Por Juan Carlos Cena
El Ferrocarril es una cuestión nacional
A 54 Años de la desaparición de Raúl Scalabrini Ortiz
A 66 años de la nacionalización de los ferrocarriles
A 157 años de su puesta en marcha
¿Quién construyó Tebas, las de las siete puertas?
En los libros figura sólo nombre de reyes.
¿Acaso arrastraron ellos los bloques de piedra?
Y Babilonia, mil veces destruida.
¿Quién la volvió a levantar otras tantas?
¿Quiénes edificaron la dorada Lima, en que casa vivían?
¿Adónde fueron la noche en que se terminó la Gran Muralla China…?
¿Sus albañiles? (…) A tantas historias. Tantas preguntas
Bertold Brecht
El 30 de agosto de 1857, nace el ferrocarril y los ferroviarios. Es el día que comenzamos a andar. Pero antes hubo un período de gestación hasta su puesta en marcha en ese día señalado.
Son días olvidados. Los pocos que recuerdan esta fecha sólo mencionan cuando la locomotora inicia su marcha recorriendo su primer metro de vías después del pitazo de partida, pero nunca nadie evoca a aquel que tomó el cordel del pito a vapor con una mano haciéndolo sonar, montando en los vientos el sonido vaporoso del inicio, y con la otra, aflojando el regulador del vapor para iniciar el movimiento esperado: era un ferroviario. Nunca se menciona a los ferroviarios.
Pero para que el tren arranque, antes, hubo un proceso de construcción, por eso hay que interrogarse: ¿Quiénes fueron esos constructores? ¿Quienes clavaron los primeros durmientes, quien o quienes lo yacieron en la tierra, o quienes tendieron rieles, o planificaron la traza del recorrido?, y así. Quien o quienes alistaron los coches de pasajeros, la locomotora, los coches y esas cosas de los aprestos y de la puesta a punto de la formación y la verificación de las señales, cambios, terraplenes…
Procesos olvidados (¿?) Días olvidados. Los olvidados concientes, en ese día dividen los nacimientos, no se olvidan de dividir. Se oculta al constructor, que es nada más y nada menos que a los trabajadores ferroviarios. Los olvidadizos siempre tratan de esconder el hacer de los proletarios en general. Los que generaron las riquezas de las naciones. En este caso, los ferroviarios, ¿por qué no? Hay que ocultar la unión del hierro y la carne obrera. Es lo mágico que ocurre en la vida de los oficios, es lo real maravilloso de una identidad, producto de un largo proceso de germinación. Ocurrió en un rico transcurso de construcción en que nos transformamos en el ferrocarril, somos la carnadura aferrada al hierro.
Inspirados en Bertold Brecht nosotros los ferroviarios señalamos: Hace más de 153 años comenzó a circular el primer tren en nuestro país. Entonces, en esta oportunidad y en otras, repetimos la pregunta y nos interrogamos:
¿Quiénes tendieron los primeros metros de rieles, quienes acostaron los primeros durmientes y los enclavaron sobre nuestro territorio, quienes levantaron las inaugurales señales, quienes construyeron las estaciones, quienes le echaron leña al hogar de la caldera de la locomotora, quienes hicieron sonar las campanas de partida, quienes condujeron los trenes aguateros haciendo retroceder la sed por toda la geografía nacional, quienes condujeron los trenes sanitarios vacunando y curando a comunidades lejanas, quienes oradaron la montaña, cruzaron vados y ríos, quienes?
¿Quienes comunicaron el país, lo integraron y lo vertebraron?
¿Quiénes construyeron locomotoras, vagones, coches para transportar nuestras riquezas?
¿Quiénes diseñaron y montaron coches de pasajeros, dormitorios confortables para llevar con comodidad a nuestros ciudadanos?…
¿Quiénes acudieron a llevar solidaridad en tiempos de sequías o de inundaciones, en tiempos de plagas, como la lucha contra la langosta y la vinchuca, la tucura, la tuberculosis, la lepra, quienes?
¿Quiénes llevaron la salud a través de los trenes sanitarios por toda la geografía nacional realizando vacunaciones masivas?
¿Quiénes construyeron los policlínicos y consultorios que atendieron además de los ferroviarios y sus familias a todos los pobladores del país, quienes?
¿Quiénes construyeron, bibliotecas, centros culturales, clubes en las zonas más lejanas del país? Simplemente contestamos: nosotros los ferroviarios.
¿Quienes somos?
