jóvenes la mayor parte de los médicos internacionalistas cubanos que han salvado miles de vidas en distintos rincones del mundo desde los años ' 60 del siglo pasado, así como los que el propio presidente Obama elogió en su discurso por la valentía de ir a África a enfrentar el Ébola.

Derechos humanos y democracia

Por supuesto, el presidente de los Estados Unidos abordó el tema de los derechos civiles y políticos, pero desde la concepción burguesa e individualista de los derechos humanos, que siempre desfavorece los derechos de los pueblos a la soberanía, a la autodeterminación, a la subsistencia. ¿Cómo podría un analfabeto o un indigente ejercer el voto o la libertad de expresión? Resulta imposible hablar de democracia y derechos humanos cuando no existe justicia social.

En ese sentido, el presidente Obama se adentró en un tema que resulta muy espinoso para su gobierno, sobre todo, cuando Cuba tiene mucho más que mostrar que los Estados Unidos en materia de derechos humanos. A pesar de no constituir un sol perfecto y amén del bloqueo y las agresiones de la potencia más poderosa del orbe, ha sido una de los países que más ha trabajado por garantizar y defender los derechos humanos. No obstante, la situación de los derechos humanos en la Isla no puede verse como algo estático, sino en continuo movimiento progresivo hacia su perfeccionamiento y ampliación. Y no podía ser de otra manera, cuando la esencia fundamental de la revolución ha descansado siempre en el humanismo, y cuando este país ha estado guiado por uno de los grandes humanistas del siglo XX y lo que va del XXI: Fidel Castro. El derecho humano más protegido en Cuba, es el derecho a la vida.

¿Acaso el gobierno de los Estados Unidos no está violando el más elemental derecho humano a la vida cuando impide a través del bloqueo que Cuba compre los medicamentos que salvarían o aliviarían el sufrimiento de niños cubanos con distintos padecimientos? ¿Acaso no se violan, incluso, los derechos humanos de los ciudadanos estadounidenses cuando se les impide viajar libremente a Cuba, o beneficiarse de los productos de la biotecnología cubana?  El presidente Obama se ha manifestado contra el bloqueo y ha pedido al Congreso de los Estados Unidos que inicie una discusión que logre su eliminación, pero mientras el bloqueo exista, hasta el último minuto, el gobierno de los Estados Unidos estará violando los derechos humanos en Cuba y tendrá muy poca moral -más bien ninguna- para realizar críticas a la manera en que los derechos humanos se desarrollan y garantizan en la Isla.

Los dobles estándares en la manera en que los Estados Unidos juzgan a otras naciones por el tratamiento de los derechos humanos continúan teniendo las mismas lógicas de la Guerra Fría. Solo así es posible explicarse por qué los Estados Unidos atacan a Cuba y Venezuela, y sin embargo callan sobre la situación de los derechos humanos en países en los que, con mucha frecuencia, se asesina a periodistas, aparecen fosas comunes con cientos de cadáveres, se practica el crimen político, la ejecución extrajudicial, la desaparición forzosa, se reprimen las manifestaciones con gases lacrimógenos, armas de fuego y balas de goma y hasta puede que jamás sus ciudadanos hayan votado en elecciones. Ello solo nos lleva a una conclusión: la preocupación fundamental de Washington jamás han sido los derechos humanos, sino su hegemonía.

Si algún día los Estados Unidos abandonaran su visión instrumentalizada de los derechos humanos en Cuba, como parte de su estrategia de cambio de régimen y se dedicara a pensar seriamente en cómo ayudar a garantizar esos derechos humanos en la Isla, en su propio país y en el mundo, no solo levantaría de inmediato el bloqueo económico, sino que encontraría a 90 millas de sus costas al aliado más formidable para enfrentar el gran reto que hoy significa poder asegurar los derechos humanos a millones de personas; en especial, el más elemental de ellos, el derecho a la vida, hoy más amenazado que nunca.

“Cuba tiene un sistema unipartidista, Estados Unidos una democracia multipartidista; Cuba tiene un modelo económico socialista, Estados Unidos un mercado abierto; Cuba recalca el papel y los derechos del Estado, Estados Unidos se funda en los derechos del individuo”, señaló de forma esquemática el presidente Obama. Cuando habló de Estados Unidos utilizó la palabra democracia y cuando hizo alusión a Cuba no utilizó ese vocablo. ¿Acaso Obama cree que va a convencer a los cubanos que el sistema político que existe en Estados Unidos, hoy cada día más en crisis, es modelo para alguien? ¿Se olvida acaso que Cuba ya vivió ese modelo y fue un fracaso funesto? Como expresara Jorge Hernández en la Mesa Redonda de la televisión cubana: “En los años ' 50 del siglo pasado fue cuando más partidos políticos hubo en la Isla y al mismo tiempo, menos democracia pues a los estudiantes se les asesinaba por el simple hecho de disentir”.

Obama señaló algunas de las fallas del sistema político estadounidense pero dió un argumento muy poco creíble, muy cercano a un cuento de hadas: que gracias a la democracia que existía en su país y las luchas históricas de su pueblo hoy muchos de esos problemas habían sido superados con el tiempo.

