Por Arthur González.
El diario habanero Tribuna de La Habana, el 27 marzo de 2016 publicó un artículo del periodista Elías Argudín Sánchez, bajo el título “¿Negro, tú eres sueco?”, donde se refiere al Presidente de Estados Unidos, Barack Obama y su visita a Cuba. De inmediato se soltaron las pasiones calificándolo de racismo.
Realmente fue una falta de respeto hacia un jefe de Estado de visita oficial en Cuba, donde fue recibido con toda la consideración que establece el protocolo oficial para las visitas de alto nivel, pero de ahí a ser una muestra de racismo es algo bien diferente.
Para algunas personas de la raza negra, mencionarlos por ella es algo ofensivo e insultante, tomándolo, sin razones objetivas, como una muestra de discriminación racial.
Sin embargo, jamás se escucha o se percibe disgusto en las personas de la raza china, a las que tanto blancos, mestizos, como negros, los llaman chinos, aunque conozcan su nombre, e incluso en la capital de la Isla existe un barrio denominado Barrio Chino, del cual todos se enorgullecen.
¿Se imagina alguien que en Cuba pudiera denominarse a un barrio como Barrio Negro, sin que los ciudadanos de esa raza se ofendieran? ¿Cuál es entonces la diferencia en el tratamiento al tema racial?
Han sido y son múltiples los chistes relacionados con los chinos, los que van desde la supuesta inocencia, el tamaño de sus genitales, hasta que comen con palitos en vez de tenedores y cucharas, pero nunca los chinos han creado asociaciones por el color amarillo de su piel, ni se disgustan por eso.
Muchos de los asiáticos que arribaron a Cuba como mano de trabajo barata, se mezclaron con descendientes de africanos y surgieron las mulatas chinas, a las que importantes compositores les dedicaron canciones y hasta zarzuelas como la famosa Rosa la China, y nadie se disgustó.
Ningún gobierno de la republica hizo tanto por los negros como la Revolución, pero el tema tomó un rumbo diferente en los finales de los ' 80 e inicios de la década de los ' 90, cuando académicos suizos y norteamericanos se interesaron por estudiarlo; la “Smithsonian Foundation”, promovió investigaciones en la Universidad de La Habana y el Instituto de Antropología y Etnología de la Academia de Ciencias de Cuba.
En 1991, la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana (SINA) inició actividades subversivas sobre la cuestión racial, ante la llegada de un diplomático negro, David Evans, para desempeñar el cargo de Secretario de Prensa y Cultura, quien promovió contactos y entrega de becas a intelectuales negros y líderes de opinión en esa esfera, facilitándole contactos con los principales circuitos académicos negros de los EE. UU., e instituciones especializadas en el tema.
Desde 1993, intelectuales estadounidenses negros con influencia sobre sus homólogos cubanos; entre ellos, Miriam de Costa Willis, funcionaria de alto rango dentro de la Comunidad de Inteligencia de Estados Unidos y asesora para la política hacia el sector negro del presidente William Clinton, emprendieron acciones directas sobre intelectuales cubanos.
Esa funcionaria resaltó la necesidad de trabajar en función del reconocimiento y protagonismo de los negros en Cuba, mostrando la estrategia enemiga en momentos que buscaban cualquier vía para dividir la sociedad cubana, a fin de destruir el socialismo después de la caída de Europa del Este.
Entre 1993 y 1994, destacados intelectuales negros cubanos recibieron becas en Estados Unidos, auspiciadas por la Fundación Ford sobre esa cuestión, con 25.000 U$S de presupuesto para cubrir 6 meses de estancia en el Centro de Estudios Cubanos (CRI) de la Universidad Internacional de la Florida.
A finales de 1998, fueron potenciados por universidades e instituciones estadounidenses, los intentos de crear el Movimiento “Cofradía de la negritud”, contra la supuesta discriminación racial en Cuba.