Los trabajadores del riel somos nada más ni nada menos que la carnadura imprescindible de ese medio de transporte que es el ferrocarril. Porque entre ese objeto metálico que es puesto en movimiento llamado tren, y ese carnal que lo prepara orgulloso y lo encaballa para que se deslice por las enrieladuras de nuestro territorio, se establece una relación biunívoca vital, substancial: Ocurre lo real maravilloso entre el hierro en movimiento y ese ser humano, toda una correspondencia casi mágica. No se puede dividir esa relación que nace desde su parición. Viene desde cuando el vapor de agua, al intentar liberarse, transformó ese esfuerzo en una fuerza descomunal. Todo ocurre en esa relación indivisible que existe entre el trabajo y el hacedor del trabajo que es el obrero, en este caso: el ferroviario.
El ferroviario es parte inseparable del ferrocarril. El es el ferrocarril. Hierro con carnadura, unidad vigorosa. Por lo tanto, eso es el ferrocarril. Armonía que se transforma en una misteriosa relación, como ese adiós que guarda el tren, A tantas historias, tantas preguntas, damos tantas respuestas. Es necesario aclarar que trabajar en el ferrocarril no es lo mismo que ser ferroviario. El ferroviario incorporó a su Ser ese inmenso objeto metálico en movimiento, como su Sujeto: él es el ferrocarril, es de su pertenencia, no como una propiedad privada, sino porque él es parte constitutiva del ferrocarril, no está añadido, adosado, sino contenido; el ferrocarril y el ferroviario constituyen un conjunto integrado, armónico. Por eso, caminar por las playas de maniobras o recorrer sus rincones es como recorrer el patio y las comisuras de su casa.
Todas estas cuestiones son las que van construyendo nuestra identidad: somos trabajadores trashumantes montados sobre nuestra geografía. En ese andar hemos sido solidarios, sembradores y cosechadores de ideas. Vertebramos e integramos costumbres y cantares, y así. Identidad que se cimienta en el trabajo reiterado, en la relación social diaria, cotidiana, permanente, repetida, correspondencia que continua en el sindicato y en el barrio, así, sencillamente nos vamos consolidando y elevando nuestra conciencia de trabajadores. En esa armonía se establecen códigos de comportamiento, como que hay que tener una actitud correcta frente al trabajo y colaborar en la cuestión laboral con el otro, que se le atrasa el trabajo porque no sabe o no entiende. Esta es una de las manifestaciones firmes del sentido solidario que destierra el individualismo y el egoísmo. La otra norma no escrita, pero si establecida, es la transmisión del conocimiento, es decir, transmitir el oficio al otro. Apoyar al necesitado de afectos, impensada acción fuera del terraplén, como dicen los libertarios: festejar el amor viril entre los hombres, en fin, son nuestras maneras de proceder, cuestión que no tiene nada que ver con la estupidez esa, que se ha instalado en la sociedad de que debemos ser competitivos a como de lugar, ser exitosos, es decir, egoístas, todo lo contrario a ser solidarios.
Esa tradición nos llega desde los socavones de la historia del movimiento obrero. En 1896, cuando estalla la primera huelga general ferroviaria, que comenzó en los talleres de Tolosa y tuvo como redactor de las proclamas de la huelga a José Ingenieros, los ferroviarios rechazaron, con firmeza, introducir en el convenio colectivo de trabajo el problema de la competitividad, en esa época se llamaba “tarea”, porque creaba dentro de los trabajadores una división. Era la introducción de conductas egoístas a través de la competencia en el trabajo. Así como se habla del "ser nacional", nosotros somos "seres ferroviarios", la carnadura del ferrocarril, repito: hay una relación dialéctica entre la carne y el hierro, y en esa correspondencia, nace y crece "un misterio que guarda el tren", conexión plagada de esfuerzos acumulados de trabajadores y técnicos, todo para que esa formación metálica eche a andar y recorra nuestro territorio cumpliendo con la tarea que fue asignada la de ser un servicio público.
Somos como nuestros hermanos de las comunidades originarias, donde el árbol (objeto) es el sujeto que los penetra y los sostiene, porque ellos son la naturaleza y no están sobre ella. Nosotros los ferroviarios somos el ferrocarril, no estamos sobre él. El ferrocarril era una fragua donde nuestros antiguos ferroviarios nos forjaron a fuego y martillo en el yunque del trabajo. Además, el cuerpo social ferruca es como un gran caldo, mixturado con toda clase de ingredientes: peronistas, anarquistas, comunistas, socialistas, cristianos, ateos… todos, con un profundo respeto al otro y al oficio.