“Tenemos demasiado dinero en la política estadounidense. Sin embargo, en Estados Unidos, todavía es posible para alguien como yo -un niño que fue criado por una madre soltera, un niño mestizo que no tiene mucho dinero- aspirar al más alto cargo de la tierra y ganarlo. Eso es lo que es posible en los Estados Unidos”, dijo, vendiendo nuevamente a los cubanos el sueño americano, como si se ignorara que, en los Estados Unidos, el liderazgo se convierte también en una mercancía más y el camino hacia el triunfo resulta una carrera de lobos, expresión del darwinismo social que impera en ese sistema donde para que haya un 1% de winners, es necesario que exista un 99% de lossers. Esa misma lógica es la que reproduce el imperialismo a nivel internacional cuando, al tiempo que genera desarrollo, le es consustancial generar subdesarrollo. Obvió Obama en este relato poco plausible que, cuando llegó a la Casa Blanca ya era multimillonario, al ser apoyado por poderosas corporaciones estadounidenses y sectores de la élite de poder en ese país que vieron en él la posibilidad de vender una nueva imagen de la política estadounidense, la imagen del cambio, con la intención de mantener a salvo el establishment. Solo su campaña para llegar a la Casa Blanca en el 2008 tuvo un costo de 760 millones de dólares.

Luego de ejercido el voto -donde por lo general se concentra y termina la llamada democracia representativa norteamericana- se diluyó rápidamente la esperanza del cambio prometido a los ciudadanos estadounidenses.

Por si no bastara con estos argumentos, ¿dónde está ese perfeccionamiento del sistema político estadounidense, cuando muchos de los problemas que hoy vemos en la política estadounidense ya habían sido denunciados por José Martí en el siglo XIX y en la actualidad, lejos de haberse resuelto, se agudizan?

El 15 de marzo de 1885, en carta dirigida al director de La Nación, José Martí escribió: “Es recia, y nauseabunda, una campaña presidencial en los Estados Unidos. Desde mayo, antes de que cada partido elija sus candidatos, la contienda empieza. Los políticos de oficio, puestos a echar los sucesos por donde más les aprovechen, no buscan para candidato a la Presidencia aquel hombre ilustre cuya virtud sea de premiar, o de cuyos talentos pueda haber bien el país, sino el que por su maña o fortuna o condiciones especiales pueda, aunque esté maculado, asegurar más votos al partido, y más influjo en la administración a los que contribuyen a nombrarlo y sacarle victorioso. Una vez nombrados en las Convenciones, los candidatos, el cieno sube hasta los arzones de las sillas. Las barbas blancas de los diarios olvidan el pudor de la vejez. Se vuelcan cubas de lodo sobre las cabezas. Se miente y exagera a sabiendas. Se dan tajos en el vientre y por la espalda. Se creen legítimas todas las infamias. Todo golpe es bueno, con tal que aturda al enemigo”.

¿No es acaso esta realidad la que hoy estamos presenciando en la campaña presidencial de los Estados Unidos?

Los cambios en Cuba

Luego, ¿a qué tipo de cambios se refirió Obama al expresar: “aunque levantemos el embargo mañana, los cubanos no van a alcanzar su potencial sin hacer cambios aquí"? ¿Será a cambios que fortalezcan nuestro soberano e independiente modelo socialista? En el resto del discurso es fácil advertir cuáles son los cambios a los que se aspira y que nada tienen que ver con la actualización del modelo económico y social a la que estamos abocados. ¿Entonces donde queda el respeto a la autodeterminación de un pueblo a regir sus propios destinos y a construir un modelo propio?

A la vieja usanza de los procónsules yanquis y gobiernos estadounidenses, en un tono más edulcorado y hasta cortés, no pudo evitar Obama decirnos lo que tenemos que hacer en Cuba. Aunque hay una gran distancia entra Nixon y Obama -sin duda el que ha implementado la política más inteligente hacia Cuba en más de 50 años-, me recordó el sermón sobre cómo gobernar y acerca de los valores de la democracia representativa burguesa que intentó darle Nixon a Fidel cuando, en abril de 1959, sostuvieran un encuentro como parte de una visita del líder de la revolución a los Estados Unidos.

Epílogo

De regreso Obama a los Estados Unidos, rápidamente los cubanos han regresado a su cotidianidad, y aunque se vivieron días que no dejaron de ser intensos, interesantes e indudablemente históricos en el devenir de las relaciones Estados Unidos - Cuba, la gran mayoría no se confunde fácilmente con los nuevos guiños del norte y esperan algo más que palabras y frases amables. El camino hacia la “normalización” no deja de ser también un camino hacia lo ignoto y lo desconocido, pues Cuba y los Estados Unidos jamás han tenido relaciones normales. Pero la utopía también en ese sentido puede ayudar a caminar.

NOTAS:

(1) Citado por Piero Gleijeses, “El excepcionalismo estadounidense”, en: El imperialismo norteamericano: pasado, presente y futuro, coordinado por Esteban Morales y Elier Ramírez, Ciencias Sociales - Ruth Casa Editorial, La Habana, 2014, p.67

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