Por Norberto Ganci, Director de "El Club de la Pluma"
Por supuesto que no es igual en el norte que en el sur, y no por una cuestión meramente geográfica. Las diferencias se pueden comprender teniendo en cuenta cómo han sido los desarrollos socio-políticos-históricos de cada pueblo, de cada región.
No obstante hay algo que nos empareja, que nos iguala, valga el término, son los padecimientos de los pueblos en manos de intereses foráneos que pretenden sojuzgarnos, someternos para ejercer el pleno control del continente.
Que hubo y hay masacres desde 1492, nadie puedo ponerlo en duda. Ello no significa que debemos asumirnos esclavos de imperio alguno. Ello nos rebela y hace estallar desde diferentes sectores, la manifestación contundente de “basta ya”.
La tragedia ocurrida en Ayotzinapa, no ha sido una más.
La desaparición de cuarenta y tres estudiantes normalistas rurales, no ha sido al azar, como tampoco casual. La premeditación de este tremendo como aberrante hecho, trae consigo un mensaje y algunas motivaciones más profundas para lograr objetivos que pocos alcanzan a vislumbrar.
En algunas oportunidades comentábamos que la avanzada contra el Sur del Estado de México, más precisamente contra el Estado de Chiapas, contra los Zapatistas, era, según nuestra forma de analizarla, el ensayo para evaluar las posibilidades con las que podría contar el imperio, para adentrarse más en nuestros territorios.
La generación de conflictos en donde el pueblo, harto de tanto dolor, se levanta y defiende sus derechos ultrajados, es el último modelo impuesto para justificar actitudes injerencistas.
Es la creación de los denominados “estados fallidos”, donde la supuesta autoridad legítima está erosionada, donde se ha perdido el control físico territorial, donde no hay control en el uso de la fuerza hegemónica.
Ello pudimos comprobarlo, por ejemplo en Libia, Ikak; es lo que se pretende hacer en Siria, se lo intentó en Irán.
En nuestro continente también contamos con ejemplos en la creación de estados fallidos para propiciar una intervención foránea. Honduras fue una muestra casi reciente. Así como la masacre de Curuguaty que dio lugar a una fantochada de golpe democrático, golpe institucional. No hizo mucha falta una acción invasiva por parte del imperio… ya están adentro hace tiempo, sólo tenían que impedir que algo bueno sucediera a Paraguay…
Cuando lo que se destaca de un gobierno son sus “relaciones carnales” con algún otro imperio, carece de sentido intentar lograr un estado fallido en la nación sometida. Colombia podría ser un ejemplo de ello.
Desde hace tiempo alertamos sobre el cerco que se está tendiendo a nuestro alrededor, con las bases del comando sur de los EE. UU., la IV flota, el Eje Pacífico (Chile, Perú Colombia, Costa Rica) y la base británica en Malvinas, completan, hasta ahora, el círculo con el que pretenden avanzar sobre nosotros.
Eso no es todo. Atilio Borón, en una reciente entrevista comenta, entre otras cosas: “…Van a tratar de ver si pueden expandir las bases militares. Les interesa mucho cerrar el tema del control de acuífero guaraní para lo cual necesitarían una base o en la triple frontera o un poco más al sur. En Chaco o preferentemente en la zona de los Esteros del Iberá (…) el gobierno de Perú ha sido muy servicial en ese sentido permitiendo la instalación de alrededor de diez bases militares en ese territorio. Es probable que en Chile se instale alguna base más. Por supuesto en Colombia está todo preparado para expandir el número de bases militares…” (1).
Bien, teniendo estos pocos datos, más el estallido que está creciendo en México, con un gobierno títere, lacayo de Norteamérica, que no hace otra cosa más que habilitar el territorio para que los narcotraficantes y traficantes de armas y conflictos desarrollen sus actividades, y sumado a las recientes maniobras militares realizadas por la corona británica en inmediaciones de las Islas Malvinas -provocaciones si las hay…-, podemos inferir que los tambores de guerra están sonando un poco más fuerte.
Como la avanzada contra el zapatismo no tuvo el efecto esperado, como los asesinatos y desapariciones por parte de los narcos y los crímenes en la frontera con EE. UU. tampoco lograron sus objetivos, hacía falta golpear más fuerte para lograr el hartazgo social.
Y claro que lo están logrando.
Ahora se repite en México la consigna que ocupaba el ánimo de los argentinos allá por los años 2000 y 2001: “que se vayan todos”. Pero no es el mismo caso. En Argentina, en aquellos años, además de la desocupación, el hambre, la incertidumbre de hasta cuándo se podía subsistir, el poder político le tocó los bolsillos y las cuentas bancarias a una clase hasta entonces un tanto privilegiada…
En aquellos tiempos piquetes y cacerolas en una sola lucha… Los tiempos cambian, y la gente y las consignas, también.
