La Revolución de las Máscaras.     La Revolución de las Máscaras   Por el Prof. Alberto Carbone * Cuando la Corona española cedió terreno en favor de los intereses políti...

La Revolución de las Máscaras.

 


 


La Revolución de las Máscaras






 


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Por el Prof. Alberto Carbone *



Cuando la Corona española cedió terreno en favor de los intereses políticos de Francia, y el Rey Fernando VII aceptó rendir su ejército antes de pelear contra el avance de Napoleón, en el episodio denominado “la farsa de Bayona”, corrían los primeros años del Siglo XIX y para los peninsulares, corrían las versiones de que el abnegado Rey había sido derrotado por el invasor francés después de una lucha valiente y tenaz.

25_DE_MAYOAquella fábula también llegó a oídos de los rioplatenses, llegó justo cuando los criollos acababan de vencer dos veces consecutivas a otros invasores, a los representantes de la gran Nación industrial europea, Gran Bretaña, que se vanagloriada de su empuje y crecimiento, intentaba ganar mercados de ultramar a fuerza de ímpetu y pretendido autoreconocimiento, ratificándose como “el taller del mundo”.

Los pobres peninsulares, convencidos de que su Rey se sacrificaba por ellos, preso en las mazmorras del invasor, no aceptaban el dominio francés y la imposición de la autoridad napoleónica encarnada en el reinado de José Bonaparte, a quien titulaban socarronamente con el mote de “Pepe Botella”, por su ferviente vocación etílica. En virtud de ello, desconociendo que el joven Fernando la estaba pasando muy bien participando de variados convites en diversos salones parisinos, mientras esperaba la resolución bonapartista, quien le había prometido que devolvería el trono, el pueblo español se organizó. No reconoció a los enviados de “Pepe” y como respuesta armó Juntas de vecinos para gobernar sus respectivas ciudades. Decisión que generó un grave problema de legitimidad a Francia en España y por la cual el Rey José tuvo que enviar batallones a cada lugar, para capturar a los auto proclamados dirigentes populares.

Ya andaba entrado el año de 1809 y aquí, en el Río de la Plata, donde también habían llegado esas noticias, los criollos se precipitaron a copiar el modelo de acción de sus hermanos de sangre. Fue así que del mismo modo que ellos, organizaron Juntas. Asociaciones vecinales dispuestas a decidir por el futuro de las colonias que como los peninsulares, ellos tampoco estaban de acuerdo en entregar a Francia.


La diferencia fue que nuestros nativos rioplatenses, negaban al enviado Virrey elegido por los españoles congregados en la Junta de Sevilla, entidad que asociaba a las pequeñas Juntas ciudadanas de España.

Aquel Virrey, Baltazar Hidalgo de Cisneros, representante sevillano, no elegido por el Rey Fernando porque estaba preso, terminó en el año 1810 expulsado de Buenos Aires y enviado de vuelta a su país.

Los criollos, quienes habían tomado la determinación, estaban convencidos de que aquella decisión política, de resultar victoriosa, podía cambiar el rumbo definitivo de sus vidas y el de la joven región del cono sur americano que habían decidido conducir.

Tanto la decisión de Bayona que protagonizó Fernando VII, como el experimento de gobierno que encendió la gesta revolucionaria en el Río de la Plata, fueron una “mascarada”.

Por un lado, en Europa, el Rey español reconocía que el avance de las ideas liberales encendidas por Francia en  el viejo mundo eran irrefrenables y que por consiguiente convenía al Trono “dejar hacer, dejar pasar”, hasta que la situación internacional aclare y la realidad se aquiete.

Por otro lado, en la otra orilla del Atlántico, los criollos sabían que un paso equivocado podría destruir su vocación de Poder y naturalmente se juramentaron formar “Junta”, como en España, y jurar gobierno en “nombre del Rey Fernando VII”, por si la situación internacional variara.

Sea como fuese, debemos concluir que la decisión política de crear un gobierno criollo era un ímpetu reflejado en toda América española y que es dable admitir el alto nivel de duda experimentado en el Río de la Plata por aquello criollos que iniciaban ese camino, primero en el Nuevo Continente.

Queda mucho por contar, historias mínimas y extensas que eximen a estas cortas palabras y abren un camino de análisis cada vez más profundo respecto a las más importantes intencionalidades que motivaron aquellas decisiones, pero si es fuertemente significativo afirmar que aquellas viejas decisiones que se proclamaron doscientos años atrás y tuvieron como puntapié inicial el escenario de la “Máscara”, fueron configurando lentamente una cultura propia y nacional que heredamos. Una estrategia de cotidianidad que con el paso del tiempo y con el correr de la nuevas generaciones, pocas veces dejó de utilizar la “Mascara” como instrumento político, negando realidades, o dando por ciertas otras que objetivamente no sucedían.

Doscientos años después de la decisión del criollaje, los argentinos de hoy, aún tenemos una asignatura pendiente con la historia, aquella que habla de reconocer a cada sector social, por lo que aportó al desenvolvimiento de la Nación. Recuperar definitivamente ese antiguo apotegma que enseña que el verdadero valor del Ser Humano radica en su entrega, en su solidaridad, en su distintivo lenguaje fraterno.

La acción política de los próximos doscientos años deberá correr por ese andarivel, por el bien de nuestros hermanos, de nuestros hijos y de los futuros hijos de la Argentina que vendrá.


 


* Profesor de Historia - Facultad de Filosofía y Letras (UBA).

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