OPINION - VIOLENCIA ESTATAL SIN TECHO, POR GABRIEL GARCÍA DE ANDREIS (TEJEDOR DE REDES) SUMARIO     1 - ARGENTINA, BUENOS AIRES: OPINIÓN - VIOLENCIA ESTATAL SIN TECHO, POR GABRIEL GARCÍA DE ANDREIS (TEJEDOR DE REDES). ...

OPINION - VIOLENCIA ESTATAL SIN TECHO, POR GABRIEL GARCÍA DE ANDREIS (TEJEDOR DE REDES)

SUMARIO

    1 - ARGENTINA, BUENOS AIRES: OPINIÓN - VIOLENCIA ESTATAL SIN TECHO, POR GABRIEL GARCÍA DE ANDREIS (TEJEDOR DE REDES).


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From: Tejedor de Redes

Sent: Saturday, April 18, 2009 7:32 PM

To: GACETILLAS ARGENTINAS - REDACCIÓN

Subject: EDITORIAL DE TEJEDOR DE REDES - VIOLENCIA ESTATAL SIN TECHO, POR GABRIEL GARCÍA DE ANDREIS

Cualquiera imaginará la dificultad presente de hacer lugar a una editorialización del hoy, teñido como aparece por lo traumático de la brutal represión sufrida en el día de ayer. Promovida, entre otras cosas, por la tendencia a desembarazarnos catárticamente de lo acontecido en nuestros cuerpos y en nuestras conciencias, en el esfuerzo de salirnos del abrumamiento de la intrusión violenta.

Llevará un tiempo, esperamos que poco, la elaboración individual y colectiva de lo que ayer ocurrió: la violencia sin techo del estado contra los sin techo y sus aliados solidarios. El Estado contra 54 familias desamparadas.

Señalada así nuestra implicación, esfuerzo incompleto por exorcizar los demonios que abruman nuestra lucidez, se nos ocurre que también la dificultad de situar nuestro análisis anida en la desigual valoración de la acción estatal, que desde un sujeto extremadamente heterogéneo nos invita a calificar los resultados ya como positivos, ya como negativos.

Es claro que desde la piel de cada habitante del barrio 15 de enero, (así preferiremos llamarlo toda vez que la nominación supone un efecto de apropiación y es allí en donde consideramos quien es el legítimo dueño de esas casas, valorizando el acto del día de ayer como un nuevo robo estatal), lo ocurrido en la víspera no puede tener más que el tremendo sentido negativo de la diferencia entre tener donde vivir y no tenerlo, toda vez que estar en la calle se vuelva la marca de la nada, del desvalimiento psíquico y social extremo. Desde allí nos entristece, nos indigna, nos rebela.

Pero no es tan fácil discernir por qué el Estado representado en el intendente, la fiscal, la policía entre los más visibles, fueron capaces de desatar la furia represiva más intensa que podamos recordar. Nos reservamos el derecho de reprimir en el sentido de la función psíquica del olvido aquello que no querríamos recordar por demasiado brutal, Maxi y Darío encienden nuestra luz de alarma.

Nos referimos a la duda que se nos impone cuando queremos valorar la cualidad del acto salvaje del día de ayer con las categorías costo político y ganancia política. ¿Que representa la decisión de haber movilizado tamaña cantidad de fuerzas represivas contra pobres, tamaña tecnología de guerra contra gomeras y piedras, tamaña figura de la fuerza aniquiladora estatal contra niños niñas y niños que corrían acorralados por la caballería y su miedo infantil, pérdida brutal de la inocencia, de la creencia de que el mundo será mejor, y que el conjunto de la sociedad los ama y se ocupa por su desvalimiento?

¿Es un costo político o una ganancia política para el actor estatal?

¿Es que decidieron pagar el precio de haber mostrado su crueldad, de que la escena mediática nacional desborde gas, frases y gritos indignados, porque había que jugar una carta fuerte cuando el tercer mes de toma y una creciente conciencia y práctica de autonomía hacía peligrar el discurso único de la democracia capitalista, a meses de una elección que podría eventualmente depararnos la escena de Saramago, en una población que decidiera multitudinariamente y casi como consecuencia lógica, que ir a votar no tiene la menor incidencia en la vida de todos los días, o cualquier otro gesto de digna rabia?

¿O es que la convivencia mediática entre las escenas de represión estatal con las de una numerosa marcha en capital federal, que recupera el espíritu rebelde que anida en cada uno de los seres humanos de este mundo, diciéndole al actor estatal, así no se puede seguir, pero confundiendo en su implicación de clase las causas, las consecuencias y las soluciones, pidiendo más seguridad en términos de más gendarmes en la calle y más pibes en las cárceles, los anima a promover la represión estatal, porque con ello ganarán adeptos en el consenso que adquiere la mano dura?

¿Será que hay ganancia política en masacrar, en aterrorizar pobres, y odiar a agrupaciones de militantes e intelectuales que la bolsa del sentido común mete en la izquierda, despertando el odio asesino que nuestro país es capaz de apuntar hacia nuestros jóvenes cuando imaginan y producen un mundo mejor?

¿Será la idea de que la ciudad aumentará sus míticos niveles de felicidad toda vez que la escena brutal del día de ayer representa un punto de llegada para aquellos que localmente recibieron con alegría el arribo de mayor cantidad de gendarmes, tiene tal consenso que aumenta sus posibilidades electorales?

En la evaluación de esta respuesta social de nuestra parte se juegan nuestras prácticas a partir del día de hoy, entre otras categorías de análisis. Para un grupo humano, el nuestro, que no sólo vivió en el día de ayer, otra vez, la violencia estatal sin freno. Sino que también vivió durante noventa días que verdaderamente otro mundo es posible, abajo y a la izquierda.

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