Pero luego, desde el 2003 tuvimos la posibilidad de reinventarnos como pueblo, de rearmarnos en nuevas consignas y propuestas, en desafíos que abrieron nuevos rumbos y permitieron acariciar otras metas… Esa posibilidad tiene nombre y apellido, les dejamos a Uds. el privilegio de nombrarlo…
A ver si podemos ordenar un poco estas ideas: Lo que ocurría en Argentina entre 2000 y 2001 tenía mucho más que ver con los resultados de una política económica planificada desde un poco antes de los setenta, con las que nos despojaron de todos nuestros recursos, empresas y bienes, provocando el desembarco de la nefasta globalización.
En México hay otro tipo de despojos, porque el poder político ya está entregado al imperio desde hace bastante tiempo.
Aquí lo que está en juego no son ahorros o depósitos bancarios, aquí lo que está en juego es la existencia de un pueblo que se ha hartado de soportar lo continúen humillando en todas las formas posibles, y están gritando “basta ya”.
Pero también hay un contundente mensaje que, según parece, la sociedad mexicana y muchos en varias naciones no estamos dispuestos a recibir y mucho menos tolerar.
El significado de haber “desaparecido” a estudiantes normalistas, conlleva el enfrentamiento contra las concepciones del Cardenismo que, a pesar del tiempo transcurrido, ha sembrado y germinado otro tipo de conciencia, la conciencia de pueblo.
“…las escuelas normales rurales se definen como cunas de conciencia social porque sus estudiantes se forman para ser críticos del sistema político mexicano, sobre todo a la indiferencia ante las necesidades de los más pobres…” (2)
Y esa conciencia es la que está emergiendo nuevamente para detener definitivamente el avasallamiento de los más postergados.
Recordemos que el presidente mexicano Lázaro Cárdenas, que ejerciera su mandato entre 1934 y 1940, fue quien reivindicó a los campesinos e indígenas mediante el impulso de una reforma agraria y la creación de alrededor de 46 escuelas normales rurales en todo el país.
Nuestros pueblos tienen memoria, una memoria marcada por la sangre y la muerte. Pero también los sustenta el legado de quienes pusieron sus vidas al servicio del colectivo.
Frenar el avance en México, con memoria y convicción, es frenar el avance injerencista imperial que, no dudará en hallar los argumentos necesarios para justificar una nueva invasión disfrazada de defensa de los derechos humanos.
Ya, lamentablemente, estamos acostumbrados a presenciar cómo el gendarme mundial lleva adelante sus proyectos de invasión, control y exterminio.
Somos testigos de ello contra los pueblos palestino, sirio, iraquí, hondureño, haitiano, panameño, etc. No nos sorprendería que avancen contra el pueblo mexicano. De hecho ya lo están haciendo hace mucho tiempo. Sólo es cuestión de algo más para el zarpazo final.
Decíamos que no es igual en el norte que en el sur, porque también nos separan los diferentes tiempos socio-históricos-políticos, en los que los procesos de transformación cuentan con variantes relacionadas a una multiplicidad de alternativas y realidades.
Y las diferencias también podemos encontrarlas en una misma región, como por ejemplo los procesos de cambio que distinguen y diferencian a Argentina de Chile, Brasil; a Bolivia de Venezuela. Lo que sí tienen en común éstos son varios objetivos relacionados con la transformación social, inclinados un tanto hacia la izquierda, algunos un poco más, otros no tanto… pero hay un punto en donde confluyen y, según nuestra mirada, está signado por el no retornar a la oscuridad que nos impusieron entre los sesenta y parte de los ochenta.
Ayotzinapa debería definirse como el punto de no retorno. Debería ser el puerto de partida para el accionar de los pueblos en defensa de sus derechos.
Ayotzinapa tendría que significar el punto final del injerencismo y el ejemplo para aquellas otras naciones que aún padecen el intervencionismo con sus diferentes camuflajes.
El narcoestado mexicano con la impunidad de que goza, responsable de éste y otros crímenes debe llegar a su fin; y el resto de los pueblos, de naciones hermanas, debemos acompañar con nuestro accionar el “nunca más” un acto genocida en nuestras tierras.
Por supuesto que será aprovechada por las ya conocidas infiltraciones con las que pretenden deslegitimar las luchas, será la capacidad para neutralizar la que posibilitará el éxito de esta movida social.
Los desaparecidos en Ayotzinapa se han convertido en las nuevas banderas que nos conduzcan, desde el norte al sur y del este al oeste, hacia la consolidación de estados con mayor participación popular, mayor y mejor contención y asistencia social, mejores perspectivas y la irrestricta actitud de soberanía, independencia y autodeterminación, que logre colocarnos en un camino y horizonte común: la libertad de los pueblos.
Que así sea.
Notas, referencias y material consultado
(2) http://www.telesurtv.net/news/Ayotzinapa-un-proyecto-revolucionario-20141030-0061.html
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