Es conocido que entre el 2009 y 2013, la SINA dirigió sus acciones subversivas para promover debates sobre la situación racial en Cuba, mediante tele - conferencias, cine - debates y otras actividades, donde llegó a mezclar a miembros de los grupos contrarrevolucionarios implicados en el tema, entre ellos:
• Proyecto Mediático Consenso
• Corriente Socialista Democrática
• Comité Ciudadano por la Integración Racial
• Movimiento por la Integración Racial
• Proyecto Alianza Unidad Racial
• Proyecto “Cubalex"
No es casual que, en el año 2013, el presidente Barack Obama aprobara medio millón de dólares para “la igualdad y defensa de la población afrocubana”.
Ante el mencionado artículo del periodista de raza negra Argudín Sánchez, algunos intelectuales que se dedican al tema de la negritud, calificaron de racista al trabajo de marras, aduciendo que “el racismo forma parte del imaginario social cubano, aunque muchas personas e instituciones no quieran aceptarlo”.
Agarrando por los pelos ese trabajo, afirmaron que “el mismo hace pública las contradicciones ideológicas históricas existentes con relación al racismo y la discriminación racial en la nación cubana”.
Pero, ¿de dónde salen tantos complejos por el mero hecho de decirle negro, y sin embargo todos le dicen chinos a los chinos sin que se desate el pandemonio que ahora han formado?.
Algunos se lanzaron a afirmar que “el término de negro normalmente empleado como un recurso inofensivo, saca a flote, como ningún otro género, ese pensamiento racista que subyace en la memoria colectiva y en tiene una incidencia en la práctica social”.
¿A quién beneficia esa división de la sociedad cubana? A Estados Unidos y por eso, aporta presupuestos de cientos de miles de dólares para avivarlos.
Se llega hasta asegurar que decir negro “inferioriza las personas de origen africano”, algo nada más falto de base objetiva.
Son muchos los autores que han compuesto obras como "Mamá Inés", que su estribillo dice que todos los negros tomamos café, Drume negrita, o la negra Tomasa y en ninguno se disminuyen a los negros cubanos.
El consenso de Durban, organizado por Naciones Unidas, dice exactamente: “Se entiende por racismo, toda distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en motivos de raza, color, linaje u origen nacional o étnico que tenga por objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad, de los derechos humanos y libertades fundamentales en las esferas política, económica, social o cultural o en cualquier otra esfera de la vida pública”.
Ninguno de estos argumentos está presente en el artículo del diario Tribuna de La Habana.
Los que acusan al periodista aducen que “la terminología de negro, fue creada como una categoría biologista clasificatoria por las empresas coloniales para legalizar y legitimar la trata esclavista con el fin de fortalecer al sistema capitalista mundial en el siglo XIX…” y añaden: “las personas africanas y sus descendientes, nunca se definieron como negras porque, como tal, no lo son”.
Cada cual puede sacar sus propias consideraciones, pero la dosis de subjetivismo, y quizás hasta de ciertos complejos, sale a luz sin rebuscar mucho, por no pensar en otro trasfondo político.
No por gusto el agente CIA, Pedro Ramón López Oliver, afirmó en su libro escrito en los años ' 90, denominado “Cuba Crisis y Transición” que: “…hay que crear una sociedad civil interna que conlleve a una comunicación con la comunidad exilada, con la intensión de lograr confianza… pues no se trata de derrumbar el castrismo en un día, sino de transformarlo día a día…”. Además, sentencia: “…en ese desarrollo de la sociedad civil existen tres áreas de imprescindible labor, la Iglesia Católica, los negros y las mujeres”.
Entonces cabría preguntarse, ¿las actuales reacciones estarán en la misma línea enemiga de hacer del tema racial un elemento subversivo más en contra de la Revolución?
Visionario fue José Martí cuando dijo: “A un plan obedece nuestro enemigo: el de enconarnos, dispersarnos, dividirnos, ahogarnos. Por eso obedecemos nosotros a otro plan: enseñarnos en toda nuestra altura, apretarnos, juntarnos, burlarlo…”
Fuente: El Heraldo Cubano
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