La historia de los ferroviarios es un testimonio de lucha, de abnegaciones, sacrificios, rebeldías, muertes y desapariciones, también de traiciones. Desde sus inicios el movimiento obrero ferroviario fue duramente reprimido. Pero nunca lo doblegaron. Todos los gobiernos de todos los signos trataron de sujetar y domesticar a los trabajadores ferrucas.
También somos hacedores de construcciones sociales, culturales, como Sociedades de Socorros Mutuos, Hospitales, Cooperativas de Consumo, Confraternidades, Clubes, Centros Culturales, Bibliotecas, Escuelas de Artes y Oficios, Centros de Capacitación, entre otras fundaciones.
Ser “ferruca”, es una identidad que lleva tiempo de construcción que no admite vencidos, traidores ni quebrados y requiere en cambio de resistentes sacrificados. Estas particularidades están unidas por una fina malla tejida y retejida en varios tiempos. Unos calmos, otros agitados y de persecución, otros más o menos. La malla se teje con hilos de solidaridad, el entramado sólo se concibe teniendo un profundo sentido solidario y amor a la vida. A esto le llamamos espíritu ferroviario. Creo, creemos, que no hay espíritu ferroviario si no hay solidaridad.
Al revisar la lucha de los ferroviarios, se puede apreciar que, en todos los tiempos, no hubieran podido existir sin ese tramado solidario, sin ese urdido que nos protegía. Esa malla era de una textura firme. Han transcurrido muchos años, hemos tenido que sortear cercos y traiciones. En ese transitar han quedado a la vera del terraplén, vencidos, agobiados, quebrados, doblados, torcidos, algunos, aún, apenas resisten esta larga agonía que nos han impuesto después de la derrota de 1991 y 1992.
Pero el tejido, aún en pedazos, todavía resiste. ¿Cuánto tiempo llevará reconstruirlo? ¿Acaso será igual? No lo creo. El espíritu tal vez sea el mismo. Volverá por perseverancia y valentía de los obreros ferroviarios que lo construyeron en momentos difíciles de represión, movilizaciones militares, en medio de militantes desaparecidos, de traidores, de conversos, de aprietes y del último fenómeno que fue minando todo como un ácido, la corrupción. No sé cuánto tiempo, pero volverá, ineluctablemente de la mano del pueblo.
Por lo que puedo apreciar, los ferroviarios tendrán esa titánica tarea, la de reconstruir el ferrocarril junto al pueblo, en especial con los jóvenes y desde el interior del país. Todo partirá desde el ferrocarril ausente, desde las profundidades de la patria, donde aún el espíritu del país ferroviario subsiste. Los jóvenes se están haciendo cargo, están recogiendo antiguas palabras, la hacen verbo y voz, y en la pronunciación la montan en los vientos enrielados. Afirmo y dejo constancia que a través de ellos hablará ese espíritu anidado en los terraplenes. Durante años, todo esto construyó una manera de ser ferroviario, los sintetizamos diciendo: Nosotros los ferroviarios somos el ferrocarril… somos como somos, es decir, somos como fuimos: trabajadores trashumantes solidarios -constructores de nuestras propias organizaciones gremiales y sociales- protagonistas de epopéyicas luchas a través de más de 153 años.
En sus luchas, los ferroviarios cobijaron y clandestinizaron la palabra entre los rescoldos de las cenizas de la devastación ferroviaria. Los nuevos compañeros volvieron a soplar la brasa -es lo real maravilloso de la clase obrera-, dando nacimiento a nuevos retoños tibios, que encarnan la certeza de que la lucha continúa.
La historia de los ferroviarios es como dice Howard Fast en su libro Espartaco: Una historia sobre hombres y mujeres valientes, que vivieron hace mucho tiempo, pero cuyos nombres nunca han sido olvidados. Los héroes de esta historia acariciaron el ideal humano de libertad y dignidad y vivieron noble y honradamente (…) saquen de él fortaleza para nuestro turbulento futuro y puedan luchar contra la opresión y la justicia, de modo que el sueño de Espartaco llegue a ser posible en nuestro tiempo.
Fierro negro que duerme, fierro negro que gime
por cada poro un grito de desconsolación.
(…)
Cada máquina tiene una pupila abierta
para mirarme a mí.
Pablo Neruda
Maestranza de noche
Publicado en el libro FERROVIARIOS, SINFONÍA DE ACERO Y LUCHA.
Editoriales: La Nave de los Locos y MONAREFA, 2009, de Juan Carlos Cena
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