Por Alfredo Grande
(APe).- En su novela 1984 Winston tiene una tarea fundamental. No importa planificar el futuro y menos aún testimoniar el presente. Lo fundante en la cultura represora es modificar el pasado. Quien pueda leer que lea, quien pueda oír que oiga. Pero al modificar el pasado, nada queda para leer y nada queda para oír que se aparte de la cadena nacional, también conocida como la “voz del Estadio”.
El público llena los estadios pero no tiene voz. Todas las voces todas quedan remplazadas por la Única voz. La de la Cultura Represora con su Chasman de turno y la vocinglera barra de chirolitas y patovicas, también conocidos como “batatas”. Mutuamente potenciados en la tarea de persuadir por las malas o persuadir por las pésimas. Ante el desafinado coro de aduladores, alcahuetes y alabadores sin honores, ocasionalmente aparecen los fiscales de la República. No todos se suicidan como Lisandro de la Torre.
Pero todos y todas sufren todo tipo de escarnio, ninguneo, desprecios, y ataques con la pluma, con el twitt y la patada. Cambiar el pasado, o sea inventarlo, o sea alucinarlo, o sea delirarlo, era la tarea de Winston en la novela cumbre de George Orwell “1984”. Alguien me contó que en una biografía de Macri aparecerán sus heroicas acciones durante la pueblada del 2001 con la consigna: “que se vayan casi todos, porque yo me quedo”. Lo que lo convirtió en el líder de los sin tierra, sin techo, sin agua potable, sin gas y sin todo porque lo único que tienen es nada.
El 2015 exige algunas concesiones, porque si París bien vale una misa, la presidencia justifica varios exorcismos. Y es obvio que al actual Jefe de ¿Gobierno? hay que exorcizarlo de espíritus malignos y retroprogre, tan retro que parece un fascismo de consorcio. Porque si en todo estás vos, todavía en todos no está él.
Con la convicción que nadie resiste el archivo, Winston hubiera sido el mejor pago de los especialistas en inventar pasados. Por supuesto no los antecedentes de los militantes revolucionarios, como hizo Righi en la efímera primavera camporista, sino el de los represores reaccionarios. Debe haber varios Winston trabajando a full, porque luego de tres elecciones ganadas, nadie es menemista. Ni votantes, ni funcionarios.
Cuando se libera París, ningún francés había sido nazi. El genio de Orwell descubrió que Winston además de un personaje de ficción, era un operador político del más alto nivel. La policía de pensamiento, el crimen mental, obligaba a modificar todo aquello que podía desmentir la historia oficial y demencial. Una película que condensa “1984” y “El conde de Montecristo” es “V de Venganza”. Cuando llegue al Poder haré un decreto de necesidad y urgencia para que sea vista obligatoriamente en la escuela primaria. Las vacunas contra los males del alma deben darse lo antes posible.
Hoy los jóvenes que nacieron con la “nueva política” desconocen totalmente la traición a varias generaciones que se desangraron luchando por una Patria Socialista. Hoy el Gobierno Nacional dice: “Tenemos Patria”. Lo que no dice es de quién es esa Patria, aunque lo sospechamos. En principio la propiedad de la Patria es de los que tienen micrófonos y estadísticas para mostrar y demostrar cualquier cosa del presente, del pasado y del futuro.
¿Qué diferencia había entre la Jota Perra, la Jota Pe Lealtad, y la Jota Pe de la Tendencia Revolucionaria del Peronismo? La gloriosa JP, hoy nuevamente enarbolada gracias a los Winston, fue gloriosamente traicionada y masacrada. Alguien habló de eso. Un periodista que acuñó frases imborrables: “el polideportivo de Olivos”, por ejemplo. Y que escribió sobre la Masacre de Ezeiza, el Robo para la Corona, El vuelo, etc. En “Cristo Vence”, el notable periodista escribe: “El conflicto de Perón con la Iglesia tiene especial interés en el momento de aparición de este volumen, dada la actitud de confrontación del presidente del episcopado actual, cardenal Jorge Bergoglio, con el gobierno del presidente Néstor Kirchner”. De lo que habla el periodista no es de una jefatura ocasional. Denuncia el carácter profundamente reaccionario de la Iglesia de Roma.
Emilio Mignone, que en el año 1982 me escribió una carta agradeciendo mi solidaridad ante la desaparición de su hija Mónica Candelaria, escribió un libro Iglesia y Dictadura, que espero no llegue a las manos de Winston. Hoy todos los oficialismos todos, y no todos los opositores todos, pero muchos, alaban e idolatran al Gran Pastor. Nuevamente claudica la política, que es pensamiento crítico y subversivo, para humillarse ante el dogma religioso, que es pensamiento único y sometedor.
Si lo sabrán los teólogos de la liberación que luchan para que la Iglesia sea el pueblo de Dios y no el feudo de los Jerarcas. Winston aprendió a borrar con sus manos lo que otros escribieron con los codos. Winston era un funcionario de la cultura represora, organizada en un Estado Absoluto. Pero Winston de tanto cambiar el pasado, empezó a pensar en el presente. Y cometió un crimen mental. Apresado, torturado, arrasado en su subjetividad, terminó amando al líder absoluto de su destrucción absoluta. Otro Cristo, pero sin redención.
El periodista que dijo “Fui yo” para justificar borrar archivos escritos en un pasado cercano, que por otra parte están impresos en libros de mucha venta, no fue torturado, ni fue detenido, ni fue arrasado para cometer este crimen contra la subjetividad militante. Parece que lo hizo de su libre y espontánea voluntad. Por lo tanto es imputable. Y mirando con humildad a Emilio Zola, yo también lo acuso. Su talento no le ha impedido seguir negociando parte de la sangre derramada.
Si George Orwell viviera le pediría que a la próxima edición de su novela la titulara: “1K84”. Para que alguna vez quede claro que nadie puede servir a dos amos, y de paso, que tampoco nadie debiera servir a un solo amo.
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